Al llegar esta tarde a la iglesia y al ir a sentarme en la banca en la que suelo ponerme observo que la estufa de gas estaba encendida al lado de la misma. No hay muchas estufas en la iglesia. Tampoco somos mucho los que vamos a misa el miércoles. Por eso se puede ponerlas allí donde se sientan los asistentes. Creo que son cinco los calentadores que hay. Tres de ellas las reconozco. Compré cuatro cuando estuve en San Nicolás. Una de ella creo haberla visto en la casa de la cultura. Ahora se han comprado dos. Hace mucho frío en la Iglesia. Pero no era de esto el motivo que me hace escribir esta crónica. El motivo era el detalle del que ha encendido esa estufa sin estar yo. Y acercarla al banco en el que me siento. Me encantó.
Y este gesto me llevó a pensar lo que me había pasado esta tarde. Creía que la misa era a las cinco y media. Por eso salí de casa hacia las cinco menos diez. Al llegar a la parroquia observo que el horario de la misa es una hora más tarde. Decidí dar una paseo hasta que fuera la hora. Esto me lo insinuó también la hermana Carla a la que .me encontré saliendo de su casa. Me lo dijo también con mucho cariño.
Un poco más adelante me encontré a Trini, suegra de Cristina Parrón a la que me une un cariño especial desde siempre y que ayer dio a luz a una niña. He seguido un poco su embarazo. Le di la enhorabuena y seguí mi camino. Me encontré feliz por ellos.
Ya en la vía verde que pasa por detrás del pueblo paralela al Huéznar saludé a Manolo Fernández, el "Batán". Lo vi de espalda casi al final de la vía verde. Le rodean las gallinas sueltas alrededor del corral que tiene allí. Estaba sentado. Me lo imaginé contemplando la naturaleza que nos envolvía. Cuando llegué a su altura y darle las buenas tardes me dijo que estaba cortando las bellotas para ellas, pero decía que no estaban por la labor. Estaban picoteando en el suelo algo que les sabía mejor. "Se las meteré dentro del corral para que las coman después", me dijo.
Y al final de la vía, en su terreno, hablé con Avelino padre. También me habló de las gallinas y del precio en el que se han puesto los huevos, siendo un alimento básico. También tiene una granja con ovejas, cabras y gallinas.
Terminé mi paseo. Vine a mi casa y, a su hora, volví a la Iglesia. Y es ahí donde encontré la estufa dirigida al banco donde me suelo ubicar. Y allí comencé a recordar y a dar gracias al Padre por todas esas personas con las que me encontré: su serenidad, sus detalles, su manera de hablarme, su cariño hacia mí. Me sentí muy afortunado por vivir aquí y por la gente que me rodea.
Tengo que añadir que en todo momento, y ahora mismo, tengo presente a mi hermana M. del Carmen que está sufriendo mucho.
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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