Hay que quitarse el sombrero ante la gentileza, amabilidad y atención que tuvo el supervisor guatemalteco de Delta Airline cuando accedía a los mostradores de esta línea en el aeropuerto de La Aurora de la Ciudad de Guatemala. Él estaba afuera de los mostradores viendo como discurría la facturación de los viajeros que iban a viajar a Atlanta el pasado 21 de febrero a las 1,59 pm.
Me había dejado mi amigo y taxista Sergio a la puerta de la entrada a dicho aeropuerto. Me mostró su preocupación por mi estado de salud, pues sabía que no estaba bien. Me deseaba que el largo viaje que me esperaba, de casi veinticuatro horas, me fuera bien. Y le dejé, como me dijo después, intranquilizado por mí. Como equipaje llevaba una maleta y una mochila. Lo normal para un viaje que iba a durar casi un mes. Iba, porque duró un poco más de una semana.
Pregunté a la empleada que está a la puerta de entrada del aeropuerto, dónde se encontraba Delta. Y me indicó en la parte derecha de la sala de facturación. Al llegar vi una gran cantidad de personas en fila que salían de los mostradores de la línea. Fui entonces cuando al verlo le dije que si esa era cola de Delta Airline. Su respuesta fue maravillosa: "Sí es esa. Pero, ¿se encuentra usted bien?".
Mi respuesta, entre asombrado y derrotado, fue que no me encontraba bien. Él hace una señal a una persona. Esa persona, al segundo, trae una silla de rueda. Me dice que me siente. Uno empuja la silla y el otro lleva mi equipaje. Y me llevan a la cola de "priority" donde no hay nadie. Me piden el pasaporte. Al instante tengo la tarjeta de embarque. Esta tiene subrayado "Wheelchair requested".
El supervisor se despide dándome la mano y dejándome con el trabajador que empuja la silla y que se encarga de hacerme un documento de aduana que hay que rellenar en mi móvil. Esta persona me acompaña por todo sitio hasta llevarme a la puerta del avión que me lleva a Atlanta, sin hacer ninguna cola, sentado en la silla, y entrando el primero en el avión. Maravilloso. Mil gracias señor.
Y esto sucedió en los tres aeropuertos por los que pasé en este viaje: Atlanta, Paris y Madrid. Realmente maravilloso. Y todo por una persona que, haciendo excelente su trabajo, estuvo atento y tuvo la voluntad suficiente para descubrir la necesidad de una persona y brindarle la atención que necesitaba.
Sí, hay gente, mucha gente así, en nuestro mundo. Gracias infinita a esta persona. Durante este viaje, en el que estuve mermado por mi salud, me he encontrado el cariño, la atención, la cercanía de mucha gente, unos conocidos y otros desconocidos. Gracias a Fernando, Edelio, las señoras del hotel de Huehuetenango, las hermanas clarisas, Amílcar, Carlos, Manrique, Dennis, Carmen, Mynor, Sharley y sus hijos, Gudiel, Ricaldi... y a mi desconocido vecino de asiento del AVE que al sentarse a mi lado también me preguntó si estaba enfermo. Al cabo de un tiempo me dijo: "Quiere que le vaya por algo a la cafetería". Sí. Hay muy buena gente en este mundo.
¡Hasta la próxima, primero Dios!