jueves, 29 de diciembre de 2022

Siguiendo allí estando aquí

Eso fue lo que me pareció a mí al encontrarme a mi regreso de Guatemala a mi amigo Juan Manuel Sanz, guatemalteco, de Huehuetenango que andaba por España desde antes de mi marcha a su país. Había llegado con las amigas de Ixmucané a comienzo de noviembre y además de acompañarlas se dedicó a visitar lugares y familiares de sus antepasados. Guatemalteco y español, Juan Manuel es un enamorado de España sin menoscabar en nada su amor por la tierra que le vio nacer. 

Lo conocí  durante mi estancia en Guatemala. Fui conociendo antes a parte de su familia. Su hermana Concha, su primo Manrique, sus familias. Y desde entonces cada vez que he vuelto a Huehuetenango lo he visitado. Estuvo aquí, con su hermana y las de Ixmunané, el año en el que volví de América. Y también estuve paseando con él por Andalucía y por el sur de Portugal. 


Esta vez visitamos en el camino hacía Sevilla. Allí nos encontramos la ciudad adornada por Navidad. Estaba preciosa. Nos costó un poco ser atendidos en distintos restaurantes pero al final el que lo hizo nos hizo olvidar a los otros. eso queda ya para siempre para nosotros. Frases como "no está abierta la cocina" cuando pedimos una ración de queso o la de "abrimos dentro de quince minutos" al querer entrar en un bar abierto, dichas por camareros de los mismos, nos hicieron gracia y las recordamos varios días. La realidad es que Trujillo es preciosa y hubiera requerido una visita más amplia.


Unos días pasamos en San Nicolás del Puerto y otros en Sevilla. 

Aquí visitamos Cazalla de la Sierra, unos de los pueblos más grandes de la Sierra Norte y con bellos edificios. 

Al entrar en el casino estaba mi amigo Mario. Fue muy agradable la conversación con éste ya que nos contó muchas anécdotas del pueblo. Esta estancia nos sirvió a los dos a reponernos y descansar.

En el camino hacia Sevilla nos paramos en Carmona, una de las más bonita localidad sevillana. Las Iglesias, los edificios civiles y sobre todo el Alcázar del Rey D. Pedro.

El origen del Palacio probablemente sea musulmán y esta fortaleza podría haber sido usada por los birzalíes (de la tribu Bereber Banu Birzal) quien al mando de Ibn Abdallah quien intentó  poner en jaque a la Taifa de Sevilla a la que terminó perteneciendo hasta la reconquista. ​ Tras ésta fue tomado por los cristianos y reconstruido. 

Situado al oeste del recinto amurallado y en el punto más alto de Carmona, Pedro I lo hizo restaurar en el siglo XIV y lo convirtió en uno de sus palacios favoritos, presentaba una gran semejanza con el Real Alcázar de Sevilla, ya que a este rey le apasionaba el estilo mudéjar. Los Reyes Católicos levantaron el cubete y embellecieron las dependencias reales. 

En Sevilla estuvimos entre otros lugares, en Triana, en el Alcázar y en un "espectáculo flamenco". Éste por exigencia del guion, Juan Manuel quería hacerla por encima de todo. Y yo, condescendiente con el visitante, acepté. 

No siempre lo que piensas que son las cosas, sin verlas, resultan como te imaginas. Hay que verlas tal y como son. Allí solo había turistas y para ellos están hechos. Siempre hay una primera vez.

En Triana estuvimos en Cerámica Santa Ana, en la calle San Jorge, ya que quería llevar unos regalos a familiares y amigos. También nos sentamos en la calle Betis con la estampa maravillosa del río, del puente y de Sevilla. Hacer esta parada siempre es un lujo para los ojos.


En el 
Alcázar disfrutamos de este edificio como siempre. Juan Manuel quedó asombrado por el edificio. No es para menos. Es una preciosidad tanto los patios como las diferentes salas.
Los sevillanos, a los que nos es  gratis acceder, creo que no disfrutamos, como merece, este monumento que es el segundo más visitados por los turistas que vienen a Sevilla.

La familia de Juan Manuel vivió en la calle Laraña, número 2. Cada vez que viene le gusta ir a ver la fachada pues desde chico se acordaba esta dirección dónde vivió su padre.

Y de éste artista, y no sólo porque pinte lindo, me despedí el día anterior a que se machara a Guatemala. Su presencia hizo que siguiera teniendo presente, de alguna manera, a mi querida Guatemala ¡Siempre serás bienvenido!

