domingo, 19 de abril de 2020

Morirse solo

Nacemos rodeados de ilusión, alabanzas y alegría rodeados de nuestras personas queridas. Al morir la ilusión se convierte en lamentos y tristezas en los que nos rodean en ese momentos y, para los creyentes, se convierte por la Fe a ese nuevo amanecer a la Vida definitiva. 
Nos definimos como seres sociales pues de otra persona nacemos y en una cultura crecemos. Y esa sociabilidad nos acompaña hasta la muerte. Podemos decir es una fiesta donde se reúnen todos los familiares, amigos y vecinos. Creo que es el último gran acto social de nuestra vida: la muerte. 
En las diversas culturas y sociedades existen costumbres ancestrales para evitar que quien termina su vida afronte ese trance en el abandono, y para que quienes compartieron su tiempo con esa persona no padezcan en adelante la sensación de haberla apartado en su final. 
Vemos en las películas norteamericanas que tras el funeral hay una fiesta en la casa del difunto. Y eso sucede en otros lugares. Aquí no es costumbre; aunque antes, cuando el velatorio se hacía en la casa del fallecido, se reunían familiares, amigos y vecinos, y se procuraba atender a estos con café, aguardiente y caldo de cocido con algún que otro dulce. Hoy los tanatorios son lugares donde se le da el último adiós al difunto y se expresa la cercanía a sus familiares. Quizás sea un poco más frío el ambiente con el que se rodea a la familia del fallecido, pero es la opción de la sociedad.  
El Coronavirus mata y mata mucho, pero está haciendo algo peor al impedir que muchas personas, enfermas o no de esta pandemia, puedan dar su último aliento arropando con su el calor a los suyos. Las medidas que la pandemia ha obligado a adoptar a los gobiernos, encaminadas a frenar los contagios,  a dar una salida a la acumulación de cadáveres y han derribado convenciones de tan profunda humanidad como la compañía en el lecho de muerte o las honras fúnebres, reduciendo cada fallecimiento a una cifra que se diluye en la estadística general. A esos datos asistimos, también influidos por las informaciones que se nos dan, pasivamente sin caer en la cuenta que esos números, extraordinarios, son personas concretas: padres, abuelos, hijos, amigos... 

Así, cada familiar, cada amigo perdido durante estas semanas no puede recibir homenaje alguno ni en el ámbito privado de sus allegados, ni tampoco en el público. Si la lucha contra el virus es una forma bélica, como han llegado a nombrarla, ha sido desprovista del componente ceremonial humano que pervive incluso en tiempos de guerra. Incluso parece ser que se quiere evitar todo acto o reconocimiento a los muertos por parte de la sociedad civil.  

Los que mueren, con nombre y apellidos, constituyen solamente una unidad ubicada matemáticamente en la evolución de una curva que se dibuja en las pantallas del ordenador y la televisión. 
De alguna manera para los familiares de los fallecidos no han cerrado página. Esto aumenta su desasosiego. ¡No es esa nuestra costumbre! Lo  harán cuando se celebre, en sociedad, dicha desaparición. Javier García, en El Diario de Sevilla, llama a esto la deshumanización de la muerte. 
He leído, y visto fotos, de cómo muchos sanitarios, conscientes de esta situación,  han agarrado las manos del que iba a fallecer hasta el momento en que espiraron. Entendía perfectamente lo que significa morir solo.

Mi semana
El lunes pasado por la mañana recibí una llamada del hospital Virgen del Rocío para que fuera al día siguiente a que me hicieran un TAC. En mi visita de marzo a mi hematóloga me lo prescribió. Y en menos de un mes, además de la Semana Santa por medio, me han llamado. Era para revisar los ganglios tras mis análisis de sangre realizados en febrero. Una vez más mi elogio al tipo de seguridad social de la que disfrutamos en España.  
La situación de confinamiento establecido por el Estado de Alarma me preocupaba, pues hay que tener una razón para salir de casa, y no tenía ningún documento que mostrar. La cita había sido por teléfono. 
Con mi atuendo para la ocasión, mascarilla y guantes, llegué sin problemas al hospital. La circulación era mínima tanto por la carretera como en las calles de Sevilla. También la Ciudad Sanitaria, curiosamente, no tenía el trasiego de otras ocasiones.

