domingo, 19 de diciembre de 2021

Vuelta a Huehue


Desde la Capital me dirigí hacia Huehuetenango vía Xela. En esta ciudad, dónde viví tres años, y he vuelto todos menos el pasado, visité en noviembre a algunos amigos como ya he manifestado en anteriores crónica.
Aquí, comentando las fotos, iré describiendo cómo fue esa estancia.

Viajar por Guatemala, si se quiere hacer de una manera original, hay que montarse en la autobuses de parrilla. Y, se debe hacer, por varios motivos: por encontrarse en una medio utilizado por la gente más popular. Es difícil encontrar en ellos alguien que sea "blanquito" como yo llamo a los guatemalteco no indígenas, pies suelen tener carros. Es el medio que mayoritariamente he utilizado. Como es compresible es el medio más barato, pero no por eso más lento. Van muy rápido lo que hace que sea una viaje un tanto arriesgado ya que además las carreteras no están en buen  estado. Son antiguos autobuses escolares de los EEUU repintados con colores muy llamativos.

Esta vez, como en otros autobuses más convencionales, no había ninguna reducción de viajeros con motivo de la pandemia. Como siempre no hay límite de pasajeros. Es normal que haya tres por cada asiento cuando estos son de dos. Y no sólo eso en el pasillo también se aceptan personas entre los asientos.
Los niños son aceptados. No pagan y los mayorcitos deben ir de pie. Los demás van en brazos de su padres, generalmente madres. O hay pasajeros, cuando estas van acompañadas de varios hijos, que aceptan tenerlos en brazos. Otros van todo el viaje "parados". También es normal, que cuando los niños son mayorcitos, sus piernas estén en el regazo del viajero de al lado. 

Huehuetenango no ha mantenido el urbanismo del tiempo del virreinato. Los grandes monumentos, a excepción de los construidos por los mayas como Zaculeo, son  posteriores pues han sido edificado en tiempos de la República como el Ayuntamiento, Departamental, Catedral. Sólo existen unas pocas casas y calles que más o menos merezca la pena visitar.
Sin embargo hay costumbre, fiestas, mercados, paisajes... que bien merece una visita a Huehuetenango y a todo el departamento.



Han transcurrido 138 años desde que se concluyó la edificación de la Catedral de Huehuetenango, ubicada en el corazón de la ciudad y cuya representación religiosa e histórica es un ícono para católicos de los 32 municipios. La diócesis fue erigida en 1967.
El templo, también conocido como iglesia de La Inmaculada Concepción, patrona de Huehuetenango, fue iniciado por el sacerdote Juan Bautista de Teherán, en 1867, y terminado en 1874 por el clérigo Manuel Vicente Castañeda y Muñoz. 
Es de estilo colonial. En su interior, hay una nave principal, con arcos al centro del edificio, y dos naves laterales.
Según hallazgos de cubos de argamasa, objetos de cerámica y tinajones funerarios mames -de la etnia Maya Mam- durante la construcción de los cimientos, a dos metros y medio de profundidad, la catedral podría estar edificada sobre un templo maya o un cementerio.
Los terremotos han hecho destrozos en la misma. El de 1976, gran terremoto que afectó a todo el país, dañó el templo, que fue restaurado varios años después. Y el 2017 también y por eso fue clausurado durante cuatro años. El 11 de Marzo  de 2019 se iniciaron los trabajos de restauración de nuestra Catedral en Huehuetenango que sufrió daños por el terremoto de 2017 y por falta de mantenimiento.

Y allí me encontré con Rodrigo, amigo al que conocí  en su lugar de trabajo; con el doctor Mynor al que me une una gran amistad y al que acudo cuando tengo alguna enfermedad como ha ocurrido también en este viaje; con Carmen, una murciana más hermana que amiga y  con la que tengo una gran confianza; con mi amigo Danilo con el que querría haber tenido más ocasiones para compartir con él; a la familia de Ernesto, Hellen y Emilie, que me tratan como si fuera uno más de la familia; con la familia de José Manuel Sanz, en una gran comida en su casa con sus hermanas y señora ; con su primo Manrique, Carmen y sus hijos; con las hermanas clarisas en su monasterio; con Diego, Sebastián y sus padres Charlie y Mynor con Monserrat, y otros amigos. Siempre es una suerte estar a su lado. El cariño y cercanía de todos mis amigos en Huehuetenango me hace muy feliz. 
Pues así fue esta estancia de tres días en el que disfruté de pasear por las calles y en el que me saludaron muchas personas que me recordaban: dónde desayunaba, dónde comía o cenaba; en la visita al doctor o en las calles. Es un disfrute experimentar esto. A ver si puedo volver a esta querida ciudad. 


¡Hasta la próxima, primero Dios!