viernes, 29 de diciembre de 2023

Élite Pútrida

Así es cómo nos identificamos el grupo de amigos que, después de casi 25 años, nos seguimos  viéndonos año tras año, en Navidad, y a veces en algún que otro momento.

Formamos parte de un grupo del Junior en la parroquia de Juan XXIII después de que ellos hicieran la primera comunión. Son chicos del barrio e iban al mismo colegio, pues la mayoría eran vecinos. Conocía a sus familias y las relaciones con estas eran muy cercana. Estuvimos reuniéndonos semanalmente hasta que, ya jóvenes, pasaron a la universidad u otras opciones.  Pero nuestros encuentros continuaron. Este pasado miércoles nos volvimos a juntar.  De ellos unos están viviendo en el extranjero y el resto en España. Ya dos tienen hijos. A todos la vida les va más o menos bien. No estuvieron todos, algunos estaban muy lejos y otros trabajaban, pero fue un momento importante.


Lo que es central en estos encuentros es un juego de cartas. No nos jugamos nada, pero ser el primero o el último significa mucho y es un título, o una carga, que dura hasta el siguiente encuentro. La pútrida la aprendí de Benjamín durante mi estancia de tres años en Madrid. En otros lugares se le llama "pocha", pero como ese es el nombre por el que la conocí, así le denominamos. Y lo de élite porque se juega a un gran nivel.

Es un juego al que pueden jugar de forma individual de 3 a 6 jugadores (ocasionalmente se pueden ver partidas de hasta 8 o 10), aunque lo ideal es que se juegue entre 4 o 5. El juego consiste en adivinar cuántas bazas se van a conseguir con las cartas que han sido repartidas, para ello nosotros las marcamos con monedas de quetzales de Guatemala. También se apunta directamente en un papel para marcar las puntuaciones. Una baza es una ronda en que todos los jugadores tiran una carta a la mesa por turnos y siguiendo unas reglas fijas. Solo una carta se impondrá entre todas las de la mesa y ese jugador será quien gane la baza.


Que después de tantos años nos sigamos viéndonos periódicamente es uno de los regalos que me puede dar la vida. Hombres ya, a los que conocí cuando tenían nueve y diez años. Hasta la elección de las carreras que iban a hacer, quizás de las últimas reuniones, la decidieron en el equipo.
¡Gracias amigos!

¡Hasta la próxima, primero Dios!












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