
Pasear, caminar, es algo que estoy realizando con más o menos asiduidad. Es algo que me produce mucha felicidad física y mental. He buscado información sobre cómo lo debo hacer.

Esto es lo que intento hacer. A la semana voy haciendo, si el tiempo lo permite, unas dos salidas de dos horas cada una.
Esto viene a ser superior a los 22 minutos al día todos los días (o 30 minutos cinco días a la semana) que recomiendan los estudios. Así nuestro cuerpo se empieza a notar la diferencia. Y no solo a corto plazo ya que otra de las conclusiones a las que se llegaron en el estudio referido fue que las personas que cumplían estas pautas tenían un 20% menos de riesgo de morir que aquellos que no se movían.
En cualquier caso, se debe recurrir también al sentido común. Los 10.000 pasos no solo se pueden hacer con mayor o menor velocidad, sino que el ejercicio físico que representan es diferente entre personas de distinta estatura, o entre hombres y mujeres, o entre alguien que practica deporte con regularidad y alguien con un tipo de vida sedentario, o entre jóvenes y adultos mayores. Lo fundamental, en cualquier caso, es evitar el sedentarismo y ponerse en movimiento.

Eso sí, el ritmo al que se haga es también importante. Se recomienda caminar a un paso medio-alto, ya que también se ha demostrado que este ritmo es el más adecuado no solo para vivir más sino que es la única manera de que nuestro cuerpo queme calorías. No obstante, se aconseja empezar a un paso tranquilo e ir aumentando de manera progresiva. De esta manera no solo nos iremos habituando al ritmo, sino que además evitaremos lesiones.
Otra cosa que podemos hacer también es salir a caminar después de comer y esa es, en este tiempo primaveral lo que intento hacer. Se ha demostrado que un paseo de 15 minutos tras la comida ayuda a bajar el nivel de glucosa en sangre, lo que puede prevenir futuros casos de diabetes y mejorar el control de quienes lo padezcan.
¡Hasta la próxima, primero Dios!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario