Me gusta asomarme a la puerta de mi casa
y ver correr el río Galindón.
En el pueblo se dice,
para constatar cómo ha llovido,
"¡Mira como va el río de lleno!".
Pero para mí no es el momento
en el que me gusta verlo,
pues llevamos un tiempo con mucha lluvia.
Me gusta más cuando lleva menos agua.
En estos momentos va muy rápido,
con mucho caudal, y ¡eso es bueno para todos!
pues sin agua no se puede vivir;
pero no se ve clara, se observa marrón.
Lleva en suspensión mucha tierra,
pues la lluvia la ha levantado,
y la transporta con fuerza.
Prefiero las aguas mansas,
a pesar de lo que dice el refrán.
Esas van silenciosas,
claras,
¡mansas!,
transparentes.
Eso me indica sosiego,
tranquilidad,
paz.
El paisaje de esta ribera,
con árboles a su alrededor,
me transporta, por el agua,
a muchos sitios conocidos
-Tilapa, Cojimies, Pucalpa, Victoria,
West Beache, Triana, Anakena, Otranto,
Saint Aubin sur Mer, Mazagón, Tanger,
Chicago, Arinaga, Playa del Carmen... -
en compañía de amigos;
a momentos y a lugares
de los que he disfrutado
hasta ahora en mi vida.
"En todos los rincones de la tierra
brotan los ríos y los hombres
que fluyen y discurren" dice la poesía.
Así me siento cuando, mirando al Galindón,
reflexiono sobre sus aguas limpias,
y me alejo con sus aguas,
y me acerco a otras vividas por mí.
Y, siempre,
me hace sentir sereno,
feliz,
agradecido,
optimista.
O sea, como yo deseo ser.
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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