Estoy viajando desde Charlotte a Nueva York. Son las 11:16 del 4 de abril. Desperté a las 4,50 de la mañana. Llevo 7 horas vividas intensamente. Había preparado la maleta antes de dormirme. Con media hora tenía bastante. Recibo la factura del viaje que iba a realizar al aeropuerto en un coche UBER y que había contratado tres días antes. En la factura ponía el servicio desde el hotel hasta el aeropuerto. También la hora de recogida, las 5:20 am.
Voy a recepción con diez minuto de antelación. Pasan unos minutos y llega un coche. Le pregunto si era un UBER y me dice que sí. Voy a entrar, me pregunta algo que no entiendo, le digo mi nombre y me indica con los dedos que espere un poco. Otro señor se adelanta y se mete en el coche. Le pregunto cómo puedo conectar con el mío, y me dice en inglés que llega en un minuto.
¡Ya pasó la hora! En esto llega un taxi. ¿Un milagro? El hotel está en una zona cerca del aeropuerto pero muy aislado. No hay casas ni comercios. Por eso contratar al UBER. Las enseñanzas recibidas de mi amigo Yonathan. Son las 5,30. El avión a Charlotte sale a las 6,38. Le digo al taxista: ¿Uber? Y el me lo niega. Se me queda mirando. Yo también lo miro, y le digo: ¿Aeropuerto? Y me meto con la maleta en el taxi. Ya en marcha me dice "Tuenti dólar". Le contesto "OK. Tuenti dólar".
Pienso que tenía que haber salido antes. Cuando veo en "Llegadas" la cantidad de coches y taxis que están delante nuestro le hago una señal al taxista de que me bajo. El me dice que América Air line está mas adelante. Lo intuyo.
Llego, hago el Che King en un ordenador. Veo algo raro. Uno de lo billetes no es tal. Hay algo escrito en inglés. Al doblar el pasillo que me han indicado, la cola en zigzag para pasar el control y el escáner es grandísima. Tardo unos 20 minutos en llegar al control de la policía. Perfecto. Meto la maleta, los zapatos, la correa, el costalito negro, la gorra, las bragas... en las bandejas y paso el control que parece una radiografía. Ese que te meten en un cilindro de cristal y tienes que poner las manos por encima de la cabeza. Perfecto.
Voy a recoger mis bandejas. Recojo todas pero la de la maleta es echada a parte en otra cinta. Hay más en esa cinta. Una policía las va revisando con toda la lentitud del mundo. Ella no tiene prisa. Saca botellas de agua, cebollas de flores para plantar, móviles... de las maletas anteriores a la mía.
"¡El ordenador!" Ya sé por qué me la han apartado. Exactamente. Abre la maleta. Pone el ordenador en otra bandeja y lo lleva otra vez a escanear las dos bandejas: la del ordenador y la de la maleta.
Son las 6:14. Pasa la del ordenador, pero la de la maleta no. Otra vez a la cola con tres maletas antes que la mía para revisar. "Los líquidos", pienso yo, aunque he tenido la precaución de que sean pequeños.
Ella busca otra cosa. Y va por un recuerdo de Nueva York, macizo, que me regaló Saraney. Lo ve y me da la maleta.
Corro a una pantalla donde veo las salidas. D 21. ¡Las prisas no son buenas!
Corro hacia el tren que une las terminales. Tarda, viene, me monto, pasa la T, la A, la B, la C y me bajo en la D. Subo a la puerta D 21. No hay nadie. Le pregunto a la azafata de la puerta de al lado. Mira el billete. Puerta T 12 me indica con el dedo y lo rodea con un bolígrafo. Lo miro otra vez.
Vuelvo corriendo otra vez al tren. Allí veo la hora. 6: 35. Tarda. Llega. Corro. Llego. ¡Vuelo cerrado!
Le doy a una de las azafatas, que aún están en la puerta, mi boleto. Sin decirme nada comienza a teclear, sin mirarme. Al cabo de un rato me da dos billetes, para Charlotte y para Nueva York, ya actualizado. Perfecto tengo tiempo para enlazar con el vuelo de Iberia a las cinco de la tarde.
Me tomo una super madalena con un jugo de manzana y voy a esperar en la puerta. Hay tiempo. Miro el billete y observo que no tiene impreso el asiento. Voy donde las azafatas, lo miran, y me hacen señal que después. No entiendo. Cuando comienzan a llamar por grupos, vuelvo a ir y una de ellas me dice "Estambay". Esa palabra aparece por la pantalla con una lista. La había visto durante la espera. La observo y no llego a comprenderla. Había cuatro letras mayúsculas y un número de orden.
Y al cabo de unos minutos lo entiendo. Yo estaba en ella en el puesto 11 con las letras: DELA. Ese era yo. En los billetes no aparece González, se creen que es mi segundo nombre, ya me pasó en el aeropuerto de Kuala Lumpur en el 1991, y aparece el segundo con la inicial de mi nombre.
Poco a poco comprendo que soy el undécimo de la lista de espera. Fue unos momentos increíbles. La azafata de las pestañas postizas empezó a contarnos en la fila de los que esperábamos. Yo entraba en el avión por el momento. Pero llegaban pasajeros con asiento e iban quitando gente de la cola de la lista de espera.
Ya se acercaba a mi. Pero otra azafata, la del chaleco amarillo, se acercó. Me dio el identificador de maleta, esas de las que bajan a la bodega del avión en el último momento. Ésta me dijo que me metiera en el pasillo que lleva al mismo. Cuando ya andaba, la de las pestañas me dijo que me parara. Me paré. Pero se dedicó a las que venían detrás de mi y seguí.
Ya en la puerta del avión estoy en la cola de los entran en él. Un trabajador me agarró la maleta. Llega la azafata susodicha y se pone entre la familia que estaba delante mía y yo. El trabajador me devuelve la maleta. Mi corazón late un poquito acelerado. En la puerta del avión y sin saber si iba a entrar.
Al momento la azafata del chaleco me hace el gesto de que pasara y le doy mi maleta al que debe ponerla en la bodega. Estoy dentro del avión. ¡Hurra!
He titulado esta crónica "un poco de tensión". Juzguen ustedes, amigos.
Pero no había terminado el día. Esto se ha repetido camino de Nueva York, aunque más suave. Al llegar a la puerta para embarcar hacia Nueva York era el séptimo del la lista de espera. La maleta, me dijeron, iba ya en el avióna Nueva York desde Atlanta. Me han llamado por mi nombre cuando había entrado ya más de la mitad del pasaje. Me he puesto muy contento. No habrá problema para conectar con mi vuelo a Madrid. "¡Bien! Respira Alfredo que llegaras
a tiempo". Esta situación ha sido un poquito más suave.
a tiempo". Esta situación ha sido un poquito más suave.
Lo único que he ganado es que me han puesto en butacas con más espacio. Una vez donde está las salidas de urgencias y otra en la separación entre turista y zona vip.
Ya continuaré describiendo éste magnífico viaje.
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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