domingo, 9 de febrero de 2025

Dos días fantásticos I

Llegué a Tilapa el 30 de enero, jueves. Como siempre quedé sorprendido por lo que sucede en esos buses de parrilla. Me senté en el asiento que está detrás del conductor. El bus estaba saliendo de la terminal de Xela y, cómo el auxiliar pregona constantemente el destino del mismo, pude acceder a él casi en marcha por lo que me senté en el primer asiento posible. De tomarlo parado me hubiera sentado detrás.
En el asiento de al lado estaba una señora con su hijo de 4 años. Al quedarse dormido el niño le puse las piernas sobre las mías. La mirada de la madre fue toda una expresión de agradecimiento. Así durante la mitad del recorrido.

Llegué al hotel sobre las cuatro de la tarde. El recibimiento de Mónica y de sus hijos, Katia y Cesar, fue muy emocionante. Pues el año pasado tuve que eliminar mi venida por los problemas de salud. Pero se acordaban de mí de hace dos años.
Me quedé sorprendido cuando después de la cena, ya de noche, me pregunta Cesar: "¿Don Alfredo, querría venir con nosotros a pescar?" Nosotros eran él y su primo Anderson. 16 y 14 años respectivamente.
"¡Pues sí! ¿A qué hora saldremos?" "¡Ahora!" Me quedé de piedra. Pensé que qué íbamos a pescar de noche. Qué cómo estaría el mar. Y otras cosas. Se lo comenté y me sacaron de dudas. No era en el mar sino en el canal de agua, por dónde llego al hotel, que se encuentra entre la tierra y el manglar.
Cada uno llevaba una lancha iluminándose con unas linternas. La de Cesar tenía motor. Y arrastró a la otra mediante una cuerda. Al llegar se movían con las palas. Se trataba de acercarse a la orilla e intentar ver a lo paces o las jibias iluminando la ribera con las linternas.
El método de pescar no era con cañas. Se trataba de un hierro fino acabado en punta lanzado por unos elásticos, unido a una parte del hierro, que se atirantaban y lo lanzaba con mucha fuerza.
Un método totalmente nuevo para mi qué soy totalmente un ignorante de artes de pesca.
Cesar se dedicaba en cuerpo y alma a pescar. Los dos pescaban a un lado y otro del río. Se veía una lucecita lejana de la lancha de Anderson. Al final se capturaron más cangrejos que peces. Pero la experiencia para mí, en medio del agua, rodeado de vegetación, con un cielo repleto de estrellas, con una temperatura super agradable, iluminado sólo por el foco de luz de las linternas, fue maravillosa.
Y eso a las pocas horas de mi llegada a Tilapa. Pues lo que me pasó al día siguiente, viernes, fue también raro e interesante. ¡Qué vida!
¡Hasta la próxima, primero Dios!

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