Me había dejado mi amigo y taxista Sergio a la puerta de la entrada a dicho aeropuerto. Me mostró su preocupación por mi estado de salud, pues sabía que no estaba bien. Me deseaba que el largo viaje que me esperaba, de casi veinticuatro horas, me fuera bien. Y le dejé, como me dijo después, intranquilizado por mí. Como equipaje llevaba una maleta y una mochila. Lo normal para un viaje que iba a durar casi un mes. Iba, porque duró un poco más de una semana.
Pregunté a la empleada que está a la puerta de entrada del aeropuerto, dónde se encontraba Delta. Y me indicó en la parte derecha de la sala de facturación. Al llegar vi una gran cantidad de personas en fila que salían de los mostradores de la línea. Fui entonces cuando al verlo le dije que si esa era cola de Delta Airline. Su respuesta fue maravillosa: "Sí es esa. Pero, ¿se encuentra usted bien?".
Mi respuesta, entre asombrado y derrotado, fue que no me encontraba bien. Él hace una señal a una persona. Esa persona, al segundo, trae una silla de rueda. Me dice que me siente. Uno empuja la silla y el otro lleva mi equipaje. Y me llevan a la cola de "priority" donde no hay nadie. Me piden el pasaporte. Al instante tengo la tarjeta de embarque. Esta tiene subrayado "Wheelchair requested".
El supervisor se despide dándome la mano y dejándome con el trabajador que empuja la silla y que se encarga de hacerme un documento de aduana que hay que rellenar en mi móvil. Esta persona me acompaña por todo sitio hasta llevarme a la puerta del avión que me lleva a Atlanta, sin hacer ninguna cola, sentado en la silla, y entrando el primero en el avión. Maravilloso. Mil gracias señor.

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