El domingo 4 tenía lugar la celebración del bautismo de Pablo como ya narré en crónicas anteriores, explicitando por qué iba a ser su padrino. Nunca había sido padrino de ningún niño. Me llenaba, y me llena, de ilusión.
Claro que la lejanía me va a impedir realizar esa tarea propia de un padrino. Aunque pensando un poco creo que al mío lo vi, consciente, una vez en la vida: D. Ángel. Con mi madrina, sí que ejercí de ahijado y ella, a su manera, de madrina: mi tía Barbarita.
Pues muestro aquí algunos momentos de esa ceremonia que me une, aún más, a esta ciudad, a este país. Mi reconocimiento, agradecimiento, mi cariño hacia sus padres Carlos y Lorena.
A la ceremonia, a la misa que se desarrollo el bautizo, asistieron mis amigos Sharley, Mynor, Diego y Sebastián, conocidos de los padres de Pablo.

¡Hasta la próxima, primero Dios!
Escribir esta crónica junto con una familia en la piscina del hotel con once personas y evitar que me invitasen a cerveza de los hombres de la familia que llevaban 12 cervezas, y que estaban un poco ebrios, es todo un arte. Me querían invitar a toda costa. Yo bebía lo mío en una botella de coca cola, y no me apetecía la cerveza. Me costaba centrarme en escribirla, pues traían unos altavoces con el volumen de la música todo alta.
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