¡Hasta la próxima, primero Dios!

Feliz año nuevo, amigos.


martes, 27 de diciembre de 2022

Y regreso

Volver desde Puerto San José, en el que se me hizo la estancia tan agradable, fue un poco amargo. No era solamente el fin de los días de playa, si no también la víspera de mi regreso. Los días se habían desarrollado, casi en su totalidad, como lo había previsto. 

Danilo volvía a  Huehuetenango y a mí me quedaba un día libre antes de tomar el avión de vuelta. 

Ese día tenía una cita con Emanuel, amigo de la casa Miller de Huehue, para cenar. Normalmente es el día que quedo con él. Vive en la capital desde hace unos años y siempre lleva pensado dónde vamos a ir. Esta vez tampoco me defraudó. Me llevo a la zona nueva de la capital. No parecía que estábamos en ella, pues tanto las avenidas son anchas y los edificios modernos y altos. Parecidos a los de cualquier ciudad desarrollada. Acostumbrado a vivir en el centro histórico, casi destruido y oscuro, esto me causó una buena impresión.

Cenamos en un restaurante situado arriba de un edificio altísimo, que tiene la curiosidad que gira sobre el eje del mismo y te da la oportunidad de ver toda la ciudad. Para mí la primera vez que veía tal cosa. Además Emanuel es una persona muy interesante pues busca mucha información de cómo se vive en España. Una excelente cena.

Al día siguiente, temprano, Sergio me llevó en su taxi al aeropuerto.

En él, y haciendo la cola para la aduana, me encontré con Eddy. Estaba detrás mía y comenzó por preguntarme alguna cosa. Me quedé junto a él las dos horas siguientes. Iba hacía EEUU para traer autos desde allí a Guate. Casado con un hija, trabaja en una finca familiar de piña. Y como para ser amistad no hace falta más que coincidir en algunas cosas importantes, pues ahí lo tengo en mi lista de amigos a los que vería la próxima vez. Tan entusiasmado estábamos hablando que escuché mi nombre por los altavoces pidiéndome presentarme en la puerta embarque.

Esta vez el periodo de tiempo entre la llegada a Miami y la salida hacia Madrid estaba más distanciado que el de venia. Me permitió almorzar en el aeropuerto con toda tranquilidad. Unos "camarones" (langostinos) empanizado y con lascas de coco, que estaban riquísimos. Era una exquisitez cubana, como la cerveza. Y con ese sabor de boca tomé el avión a Madrid, que siempre se me hace más corto que el de ida.

Atrás dejaba a Guatemala con el sentimiento de que quizás fuera la última vez que iría. Me sabe mal decirlo pues les prometí a muchos, y en concreto a los amigos que he hecho, que nos volveríamos a ver y dedicar más tiempo a algunos.

A Jaime lo veré, primero Dios, en España. Jaime estaba presente cuando me registraban al subir al autobús desde Xela hasta Guatemala. Al oírme hablar con el guardia de seguridad, me soltó: "De dónde eres". Le cogí el deje, y le dije: "Tú eres de Málaga". Exacto de Málaga es. Es Ingeniero que trabaja en una ONG instalando unos generadores en los cursos de agua para dar electricidad a pequeñas aldeas en lats zonas más recónditas del país. Estará allí unos seis meses. Prometimos vernos cuando vuelva.

Eso es lo bonito de los viajes. Conoces a gente magníficas con los que llegas a entablar unas conversaciones muy interesante.

 

¡Hasta la próxima, Primero Dios!


viernes, 23 de diciembre de 2022

Puerto San José


Había quedado con Danilo en llegar los dos el 1 de diciembre a Ciudad de Guatemala para poder ir al día siguiente a la playa. Él llegó a primera hora y pudimos estar casi todo el día paseando por ella.  

Nunca había ido desde la capital hacia el sur. Si siempre busco el ir acompañado, ir a un lugar totalmente desconocido lo hacía muy aconsejable. 

El departamento al que pertenece el puerto es Escuintla. He puesto la foto de la parada que hicimos en la terminal de esa ciudad cuando entraron tal cantidad de vendedores ambulantes que llenó de colorido el bus.

Este año no pude ir hacia mi playa preferida, pero el cambio no me decepcionó en absoluto. Tilapa, su hotel, estaba siendo reformado, algo que de verdad necesitaba. Ya ha sido abierto, lo que me hará tener que decidirme dónde ir otros años, si vuelvo a Guatemala. 

