La elección de los sitios a los que he ido a EEUU, ha sido porque en ellos viven amigos míos. Amigos que hice en Huehuetenango mientras vivían en la Casa Miller, de la Salle, y que ahora están trabajando en el país del norte. Es increíble cómo ha emigrado tanta juventud guatemalteca a él. Un dato lo confirma. Es el segundo país, después de México, que recibe más remesas, señal de la cantidad de nacionales que viven en él. Ninguno está "legalmente" en él.


Vive en un pequeño pueblo el sur del Estado de Pensilvania. En la casa, donde viven de alquiler, habitan 8 otros familiares. En total unos ocho sin contar otra familia que vive en el piso superior. Son la etnia Mam idioma que hablan entre ellos.
Pude estar con él tres días ya que le dieron permiso para no trabajar, y no ganar, el viernes y el sábado. Fuimos a Nueva York.
El domingo me invitó a almorzar con su hermana, su cuñado, su sobrino, su hermano y él. Una comida de familia cerca del pueblo donde vive. Los conocía a todos de la fiesta de graduación de él. Precioso ese momento. Precioso los momentos de intercambio de vivencias.

En la casa viven los tres hermanos. Jorge vive con su esposa e hija en otra casa. Todos trabajan en el mismo restaurante mexicano.
Con Juan he viajado varias veces durante mi estancia en Guatemala. Me une una fuerte amistad y nuestra relación es continua a través del wasap. Es muy del Barça.
Los tres llegaron por el desierto. Son "ilegales". ¡Una sociedad que necesita mano de obra, pero no le da legalidad! Los mantiene ocultos como el dinero negro. La única identidad legal se la da su consulado. Una especie de carnet de emigrantes. Y es la que muestran cada vez que les piden que se identifiquen. Pero ella no le permite sacar el carnet de conducir, tener cuentas bancarias, hacer contratos...
Estos hermanos, bajo la dirección de Juan, el mayor, tienen muy claro la razón de estar en EEUU. Juan, que dejó en su pueblo a su mujer, lleva unos seis años y los otros menos. Juan Carlos llegó al terminar secundaria. Siempre recordaré las palabras que dijo como resumen de su paso por el desierto: "Entré en él como un niño y salí como un hombre".
Ahorran como buenos emigrantes. Ya han construido en el pueblo en Guatemala la casa de sus padres, la de Juan, la de Juan Carlos y ahora van a comenzar la de Heriberto. Éste llego el último. ¡Y todo lo pagan entre los tres! Se nota mucha madurez en sus comportamiento.
Estaba junto con Juan y, en un momento de silencio, mirando algo, Juan me pregunta: "¡Te preocupa algo, Alfredo!". Me encantó ese detalle. Estuvimos dos días recorriendo el Estado de Illinois paralelamente al Mississippi.

Enrique comenzó de pintor y ya tiene una pequeña empresa. Le va bien. También pasó lo suyo emocional y económicamente.
Aunque cobran relativamente suficiente, trabajan hasta doce horas. Vinieron a recogerme al hotel sobre la nueve de la noche del viernes al terminar de trabajar. Llegamos pasadas las diez al pueblo. Habían salido de sus casas a la seis de la mañana. Eran Sergio, Miguel, Manuel, Cristofer y Alexandro al que conocí hace cuatro años. Todos jóvenes. En la furgoneta llevaban una caja de cerveza. Al llegar al pueblo siguieron bebiendo sin parar.
Por el estado de ella no pudimos estar más tiempo juntos. Pienso que Enrique se quedará ya para siempre en EEUU. (Cuando transcribo esta crónica ha nacido la niña). Él y algunos de sus empleados son de etnia Q'anjob'bal. Hace tres años lo vi jugar en un equipo de futbol en la que todos eran de su pueblo.
Aunque siempre es un placer viajar, hacerlo con el motivo de estar, acompañar, compartir, animar a personas ya adultas, pero que conocí cuando apenas tenían dieciocho años, añade un plus muy especial al viaje. Ser acogido como parte de su familia, invitarme a sus bodas, presentarme a sus amigos como el "amigo del alma"... te hace sentirte muy a gusto. Verlos que tienen un futuro más o menos claro es también motivo de felicidad a pesar que están lejos de su tierra, de sus gentes, e incluso de sus familias. ¡Gracias hermanos!
!Hasta la próxima, primero Dios!
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