Como el confinamiento me cogió en San Nicolás,  era la primera vez que veía personalmente esa disminución de tráfico en una hora en la que circulación está normalmente más concurrida. Impresionaba. Así como ver a las personas portando mascarillas y guantes caminando por la ciudad o comprando en los supermercados.




Primavera
La primavera ya ha llegado. Hoy adquiere un significado especial todo aquello a lo que nos invita esta estación. Es la estación de la esperanza de que las cosas mejorarán después de empeorar, que el cambio esta a punto a de llegar y será hermoso. La primavera nos invita a la alegría, a la vida. 
Y la vida que se manifiesta en esta primavera, sin olvidar lo que he escrito más arriba, paradójicamente  no podremos disfrutarla, verla, tocarla, sentirla... Sólo tenemos la posibilidad de ser observada desde nuestras ventanas.
Y durante la semana he sido consciente que la primavera ha estallado. Tanto en las flores que tengo en las terrazas, como en las hojas que han nacido en los árboles de la ribera enfrente de mi casa o en los brotes de los pimientos que he sembrado para trasplantarlos al huerto. 

Datos de esta semana.
El motivo de escribir cada semana los datos de la pandemia, además de su función divulgadora, es el mantenerlo por escrito para el futuro. Algún día seremos más conscientes de lo que sucedió. 
El número de casos detectados en la provincia de Sevilla aumenta en 30 personas en las últimas 24 horas, dejando el número total de positivos diagnosticados en Sevilla en 2.329. Los casos activos en Sevilla y su provincia son 1.658 al descontar de los diagnosticados las víctimas mortales y las personas que han recibido el alta, descienden en dos personas. Los fallecidos en Sevilla con coronavirus pasan a ser 212, cinco personas más han muerto con la enfermedad en las últimas 24 horas. Las personas que han requerido ingreso en los hospitales sevillanos pasa a ser de 1.026, 10 personas más, mientras que el número de personas en las UCI es de 137. El número total de personas curadas en Sevilla es de 459. La cifra se ha incrementado desde la última comunicación en 27 personas.
El número de personas que han dado positivo en las pruebas del SARS-CoV-2 en Andalucía asciende ya a 11.425. Se han comunicado 221 contagios en las últimas 24 horas. Se han contabilizado hasta el momento 5.424 personas que han requerido hospitalización De las personas ingresadas, 687 casos han requerido pasar por las UCI andaluzas. El número de curados en Andalucía supera los 3.000 casos (3.116 personas). Las víctimas mortales en Andalucía con coronavirus son 967. El balance del día deja 27 víctimas en las últimas 24 horas entre las ocho provincias andaluzas. Esta cifra supone un incremento de un 2,8% respecto al último balance ofrecido. 
El número de muertos por la pandemia en España asciende a 20.453. La cifra total de casos se sitúa en 198.470 personas. Los muertos por coronavirus en España han caído hasta la cifra de 410, la más baja en el últimos mes. 
Pero no nos conformemos con estos datos. Los fallecidos, aunque baje su número, son muchísimos. A mi  parecer parece solamente una cifra neutral. Al no ver fotos de ataúdes, de entierros, de funerales, no entra dentro de nuestra memoria colectiva. No guardamos ninguna imagen.
Pero no. Son personas cuyas vidas se han visto truncadas por esa epidemia. Tuvieran enfermedades previas o no; fueran ancianos o jóvenes; murieran en residencias, en sus casas o en hospitales son miembros de familias que han sufrido y sufren su pérdida. Y son muchísimos, muchísimos.

¡Hasta la próxima, primero Dios!

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