Viniendo hacia mi casa de vuelta de la parte de arriba del pueblo, paseando tranquilamente, apoyándome en el paragua cerrado, pensé en lo que me había pasado esta mañana en el breve tiempo que ha transcurrido desde que me he levantado.
Ayer estuve en Zafra acompañando a Julio, sacerdote de Las Navas, que iba a ver a unas monjas clarisas que conoció cuando estaba restaurando el retablo de su iglesia. Julio es licenciado en Bellas Artes por la universidad de Sevilla y en el verano, mientras estudiaba, trabajaba como auxiliar de los restauradores.
Conducía el coche Alfonso, acompañado de su mujer Carmen. Por ello me levanté más temprano de lo normal. Así que el día le debía unas horas al sueño. Me encantó volver a Zafra dónde había estado a finales de septiembre en la feria del ganado. Mientras Julio hablaba con las monjas, nosotros fuimos a dar un breve paseo por la ciudad.
Hoy, me levanté a las once de la mañana. Tengo que decir que aunque me levante varias veces durante la noche a causa de mi próstata, cojo el sueño de inmediato. Sonó la alarma a las diez, pero decidí cobrarme la hora que me debía el día. Cuando me desperté de nuevo ya eran las once. Así que había dormido unas diez horas y medía. Arreglé el dormitorio, el comedor, hice mis veinte minutos de "ejercicios en silla", subí a ducharme y, cuando bajé, el teléfono suena. Era José Antonio que me invitaba a tomar una cerveza en El Loli a la una. Mañana, nuestro día habitual, no podía. Eran ya las doce cuarenta y me vestí para ir. Cogí un bote de licor de membrillo, otro de mistela y una tarrina de compota de membrillo, para dársela a Nicasio.
Al subir hacía El Loli me encontré al comienzo del puente nuevo a Maruja que estaba dado una vuelta cogida del brazo de la asistente de servicio de domicilio, Macarena. Me dice Maruja: "Aquí venía hablando malamente de ti". Maruja tiene noventa y dos años y se encuentra relativamente bien. Yo le saludo constantemente cuando paso por su puerta. La quiero mucho. Yo le digo mientras le doy un beso en la frente: "No me lo creo". La sonrisa, compartida por los tres, indicaba lo contrario de lo que me decía Maruja.
Paso el puente y desde el coche pita Diego Manuel y, mostrando un billete de cincuenta euros, me dice: "Dale esto a Víctor, que lo voy a perder". Llego a la tienda y le doy le billete a Víctor.
Subo por la escaleras de la calle Real y me encuentro a una vecina que me dice: "¡Hola, ¿Cómo vamos?!" "¡Pues aquí. Haciendo un esfuerzo para subir los escalones"! Y ella me hace alusión a que ya vamos siendo mayores. Aún terminando los escalones, Manolo, el veterinario, cruza la calle para saludarme, dándome la mano. Estaba llamando por teléfono.
Llego al Ayuntamiento y recibo la bienvenida agradable de los funcionarios del mismo. Subo al despacho de Nicasio y le dejo cerca de la mesa lo que le llevaba. Él no estaba.
Salgo dirigiéndome a El Loli y allí estaba en el mostrador José Antonio, Diego y Reinaldo. Los saludos, y me tomo mi cerveza grande sin alcohol que es lo que me tomo para quitarme la sed. José Antonio me da un bote de mermelada de Ciruela Anís, 2024, elaborada por su esposa, Dolores.
Una vez tomada la cerveza y los aperitivos que gentilmente nos ofrece Miguel, dejo allí a José Antonio y vuelvo a casa. Me paso por el Ayuntamiento y sigue sin estar en él Nicasio. Me dicen que esta en el Club, Casa de Cultura hoy, preparando el montaje del Festival Internacional de Cortos de Terror que se celebra la próxima semana.
Bajando, paso por Maroma, la tienda de Robledo, para comprar un pegamento que me había traído Manolo de Sevilla. Me lo da, pero no sabe el precio. Me dice: "¡Ya me lo pagarás. No lo voy a apuntar, eh!". Vaya, ¡Con la mal cabeza que tengo! "¡Recuérdamelo cuando entre otra vez. Aunque haya gente!" "¡Sí, claro!", fue su respuesta.
Y así pensando, pensando, voy caminando a mi casa rumiando todo lo que había vivido en un momento. Lo bonito que son las relaciones con la gente de mi pueblo. ¡Y me llenó de alegría!
Pero aún tenía un epílogo esta mañana, ya tarde. Al llegar a casa, donde me dejé el móvil, tengo una wasap de Nicasio: "Niño esto que hay en mi despacho, qué es ¿Pa' mí? ¡Hu' que bueno! ¡Qué buena pinta to'. Hu ¡co' lo golindro que soy! ¡No te digo trigo! ¡Esto cae entero! ¡No va a tardar na'! ¡Así que na', bueno! ¡Muchísima gracias mi arma! ¡Venga, un besito!"
Es para congratularse en todo momento. ¡Si soy feliz en mi casa, donde me paso los días entero sin salir; cuando salgo vuelvo también con una gran felicidad!
Tener o ser. ¡No quiero tener éxito, quiero ser feliz! El ser feliz es un modo de vivir, es una manera de interpretar la vida. La felicidad tiene que ser comunitaria. No hay felicidad en solitario. Es como te plantees vivir. En que vas a poner tus objetivos.
¡Gracias Padre por la vida sencilla, serena, tan gratificante que estoy viviendo!
¡Hasta la próxima. Primero Dios!
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