domingo, 9 de febrero de 2025

Dos días fantásticos II

Y si la noche primera en Tilapa fue sorprendente, la segunda no fue menos. 
Me levante y desayuné lo que el día anterior le pedí a Mónica: huevos fritos con papas frita. Espectaculares. No hay comida mejor sea para almorzar o para desayunar. Siempre huevos por la mañana. En este caso tres.
Fui a dar un paseo por la playa. Casi una hora. Comí de lo que había comprado en Coatepeque. Y me eché a dormir siesta.

Me despertaron unos golpecitos en la puerta. Eran sobre las cuatro de la tarde. Escuché la voz de Katia: "Don Alfredo hay aquí unos soldados que preguntan por usted". Sorprendido le pregunté si venían con armas. Ella me dijo que no.
Abrí la puerta y los vi sentados en el comedor con Mónica. Me tranquilicé.
Eran Esmon y Henri a los que había conocido solicitando en una tienda del puerto una recarga para el móvil. Hablamos y dijeron que iban a venir al hotel por la noche. No vinieron. Lo hicieron el día siguiente. Estuvimos charlando. Bebimos cervezas. Ellos Gallo, yo Modelo. Las que se ven en las fotos. El calor de la tarde invitaba a ello.
Ellos hablaban de un partido de futbol que se iba a jugar a las 20 h. Yo no entendía bien. Llego otro, Junior, que se miraba -expresión típicamente chapín- diferente en la ropa y en el rostro. Este no era de descendencia maya como los otros. Además tenía la mayor graduación entre los suboficiales: sargento mayor. Veintiocho años y no era de la compañía de estos dos, que me habían dicho que eran especialistas de la marina, sino de una compañía de marineros normales. La presencia de Junior le dio mas sensatez a la conversación. Él venía con un cuatrimoto.
Al rato me dijeron que fuera con ellos a un partido de futbol sala que se celebraba en Almendrales, la aldea donde se agarran las lanchas para venir a Tilapa. Yo me preguntaba como íbamos a ir.
Nos montamos los cuatro en em cuatrimoto. Era la primera vez que me montaba en uno. Por la arena llegamos a unas habitaciones prefabricadas que era su cuartel. Yo no daba crédito a ello.
Fuimos andando hacia el canal o río y llegamos a una lancha grande. Estábamos sentado y de pronto se escucha una voz: "¡Atención, el Alférez!" Yo permanecí sentado pero todos se pusieron en pie, aquí se diría 'se pararon", y el sargento mayor que estaba a mi lado dijo:"¡Sin novedad, mi alférez!" "¡Siéntense!" Respondió el alférez. Su nombre Yefrei Diaz. Alto rubio. Definitivamente su raza no era maya.
Salimos hacia Almendrales en esa lancha grande. Yo me preguntaba qué hacia yo en una lancha del ejercito.
En la cancha el alférez capitaneaba un equipo, el de los especialistas, y el sargento el de los marineros. Estos vapulearon a los otros 6 a 2.
Volvimos al destacamento y me llevaron al hotel.
Le contaba esto a Manrique y su respuesta fue: "¡Solo tú!".

¡Hasta la próxima, primero Dios!





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