
Entre las cosas que he vivido en esta semana ha sido el visitar las cataratas Chichel, en San Juan de Cotzal, un municipio vecino. Para eso tuvimos que ir, Emanuel y yo, desde Chajul a Cotzal en Tuk Tuk. Allí tomamos otro ya en Cotzal. Hablamos con Andrés, el que lo conducía, y le pedimos si nos podía llevar a las cataratas.
Llegamos a San Felipe y continuamos hasta Chichel, una aldea de Cotzal, por una malísima pista de tierra subiendo y bajando. Tras una hora Andrés nos dijo que habíamos llegado. No sabíamos por donde seguir. Él se animó a aproximarnos más. Pero el camino se hacía imposible.
Llegamos a San Felipe y continuamos hasta Chichel, una aldea de Cotzal, por una malísima pista de tierra subiendo y bajando. Tras una hora Andrés nos dijo que habíamos llegado. No sabíamos por donde seguir. Él se animó a aproximarnos más. Pero el camino se hacía imposible.


Me sorprendió. Creía que conocía los lugares más interesantes de Guatemala. ¡No! Cuántos sitios habrá como estos, desconocidos por mí. Valió la pena el tiempo empleado, el mal camino recorrido, el cansancio, el dinero gastado. Mi viaje a este área Ixil no solo me abrió a una cultura, sino también a una gran belleza paisajística.
Ese último día, el trece de febrero, Cecilia nos hizo para cenar pepián: pollo con una salsa roja. Uno de los platos típico guatemalteca que más me gusta. Era mi cena de despedida. Fuimos acompañados por parte de su familia.
Vivir en una familia te hace conocer más profundamente una cultura. Esta vivencia la he valorado mucho.
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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