Elredo (Ælred y Æthelred) de Rieval, conocido en español como san Alfredo, fue un monje y abad cisterciense inglés, teólogo y escritor. La Iglesia católica y la Comunión Anglicana lo veneran como santo. Elredo nació en Hexhan (Nortumbría, entre Inglaterra y Escocia) en 1110 y hacia la edad de catorce años entró al servicio del rey David I de Escocia, en cuya corte completó su formación, pasando después a ocupar el cargo de mayordomo. Hacia 1134 abrazó la vida monástica cisterciense en el monasterio de Rieval (Rievaulx, Yorkshire). Su humanismo y sus talentos intelectuales y espirituales lo llevaron bien pronto a asumir tareas de dirigir su propia comunidad desde el 1147 hasta su muerte, en 1167.
Actual Catedral Católica de Hexham. |
Además de la vida de San Eduardo, escribió seis tratados sobre la historia de Inglaterra de su tiempo y otras tantas obras ascéticas. Cuando murió el 12 de enero de 1167 en su monasterio tenía gran fama de santidad por lo que rápidamente fue canonizado, 35 años después de su muerte. Por eso se conmemora este día.
"La amistad espiritual" es un libro maravilloso. Se puede decir que se adelanta, y es fundamento, de lo que tratará el Humanismo en los siglos XV y XVI. Su visión es clarísima basándose en los escritos de Cicerón y dándole su mirada desde el Evangelio. Yo lo conseguí a través de internet y su precio es muy asequible.
En el "De spiritali amicitia", escrito entre los años 1158 y 1163, Elredo presenta la amistad como un marco, como un espacio capaz de estructurar y humanizar la vida personal y comunitaria de los monjes con miras a su objetivo espiritual: la búsqueda de Dios. Lo hace recuperando un filón precioso de la psicología y la antropología clásicas, releyéndolo y actualizándolo en función del nuevo contexto. Este filón es el tema de la amistad, que había sido tratado ya por Sócrates y Platón, y de manera más sistemática por Aristóteles, en su Ética a Nicómaco. Y además esta reflexión antropológica y sapiencial encuentra una de sus máximas realizaciones en el tratado de Marco Tuli Cicerón el Laelius o De amicitia (44 a de C), texto que, de joven, había impresionado Elredo, y que reencontró en el noviciado de Rieval. Por eso he creído conveniente, por lo que es para mí, compartir algo de sus pensamientos sobre un tema que forma parte de nuestra vida: la amistad.
Elredo asume sin reservas la definición ciceroniana de amistad: «La amistad —dice Cicerón— es el consenso en las cosas humanas y divinas, basado en la benevolencia y la caridad». Esta definición nace de una antropología abierta a lo trascendente, que entiende al hombre como un espíritu encarnado, en el cual la dimensión espiritual y la humana se encuentran armónicamente integradas.
Según Elredo, una amistad auténtica debe tener estas notas: dilectio, affectio, securitas e iucunditas. Lo explica así: «La amistad comprende especialmente cuatro elementos:
- el amor se expresa con los favores dictados por la benevolencia;
- el afecto, con aquel deleite que nace en lo más íntimo de nosotros mismos;
- la confianza, con la manifestación, sin temor ni sospecha, de todos los secretos y pensamientos;
- y el gozo, compartir en paz y armonía todos los acontecimientos de la vida -los dichosos y los tristes-, todos los pensamientos -desagradables y provechosos-, y todo lo que se enseña o se aprende».
"Donde se da la amistad allí existe sin duda un mismo querer y no querer, tanto más dulce cuanto más sincero, y tanto más suave cuanto más íntimo; lo que así se aman no pueden querer nada indecoroso, ni rechazar lo que es digno".
"Entre los que están unidos con el pegamento de la amistad todo transcurre alegremente, con seguridad, en un clima de dulzura y afabilidad; la caridad perfecta, en cambio, nos obliga a amar a muchos que son para nosotros causa de molestia y de dolor; con éstos, aunque procedamos rectamente, sin simulación ni fingimiento, llenos de amor y buena intención nos ,os admitamos a los secretos de la amistad
En la amistad se hallan unidas la honestidad y la afabilidad, la verdad y la alegría, la simpatía y la voluntad, el sentimiento y la acción"
Y desde aquí, continua Elredo, es como la amistad humana llega a la amistad con Dios:
"Todas estas virtudes nacen de Cristo, se desarrollan en Cristo y se perfeccionan en Cristo. No parece, pues, demasiado difícil ni contrario a la nat
uraleza, ascender desde Cristo -inspirador de este amor por el que amamos a un amigo- a Cristo que se nos ofrece él mismo como amigo, para amarle; y de este modo a una satisfacción siga otra satisfacción, a una alegría otra alegría, de un afecto otro afecto.
uraleza, ascender desde Cristo -inspirador de este amor por el que amamos a un amigo- a Cristo que se nos ofrece él mismo como amigo, para amarle; y de este modo a una satisfacción siga otra satisfacción, a una alegría otra alegría, de un afecto otro afecto.
"El amigo que en el espíritu de Cristo se adhiere a su amigo, se hace con él una sola alma y un solo espíritu con él en un solo beso.
En el beso se encuentran, se unen y se funde dos espíritus. Esta fusión produce en el alma cierta suavidad que excita y estrecha el afecto de quienes se besan.
El beso corporal sólo se debe dar o recibir en casos muy determinados y por motivos dignos como por ejemplo:
- en señal de reconciliación, al volver a la amistad quienes antes eran enemigos;
- en señal de paz como hacen en la Iglesia los que van a comulgar, para expresar por este medio de un gesto sensible sus sentimientos de paz;
- en señal de amor como se acostumbra entre esposos o entre amigos después de una larga ausencia;
- y también en señal de unidad católica, como hacemos cuando recibimos a un huésped.
El beso espiritual es el propio de los amigos, que viven bajo la única ley de la amistad... Podría llamarlo con justicia beso de Cristo, aunque no lo ofrece por su propia boca sino por la de otro. Él es, en efecto, quien inspira a los amigos el santísimo afecto que les hace creer que son una sola alma en distintos cuerpos, y le lleva a exclamar con el Profeta: ¡Qué dulzura, que delicia convivir los hermanos unidos!"
"La verdadera amistad espiritual consiste: nada se ha de negar al amigo; por él se debe sacrificar todo lo que tiene un valor inferior a la vida corporal, pues esta misma también debe entregarse por el amigo, según el mandato divino: "No hay mayor amor que el que da la vida por sus amigos". Pero como la vida del alma es mucho más excelente que la del cuerpo, creemos que se ha de negar en absoluto al amigo lo que trae la muerte del alma, que no es otra cosa que el pecado, el cual aleja a Dios del alma y priva a ésta de la vida"
"Nada hay en la amistad tan estimable como la fidelidad, que es como una nodriza y guardiana. Esta fidelidad permanece escondida en la prosperidad, pero se pone de relieve en la adversidad. Aunque la fidelidad se prueba sobre todo en la desgracia, hay muchos modos de comprobarla.
Si acaso se alza contra ti algún rumor maligno o se ataca perversamente tu reputación, y él se niega a creerlo y no se altera por ninguna sospecha ni le turba la duda. entonces ya no debes abrigar el menor temor de su fidelidad, sino más bien una gran alegría. como de algo cierto y estable".
"La amistad se alimenta del amor. Quien no se ama a sí mismo ¿Cómo podrá amar a otro, ya que el amor al prójimo se debe regular por el amor que uno se profesa a sí mismo? Y no se ama a sí mismo quien se exige o se permite algo torpe o deshonesto".
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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