Ha sido tiempo de estar en casa, de descubrir las posibilidades de la misma y de sentirnos orgulloso de vivir en ella, pensando que es el lugar ideal para estar.
Se puede decir que tu casa eres tú. La casa es tu refugio, tu vida, tu templo. Ella te identifica. La tienes a tu medida y a tu gusto. Es el mejor sitio para estar, es llegar a casa y respirar profundamente.
Para ello resulta fundamental convertir la casa en un entorno cómodo y placentero que nos aporte también sentirnos bien en nuestro interior dándonos el equilibrio emocional que necesitamos. En este sentido el orden, la limpieza, la iluminación, la ventilación, el lugar está enclavada, el paisaje, son claves para aliviar el estrés y la sensación de agobio.
He tenido la suerte de tener la casa en un lugar privilegiado para el confinamiento. Por delante existe un bosque de galería por donde corre el arroyo Galindón que se ve desde la ventana de mi casa. Y por detrás la vista de la dehesa de encinas con caballos trotando. Esto es vivir en un lugar privilegiado.
También la distribución de la casa me ha ayudado en estos meses. Tener dos habitaciones en la primera terraza, a la que se accede por una escalera al aire libre, me daba la impresión de cambiar de casa, cambiar de escenario, ideal para la mente cuando estas tanto tiempo encerrado. Allí hay dos habitaciones la de la chimenea y la biblioteca. Eso me ayuda a reservar cada estancia o rincón para un uso determinado y no hacerlo todo en el mismo espacio.
Este año, después de recuperarme y en medio del confinamiento he realizado una limpieza profunda, incluso he pintado mi habitación. He ordenado las cosas y he tirado todo aquello que ni utilizaba o no estaba en buen estado.
También me he sentido bien arreglando y corrigiendo pequeñas averías que ha hecho sentirme más a gusto. Y me preguntaba cómo no lo había echo antes.
Este tiempo de confinamiento me ha servido para organizar y planificar la realización de la última fase para terminar mi casa en la última terraza. Un espacio de casi 100 metros cuadrados que estaba como cuando compré la casa el año 2001. Allí, conservando el pequeño huerto, he construido una pequeña casilla como lugar para las máquinas y para almacenar cosas además de una pequeña piscina con agua caliente. Con esto se han terminado todas las obras que tenía programadas y que he realizado por fases durante diecinueve años.
Mi casa es un lugar de encuentro. Para ello, y desde el principio destiné dos habitaciones para las visitas. Soy de los que disfrutan de las reuniones con amigos y familiares en casa. Y eso, gracias a Dios, se repite continuamente. La puerta de mi casa están abierta, literalmente, para todos. El llenar este espacio con mis amigos, las charlas que los encuentros aportan, hace que la casa sirva para mantenerme contacto con aquellas personas a las que tanto echo de menos y disfrutar de ellas.
La casa ha sido adaptada a mis necesidades y busco estar cómodo en ella, y que se sientan cómodos los que vienen. Mi casa me ayuda a ser como yo deseo ser.
Para terminar indicar algo que ejerce en mí un influencia magnífica. Mi casa es un lugar llena de vegetación. Eso me hace sentirme bien. Algunos le llaman mi pequeña Alhambra. Las macetas con flores inundan mis terrazas. Estar atento a ellas, regarlas, abonarlas, limpiarlas, transpantarlas... me ocupan, siendo algo que me relaja y que alegra mi vida.
Sobre los niños y el virus
Hace unos meses subí una crónica titulada "Los niños en tiempo del viru". Es un aspecto que me interesa mucho. El miércoles, en El País, había un artículo de Emma Motrico, doctora en psicología e investigadora en la Universidad Loyola, sobre este tema. Recomiendo su lectura a los que estén interesado en él. https://elpais.com/ciencia/2020-06-25/como-saber-si-el-confinamiento-ha-afectado-psicologicamente-a-nuestras-hijas-o-hijos.html
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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