Volver a Guatemala es romper el paréntesis de no estar en ella. A los dos días de llegar, ya estaba haciendo, con un matrimonio amigo, una posible ruta para acompañarlos el año próximo.
¡Siempre me quedará Guatemala! Pero esta frase -a diferencia del «Siempre nos quedará París» que le dice Rick a Ilsa es decir, Humphrey Bogart a Ingrid Bergman, en una de las secuencias cruciales de 'Casablanca', y que ha quedado en la memoria colectiva cinéfila como sinónimo de una suerte de antídoto contra la melancolía- para mí no significa lo mismo, pues si ellos no se verían nunca, en mí se hace realidad cada año.
Guatemala me llama hacia ella. Y Guatemala me recibe en sus espacios naturales, en sus colores, en sus flores, en sus gentes, en mis amigos, en sus comidas y bebidas, en sus tiendas, en sus comedores, en sus buses...
El recibimiento que me dan éstos es maravilloso. Desde mis amigos más cercano hasta el de la recepción del hotel o el taxista que me conocen años tras años, como la de la señora de la tienda-bar de la playa de Tilapa, destino seguro en mi estancia en Guatemala, que me recibe con "Ya le echábamos de menos".
Suelo ir acompañado de amigos en mis viajes. Por seguridad primero y por ir con otro, pues no es lo mismo que ir sólo. Hago el presupuesto del viaje para dos personas. Y le agradezco mucho su compañía. Son personas con las que llego a estrechar mi amistad.
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