viernes, 31 de enero de 2020

Enero difícil


Comenzar un año, aunque sea algo imaginario, invita a continuar la vida con ilusiones renovadas. La esperanza de lograr algo que se anhela y que, en esta etapa de la vida, se concentra en aspectos muy concretos, la convierte definitivamente en atractiva, pues cada etapa tiene su afán. 

Enfermedades

Comencé el mes con una cirugía menor en la oreja, sin más importancia, en el hospital de Constantina.
Continué unos días después con un episodio, aún no determinado, que me produjo la pérdida del habla y la paralización del lado izquierdo del cuerpo. Esto desapareció a lo largo de unas horas, pero me supuso pasar más de 36 horas hospitalizado. Fue un gran susto que se solucionó positivamente, gracias a Dios. 
Pero lo peor llego unos días después. No recuerdo haberme sentido nunca tan mal. Y no era que tuviera un dolor concreto.
Desde hace unos años padezco de faringitis crónica. Mi garganta es un sitio sensible y tengo dificultad para respirar en lugares fríos y húmedos. Y San Nicolás reúne estas características en invierno. Para ello tengo distintos medicamentos. Y a esos me agarraba tras un semana con un refriado que iba cada vez a más.
Estaba en la cama y no podía respirar, me dolía la espalda, el pecho y la cabeza. Tenía mucha mucosidad. Llenaba la cama de sudor. Y tras unos días no mejoraba y... me quedaba en la cama. Estaba derrotado, como vencido. No decidí nada durante dos días. Estaba en la cama sin hacer nada, sólo, en mi casa, parecía paralizado. Ya, cuando casi no podía más, el tercer día decidí ir a la farmacia para pedir algo que pudiera curarme. Pero para ello debía tener una receta. Y me decidí ir a urgencia a Constantina a diecisiete kilómetros. 
Gracias a ello pude hacer frente a esa situación. Al llegar a urgencia tenía fiebre, aspecto del que no era consciente pero que sería la causa de que la cama y pijama aparecieran mojadas por las noches. El diagnóstico fue  Neumonía Organismo NEOM. Gracias al antibiótico y otros medicamentos voy mejorando.
El malestar por el que se pasa a lo largo de una enfermedad es muy variable. Así lo he experimentado estas semanas. El estadio peor es cuando uno no se da cuenta de su situación y deja pasar los días sin tomar ninguna decisión, dejando que la enfermedad se apodere poco a poco de uno. Y no se es consciente del estado en que te encuentras porque tampoco, en mi caso, no había nadie a mi lado para hacértelo ver y tomara alguna decisión por uno. Esto es achacable solamente a mí. 
Aún, cuando estoy escribiendo esta crónica, no estoy curado del todo, pues me quedan unos días de tratamiento, pero los síntomas han remitido. 
En todos estos episodios debo reconocer el trato y la eficacia del sistema público de sanidad. Gracias a todos los que han estado cercanos en estos días, preocupados por esta situación.
¡ Hasta la próxima, primero Dios!





