Había llegado Sefe la noche anterior a Huehuetenango para poder ir, juntos y temprano, hacia Xela. Una vez allí tomamos el autobús hacia Coatepeque para más tarde tomar el de Tilapa y llegar en lancha a la Playa de Tilapita.
En Coatepeque nos paramos a almorzar en el comedor al que suelo acudir. Está cerca donde nos deja el bus de Xela y donde se toma el bus a Tilapa. Teníamos una buena hora, las dos de la tarde.
Habíamos pedido la comida y nos la habían servido. En ese momento, y al coger el costalito negro que llevo encima siempre, me doy cuenta que me pesa menos de los normal. En él llevaba -en una carterita típica del país- el pasaporte, el certificado Covíd, un cartón con unos pendientes comprados en Antigua, unos euros, además de otras cosas pequeñas. Y la abrí y observo que la carterita no estaba.
Mi asombro, y el de Sefe, fue total. Creo que para un turista es lo que más miedo le da. Yo no me preocupé. ¿No sería el primer turista al que se le extravía el pasaporte? Habría una forma de salir del país. Por otra parte llevaba en la cartera mi DNI y eso me serviría para identificarme. Esto me daba mucha tranquilidad. En seguida llamé número de teléfono de la embajada que salta en cuanto llegas al aeropuerto de La Aurora.
Magnífica ayuda. Mi interlocutor, con gran amabilidad, me dijo lo que tenía que hacer. Lo más rápido posible poner una denuncia en la comisaría de la policía de la ciudad. después acudir lo más pronto posible a la embajada para solicitar un salvoconducto. No fue difícil. También me lo dieron en un periodo establecido. Además de una manera muy cordial.
Lo que hicimos después fue anular nuestro programa y volver a Xela, descansar en el hotel y para ir el día siguiente a la capital. Al llegar a Quezaltenango fuimos al Consulado honorario para comentarle la situación a la cónsul, mi amiga Yolanda. Ella me atendió, pero era en la capital dónde tendría que ir.
Así fue. Hice lo que me dijeron. Estuvimos dos días en Guatemala. Al día después de llegar puede ir al consulado general, que está en la embajada, y solicitar el salvoconducto. Éste no se da en el momento. Me dieron cita para tres días antes de mi viaje.
Todo esto me obligó a rehacer todos mis planes. Sefe se fue, y vino Pether. Más tarde Sefe y yo pudimos vernos unos días más tarde para ir a Tilapita.
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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