Los medios de comunicación han escrito su biografía. No era difícil porque fue muy mediático. Me ha gustado leer que cuando le decían que su mensaje no dejaba indiferente a nadie decía: "Lo grave sería que lo que dijera el cardenal importara un comino".
Y así era: un obispo libre que siempre supo lo que tenía, o debía, hacer. Siempre poniendo por delante su fidelidad al Evangelio. Y con ello rompía muchas barreras en una ciudad "muy barroca" y anquilosada que arrastraba a la Iglesia.
Yo a mi manera le ofrezco mi humilde homenaje. Fue un pastor especial. Cuando más se arreciaban las tensiones entre el gobierno de Zapatero y la Iglesia estuve en una congreso organizado por la Conferencia Episcopal Española y su palabra fue lúcida como siempre: "La Iglesia no puede conducir con la luz corta, es necesario conducir con la luz larga".
En San Nicolás, como en toda la diócesis, se le quiere mucho. Nombró a San Diego patrón de la Sierra Norte. ¡Venía con alegría! Siempre nos decía lo importante que era San Diego para los franciscanos, el primer santo franciscano español y único santo del siglo XVI.
Dos comentarios de dos mujeres del pueblo: "¡Nos abrazaba cuando lo saludábamos!" y "Lo llevamos al Martinete y entró en la cocina a saludar a las cocineras". Tenía un gesto para cada quien y siempre con una palabra y expresión en su rostro de cariño. ¡Qué sencillo y qué evangélico! ¡Y qué poco cuesta!
Y como algo especial, que fue todo un regalo para mi madre, es la comida en mi casa de Juan XXIII. Creo que todos lo recordamos entre nosotros con alegría. Imagen que perdurará mientras vivamos. Gracias por acercarnos con su estilo al amor de Dios.
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