Al llegar ya sentíamos el calor del lugar, algo que busco ya que me encanta y es uno de los motivos de ir en noviembre - diciembre. Mi vecino Antonio me dijo que en el pueblo había llegado a hacer menos dos grados.

Cuando llegamos al hotel éste nos gustó por su limpieza, por la relación calidad precio, por la comida y por la gente que nos encontramos en  él. 

Entre estos estaban alojados tres "treintañeros", compañeros de trabajo, que desde una fiesta navideña de su banco decidieron ir a la playa a pasar unos días. Estaban un poco bebidos pero pronto nos hicimos amigos. 

En concreto llegué a hablar más con uno de ello, Edgar, que era muy abierto y agradable. En los días que coincidimos nos llevamos muy bien. Es uno de las tres personas con las que me he encontrado en este viaje y que recuerdo de una manera especial.

Y no fueron los únicos con los que compartimos un tiempo. Yendo hacía el Paredón nos juntamos con una partida de jóvenes que acababan de celebrar una victoria de Argentina. Y nos acogieron divinamente. 

El Puerto de San José es sin lugar a dudas una de las playas mas famosas y visitadas por los guatemaltecos. Sus playas, al igual que todas las del pacífico guatemalteco, lucen la poco común arena negra debido la proximidad de sus volcanes en constante actividad. Su población asciende a unos veinte mil habitantes.

El lugar cuenta con una buena infraestructura turística y una carretera en muy buen estado, lo que permite llegar en termino de 1 hora y 30 minutos desde la Ciudad de Guatemala, pasando de sus 20º a los 32 en ese tiempo. San José es un destino turístico especialmente de nacionales, sus playas son visitadas durante los fines de semana y especialmente en época de Semana Santa y Año Nuevo. A
lgo que hay que tener presente es la existencia de una autopista de peaje desde la capital a San José. La Playa, la importancia del primer puerto de Guatemala, así lo exige.
Los atardeceres son espectaculares. Personalmente creo que son los momentos más bonitos del día. Ver desaparecer el sol en el Pacífico lo es especialmente.

Tengo tantas fotos de los atardeceres que las pondrías siempre.
Poder almorzar en los restaurantes que se encuentran en la orilla del mar es también un gran atractivo de esta playa. Estaban exquisitas una conchas aliñadas que nos abrieron allí mismo y de las cuales Danilo es una buen partidario.

Y como la muchacha que vendía esas exquisita conchas, pasó por allí Luis Enrique, guitarrista que nos pedía 10 quetzales por dos canciones. Fueron más quetzales y más canciones. Con 68 años era su forma de llevar algo de dinero a su casa. Fue una conversación encantadora. No le importaba el tiempo. Allí se quedó un buen rato en el que nos contaba su vida y su afición a la guitarra. Antes de cada canción nos decía el tema y el estilo de la misma. Pasamos un rato muy agradable.
Hoy en día las instalaciones portuarias originales han dejado de utilizarse debido a la construcción del moderno Puerto Quetzal que se vio envuelto en casos de corrupción que llevo al presidente de la República Otto Pérez Molina a dimitir primero y a ser detenido, juzgado y condenado junto a la vicepresidenta. Puerto Quetzal ofrece mayor capacidad de carga e infraestructura moderna que permite el atraco de barcos de gran calado.
Aún quedan los restos del antiguo muelle del que se habla tantas cosas, como el desembarco de pasajeros y mercancías. 

¡Hasta la próxima, primero Dios!
¡Y Feliz Navidad!



martes, 20 de diciembre de 2022

Xela

Una de las ciudades guatemaltecas en dónde me encuentro más a gusto es Quezaltenango, nombre que le dieron los indígenas mexicano que la conquistaron junto a los castellanos. Se le conoce como Quetzaltenango debido a que los tlascaltecas, que venían acompañando al conquistador Pedro de Alvarado, divisaron grandes cantidades de aves en esta área a las que ellos en náhuatl llamaban quetzalis. Fue así entonces como pasó del nombre antiguo —Xelajú— al actual, Quetzaltenango, pues en su lengua "tenango" significaba lugar. Hoy se conoce coloquialmente como Xela.

