viernes, 22 de noviembre de 2019

Cuando necesitas a un ángel.

Hay momentos en los que no sabes como seguir adelante. Momentos en los que necesitas ayuda. Estás en una situación difícil. Y te quedas bloqueado. Sí. No es el fin del mundo, ¡ por supuesto!, pero... sí existen los ángeles. Tienen forma humana. 
Y están ahí cuando los necesitas. No sabes de dónde vienen ni el porqué están ahí. Tampoco la razón de su actuación, lo que le mueven a intervenir. ¿O sí? O por lo menos te lo imaginas. Llegan de repente. No los conoces. Pero te ayudan en ese momento de tu vida.
El servicio que te prestan es desinteresado, no piden nada a cambio . Y se emplean a fondo. Si no, no sería un servicio, no serían ángeles. Se llamarían de diferente manera. ¿Has tenido alguna experiencia de esto? Seguro. ¿Has sido, a su vez, alguna vez uno de ellos? Seguro que sí. Y quizás no te acuerdes porque no le diste importancia.
Esta vez estaba en una situación delicada de camino a la ciudad de Kansas City. Estaba en una gasolinera y, ni Juan ni yo, no sabíamos como explicarle a la dependienta que el surtidor, la bomba le llamaba Juan, no nos funcionaba. Después de unos momentos en los que estábamos atascados, un hombre que estaba detrás nuestro interviene: "¿Qué les pasa?"
Ya sentía estar protegido. Alguien que hablaba español e inglés y que quería ayudarnos. Y así lo hizo. 
Contento nos fuimos a nuestro coche e intentamos reanudar nuestro llenado del depósito. ¡Volvíamos a no poder hacerlo!  Miramos hacia la tienda y vimos a éste señor que salía de ella. Lo llamamos, pero él creía que nos estábamos despidiendo, y nos hizo el ademán de adiós. 
Insistimos a que se acercara. Y le comentamos el problema. Volvió con nosotros a dentro de la tienda, al mostrador de la gasolinera. 
La chica que nos atendió, y que se había quedado con mi tarjeta de crédito, no estaba. Habló con otro dependiente y, al cabo de un rato, encontraron la tarjeta.
Otra vez fuimos al surtidor, pues no dijeron que se pagaba en él. Las tarjetas, probamos todas las que llevábamos, no funcionaban. Eran de débito. Él volvió a utilizar la de débito, marcando que era de crédito. Un truco, decía. Y funcionó.
Este hombre, al despedirnos, nos dio su tarjeta personal diciéndonos que si teníamos algún problema más, durante nuestra estancia, que le llamáramos.
Me recordó la parábola del buen samaritanos que después de cuidar al herido, cuando tuvo que partir le dio dinero al encargado de la posada y le pidió que cuidara al hombre ( Lc 10: 33-34) .
Este señor, el ángel, durante este tiempo, unos quince minutos, nos dijo su nombre y apellidos, nos explicó que era originario de México, pero que desde su infancia vivía en Estados Unidos, y que había venido a España. Con alegría, y un poco de "coña", al saber que era de Sevilla, me dijo su nombre: Javier Franco Sevilla. ¡Era verdad!, así ponía en su tarjeta personal. Este ángel está identificado.
Además de servirnos, lo hizo con total dedicación y simpatía, ofreciéndose a seguir ayudándonos si lo necesitábamos. ¡Gracias, Javier, gracias arcángel!
Para la próxima la crónica completa de este viaje, tanto en EEUU como en Guatemala.

Y en el mes de noviembre
Vino el frío y con ello se acabó el huerto. Los últimos tomates y berenjenas cierran una bonita temporada que empezó sembrando las semillas en una almaciga en el mes de marzo. 
Es muy enriquecedor para mí tener el pequeño huerto. todo el proceso del ciclo de la huerta ha sido muy enriquecedor personalmente en muchos sentidos. Tener los frutos del mismo ha sido sensacional, también.
Ya se cayeron todos los membrillos que mi árbol. Muchos más que el año pasado. Con ellos y otros más hice carne de membrillo. Esta vez fui más arriesgado añadiéndoles nueces y madroños. Buen resultado aunque escaso, pues se reduce mucho el volumen una vez cocidos los membrillos.

Y noviembre es  época de madroños. Como el año pasado y con la presencia de mis amigos de Lora, fuimos a recogerlos al Cerro del Hierro. Además también recogí del madroño de mi patio.
De paso por Madrid hacia América, hice los mismo en el jardín de mi familia, recogiendo una gran cantidad de ellos. 
Según la experiencia de este año, el resultado es maravilloso.
Con la excusa de recoger los madroños, va siendo tradicional la presencia de amigos en mi casa.

 ¡Hasta la próxima, primero Dios!


La Giralda puede presumir de tener "hermanas" por muchos lugares del mundo.