martes, 7 de enero de 2020

Las relaciones dan felicidad

Días de celebración
La mayoría de las personas están de acuerdo en afirmar que son las relaciones que mantienen en su vida su principal fuente de felicidad. 
Parece que existe en nosotros una predisposición natural a relacionarnos con compañeros de vida, y cuando lo hacemos sentimos felicidad y satisfacción. 
Ya lo dijo el eminente psicoanalista Erich Fromm cuando afirmó: 
“El ansia de relación es el deseo más poderoso de los seres humanos, la fuerza fundamental que aglutina a la especie”.
Las relaciones amorosas y afectivas son una de nuestras principales fuentes de felicidad –si no que se lo pregunten a los enamorados–. 
Es gracias a la pareja, la familia y los amigos que experimentamos las emociones positivas del amor y del afecto, componentes básicos de la felicidad. Pero además, nuestras relaciones suelen ser también una fuente de alegría, de disfrute y de diversión, otros de los componentes de la felicidad.
Cuando hablamos de ser y sentirnos felices podemos fijarnos en el plano material de nuestra vida, y tratar de obtener todo aquello que deseamos. Esto no es una mala estrategia, ya que tener lo que uno quiere, y la ilusión que se siente en el camino de su consecución, son fuentes de felicidad. Ahora bien, si lo que deseamos es una felicidad duradera y con mayúsculas, no podemos dejar de lado sus componentes más básicos, y uno de ellos son la familia y los amigos.
Los investigadores de la psicología positiva han encontrado que prácticamente todo el mundo se siente más feliz cuando está con otras personas porque para los seres humanos las relaciones gratificantes con «compañeros de vida» son una fuente indudable de alegría y felicidad, pero también porque son un antídoto muy eficaz contra los reveses y dificultades que podamos tener que enfrentar.
Durante estas festividades navideñas, en las que suelen abundar las comidas y reuniones familiares, es importante destacar los beneficios que puede conllevar el hecho de compartir momentos con los seres queridos. 
Entre ellos:
* Mantener líneas de comunicación abiertas entre los diferentes miembros. Se trata de una vía para conocer la vida de los demás y poder expresar las situaciones que se viven. En este sentido es un buen momento para anunciar decisiones o acontecimientos importantes en la familia. Esto consolida el sentimiento de apoyo por parte de los miembros de la familia y  fortalece la unión familiar
* Ayuda a los más pequeños a buscar formas de resolver los problemas mediante el diálogo. Fortalece la autoestima de los niños al ver que sus opiniones se tienen en cuenta.
* Se promueve el mantenimiento de la celebración de fechas señaladas entre los más jóvenes.
* Es un momento de felicidad y en muchas ocasiones, de encuentro con miembros de la familia que viven lejos o que no tienen oportunidad de verse durante el año


Me encantan las fiestas que se celebran en torno a la Navidad. Creo que tiene un gran atractivo al girar en torno al Nacimiento de Jesús. Fiestas por todos lados y de toda la gente. 
Es verdad que para algunos, por diversos motivos, no son agradables, al ser días muy señalados, cuando se han tenido malas experiencias en esos días o se vienen al recuerdos a personas queridas desaparecidas. Pasar las festividades acompañados ayuda a sobrellevarlo. 
He disfrutado estos días. Con el encuentro con familiares y amigos disfruto, es siempre un motivo precioso de compartir. Estar  al lado de personas queridas me hace sentir más completo, pues éstas son extensiones de nosotros. Y, aunque es cierto que nos vemos más veces, el hacerlo en está época parece necesario.

Pude estar y compartir con los sobrinos que no vinieron a la celebración de la Navidad del día 25 una semana antes, a mi vuelta de mi viaje a América, en Madrid.

Ese día 25 fue magnífico. Hemos logrado, quizás por el devenir de los años, una celebración casi perfecta. 
La elección del lugar donde la celebramos nos permite estar tranquilos todos pues la hacemos en un sitio en el  que no tenemos que preocuparnos del desarrollo de la comida. Y ello nos permite estar todos más relajados y con una sensación de tranquilidad en lo referente al desarrollo de la misma.




El encuentro en las fiestas es algo consubstancial a la familia siempre que es posible. De lo contrario hay que celebrarlo por separado. Ello no implica no tener el sentimiento de estar unidos.
Los medios hoy nos permiten hacerlo en la distancia. 
Las felicitaciones personalizadas de los amigos -las que se mandan en serie me gustan menos-, te hacen sentirte unidos a ellos aunque estén a kilómetros de distancia, pero no del sentimiento. 

Por lo que a mí respecta me he sentido feliz por estar junto con aquellos que la distancia me ha permitido y me ha hecho más feliz la acogida y presencia de familiares y amigos de siempre. Gracias por los que me habéis permitido todo esto. 
¡Y que en el 2020 nos permita de nuevo el encuentro!

 ¡Hasta la próxima, primero Dios!



Para leer más sobre los beneficios de las reuniones con familiares y amigos: