El sobón
En los viajes hay que pasar ahora necesariamente por el momento de pasar el control policial y el de las maletas. Ya conté lo que me pasó con mi equipaje. No he dicho nada del momento en el que eres manoseado por policías o personal de seguridad. No todos fueron en este viaje, tomé siete aviones, iguales. Los hay que tienen un detector de de metales, otros los hacen suavemente y otros se emplean a fondo.
El que me tocó desde Nueva York a Sant Louis era policía. Grande. me tocó a fondo todo el cuerpo. Cuando llegó a mi barriga me decía que es lo que tenía ahí. me tocaba y pellizcaba mi, ahora menos pronunciada, barriga. Se empeñaba en que portaba algo. Yo entre la risa y la incomodidad intentaba decirle que era mi cuerpo. Se ocupó unos momentos innecesarios. Me pellizcaba tanto por delante como por atrás hasta que me subí la ropa para mostrarle mi cuerpo. Él no se lo creía. Lo vi en sus ojos. Entendí un suave "sorry" que me hizo sacar una mueca de sonrisa. De vuelta a Nueva York hice la foto donde ocurrió este momento increíble. Y me salió espontáneamente la misma mueca.
Los trabajadores "ancianos"
Fruto del sistema, o mejor dicho del no sistema, de la seguridad social, en la que no hay unas pensiones aseguradas en las que las personas mayores puedan vivir dignamente, se obliga a estas a continuar trabajando en edades que aquí consideraríamos increíbles.
Los vi, tanto hombres como mujeres, sirviendo en los restaurantes, de azafatas y auxiliares en las líneas aéreas, en la recepción de los museos, en los recepcionistas y limpiadores de los hoteles, en las grandes superficies...
Me llamó la atención también que los que sirven las mesas no tengan un salario y lo que ganan es el producto de lo sacan de las propinas. Los hermanos de Juan, que trabajan en el mismo restaurante que él, cobran así. La propina es añadida al precio de la consumición, unas veces obligatoria y otras opcionalmente.
Del mismo pueblo la misma profesión
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Con dos amigos de Juan del mismo pueblo y que trabajan en la hostelería como él. |
Del mismo pueblo y con la misma profesión. Pasaba también con los emigrantes andaluces y del resto de España en los años 60 y 70 cuando emigraban.
Los amigos de los que están en EEUU van al pueblo donde viven y trabajan con ellos. Así pasa con los que he conocido junto a mis amigos. La atracción es natural. Van hacia lo conocido, y los que están ya en el país le ofrecen de alguna manera la seguridad de ser acogidos tantos en sus casas como en sus empresas. Así en todos los sitios en los que he estado todos eran del mismo pueblo y trabajan en la misma actividad.
El inglés, ¿Dificultad?
Pues sí. Dificultad sí, porque a mí me gusta tener una relación agradable con todas las personas con las que me encuentro. Y aunque se intenta, no es lo mismo.
Está claro que los estadounidenses en su conjunto no hablan, no estudian en los colegios, ningún idioma. Se sobran y se bastan. Pero ni en español ni en francés me he podido relacionar. Que en hoteles no haya recepcionistas de este país que no hable otros idiomas es de extrañar. En los estados donde hay latinos el español está asegurado, pero ¿Y si no lo hay?
Y no significa esto que la actitud sea fría o desentendida. No obstante la actitud mutua de quererse interrelacionarse supera las barreras. Mis amigos han ido aprendiendo el idioma de manera sorprendente.
¡Hasta la próxima, primero Dios!