Tras pasar por la capital me acerqué a esta ciudad. Emplee dos días para pasear por ella. Es una ciudad que ha mantenido un urbanismo respetuoso con edificios antiguos así como de sus calles en lo que sería su centro histórico. El ambiente es agradable y me parece bastante seguro, cosa que no es poco en este país.

Me gustó mucho entrar para cenar en un restaurante conocido y en el cual me llevé una sorpresa gratísima al ver como había sido su remodelación, pues era original, y además la comida esta exquisita.


En Xela vive mi amigo Rafael con su familia. Es el amigo panadero. Es un poco difícil quedar con él por el horario que tiene. También porque una vez a la semana va a otra localidad a vender pan. Y como no puede salir normalmente le encanta acompañarme a cenar en el "Tucumán" gambas al ajillo con el acompañamiento de una Cabro, la cerveza local. Conocido desde los primero meses  de la Casa Miller en Huehuetenango, hemos mantenido la comunicación continuamente. Ese lugar es un icono de Xela para mí.
El Pasaje Enriquez se encuentra en el mismo centro de la ciudad, en el Parque Central. La disposición de los principales edificios de la ciudad evidencia la síntesis de un estilo arquitectónico quezalteco muy diferente al de la Ciudad de Guatemala. 
Este Pasaje es donde se ubica el salón Tecún, una cantina restaurante donde el placer es tomar la cerveza Cabro alumbrado por velas y música en vivo. 

El restaurante, decorado en madera, que tiene el sabor especial de los locales de Baviera, es un lugar donde se da la interculturalidad entre hombre y mujeres de distintas nacionalidades. También se da, y así se lo hago observar a mis amigos, que las guatemaltecos de las etnias originarias del país brillan por su ausencia.   
Así mi estancia en Quezaltenango se me hace siempre muy amena.


¡Hasta la próxima, primero Dios!


lunes, 19 de diciembre de 2022

Río Dulce


Tenía programado en este viaje a Guatemala, compartir unos días, como siempre, con Pheter. A unos veinte días de mi llegada me dijo: "Ya falta poco tiempo para ir a verte mi hermano"
Ya en Guatemala recibo un mensaje en el que dice: "Siento mucho no llegar".
Con Pheter he tenido una relación de mucha cercanía. Puedo decir que siempre ha sido una compañía magnífica en Guatemala. Tenía mucho confianza con él algo de era recíproco.

Eso me llevó a escribirle al hotel, que había reservado en Antigua, para tratar de anular esa reserva. Hacía unos ocho días que había pasado la fecha para hacerlo. Me llegó un email que me decía que se había anulado la reserva sin ningún coste. Booking me gusta.
Al ver que él no vendría decidí ir a verlo a su pueblo: Río Dulce, de triste recuerdo. Parece que no volveré más allí. 
Me llevó unas siete horas llegar. Había pensado quedarme unos tres días en aquel lugar para después seguir con mi viaje, según estaba programado. 
Lo busqué en su tienda. "La que está a la entrada del Estadio" me dijo. Allí estaba con su mujer y su hija pequeña.
La reacción que tuvo al verme, la actitud que mostraba, la pasividad y frialdad de su mirada, me dijo que algo había cambiado en menos de un mes. No era sólo que no podía dejar la tienda para venir a verme. Había algo más que aún no he logrado descifrar.
Me sentí muy mal. Pensé que, a pesar de todo el tiempo que hemos pasado juntos, aún no comprendía su manera de pensar. 
Tomé un Tuc - Tuc y fui a buscar un hotel. De paso pasé por la terminal de autobuses para adelantar mi vuelta a la capital. No tuve más contacto con él. 
Cené, me acosté, desayuné sin ninguna comunicación con Pheter. Yo que estoy acostumbrado a vivir sólo, y llevar esa soledad con mucho "arte", experimenté esa soledad que es física, pero sobre todo, emocional. La que se asocia con sensaciones de vacío y refleja el anhelo de compartir la vida, o parte de ella, en mi caso unos días, con una persona determinada.

Cuándo ya estaba de camino de vuelta, sobre las tres de la tarde, me llamó preguntándome que dónde estaba, que pasaría por mi hotel en unos  minutos. 
¡Ya era tarde! 
Después le he escrito para decirle que, aun el fracaso de ese viaje, que él aceptó que fuera, yo era el mismo y que podía contar conmigo como siempre. Aún no ha leído este mensaje.
Un experiencia que marcó mi viaje y, quizás, el futuro de los mismos.

¡Hasta la próxima, primero Dios!

Algo así he sentido yo.