miércoles, 29 de enero de 2025

Monasterio e Ixmucané

Visitar estas dos instituciones es volver la vista atrás. Ellas fueron lugares en los que encontré una acogida excelente, por las personas que estaban en ellas, cuando vivía en Guatemala. 

Ixmucané fue el lugar donde vivía y desarrollaba mi tarea como voluntario en la que intentaba aportar mi granito de arena para que funcionara bien. Fue una tarea sencilla en la que me ponía a disposición de las personas que la dirigían. Yo digo con un poco de ironía que mi tarea era de "chiquichanca", hacia tareas sencillas, recados y cosas así. Eso cambió mi posición anterior en el que tenía responsabilidades máximas tanto en la parroquia como en el instituto. Me vino muy bien, me liberó bastante. Y desde ese tarea que tenía, además de otras definidas como estar en el desayuno de las internas levantándome a las seis y cuarto de la mañana menos el domingo, me sirvió para replantearme la vida dándole más importancia al silencio, a la escucha, a la reflexión y sobre la manera de ver la vida potenciando el optimismo y la felicidad. Estos tres años fueron muy importantes para mí. En mi visita el lunes encontré a Noelia, una antigua interna, como responsable y presidenta de la asociación Ixmucané. Me alegré bastante de ello por lo que significa culturalización de Ixmucané. Y también encontré a Doña Paula, la cocinera, a la que me une una gran amistad.

También el monasterio fue un lugar de vivencias diarias en mi estancia en Huehuetenango. La asistencia a la eucaristía al mediodía era un momento importante en el día. Momento de oración y reflexión. Momento de afianzar la visión de mi vida que iba tomando. La relación con las clarisas fue muy estrecha. Me acogieron desde el primer día. Allí mantuve un contacto también muy cercano con monseñor Ramazzini. La comunidad que se reunía en torno al monasterio estaba formada con personas con las que fui manteniendo una progresiva amistad. Existía una bonita relación entre esta y las hermanas. Se vivián celebraciones y encuentros maravillosos. En estos días en Huehuetenango tuve la oportunidad de visitarlas. Su acogida fue extraordinaria a pesar que están viviendo una situación difícil en relación con la diócesis. Ellas intentan vivirlo con serenidad, fortaleza y asertiva.

Y ahora voy a la playa. Una decena de días que estaré viviendo en uno de los sitios que más me gustan de mis viajes: Tilapa. Me alojaré en un hotel que está en un manglar y con la playa a menos de cien metros. Soledad, sol y agua. Retomaré las crónicas cuando esté otra vez en Quezaltenango ya que allí no hay internet.

¡Hasta la próxima, primero Dios!

lunes, 27 de enero de 2025

Siempre Huehue


Creo que la próxima vez que venga a Guatemala estaré dos meses. Lo que sí haré es programar estar más tiempo de Huehuetenango. Llevo aquí desde el miércoles, o sea cinco días y tengo todos los almuerzos y cenas ocupadas con amigos. ¡Es maravilloso! Mi querida Sandrita se ha molestado porque no puedo ir a donde vive, un poco retirado del centro, para invitarme.

La estancia, además de estar con los amigos, la aprovecho para ir a la consultas del dermatólogo y del dentista que me siguen desde que estuve aquí. En el primero me llevé una mañana completa. Al dentista iré en cuatro ocasiones.  Me parece bien dedicarle un tiempo a ello.

Personas como el doctor Mynor o el doctor Amílcar me ayudaron mucho en mi anterior visita cuando tuve la crisis de salud. Les estoy muy agradecido. A los dos he ido a visitarlos en sus consultas y volveré a verlos estos próximos días. También mi encuentro con Hellen, Ernesto y Emile. Me llenan con su cariño y me siento maravillosamente con ellos. Carmen, Manrique, Jorge y Patricia ocuparon también estas primeras jornadas. 

Juan Manuel Sanz hizo un almuerzo de bienvenida como de costumbre. Me encanta pues suele a reunir amigos míos. Con algunos repito o repetiré encuentros. 

Como ya he dicho tengo reuniones también en la cena. En esta ocasión con mi gran y conocido Danilo y con el más reciente Alán. 

Hoy tanto el desayuno como el almuerzo  ha sido el encuentro con Sefe, que vino de Todos los Santos. Se levantó a cinco y media de la mañana para estar aquí sobre las ocho y media. Tomando café se nos unió nuestro amigo Mhorten. 

Cuando escribo esto, a las seis y cuarenta y dos de la tarde del domingo estoy esperando que me llame Gudiel con el que voy a cenar junto a su esposa e hijos. 



¡Hasta la próxima, primero Dios!


domingo, 26 de enero de 2025

El trayecto a Huehuetenango

Mi estancia en Xela, Quezaltenango, la reduje a dos días. Estuve con dos amigos que tengo allí Rafael y Samuel. Con Rafael estuve en el restaurante de Samuel. Ya hemos quedado en vernos cuando éste cuando vaya a su tierra natal, El Puerto de Santa María, en los tres próximo meses. Con Rafael es posible que me vuelva a ver a la vuelta de la playa.

También, en el hotel, conocí a Juan y Elby de  El Salvador. Quizás sean los que en el futuro me hagan decidir a conocer ese país. Me encuentro muy bien el hotel donde me alojo. 

Después me encaminé hacia Huehue. Este viaje es especial. Lo realizo en las buses llamados de parrilla, porque arriba del bus tiene una parrilla donde se atan grandes bultos que llevan personas que viajan o que mandan como portes a la ciudad. Dentro también tienen unas parrillas por encima de los asientos donde se colocan las maletas y mochilas.

El autobús tiene vida propia. En el viaje se da una representación de la Guatemala más autentica. Durante el camino, que dura dos horas y media para unos sesenta kilómetros, van subiendo y bajando personas. Unas viven en las localidades por donde pasa el bus. Yo noté en estos momentos jóvenes, vestidos con uniformes, que iban a las escuelas donde se puede puede estudiar  básico diversificado. En especial lo note cuando se bajaron en Malacatancito donde se pueden cursas estos estudios. Pero lo más divertido es las personas que entran y no van a hacer el viaje. 

Entran vendedores de frutas peladas y metidas en un plástico, de dulces, de pollo frito, de tamales, de caramelos, de bebidas, de frutos secos... 

También hay quienes venden medicinas que lo curan todo, desde el mal olor de boca hasta las piedras de los riñones. Escucharlos es muy divertido. conocen todas las enfermedades a las que puede curar el producto. 

Suben personas sordas que te dejan un papelEs ito en tus rodillas para que después les de dinero. Personas con sus manos o brazos mutilados para pedir lo mismo. 

Otro tipo de personas son los predicadores de las distintas "iglesias" evangélicas.. Estos son, con perdón, un autentico "coñazo". Hablan y hablan de lo divino y de lo humano. Son auténticos profesionales de la biblia. Repiten versículos añadiendo el libro, capítulo donde están escritos. Sueles ser textos del Antiguo Testamento y tienen un enfoque dirigido hacia la naturaleza pecaminosa propio de una fe individualista y opresora. Esto no me resulta nada divertido. Al final pasan por el pasillo pidiendo una limosna.

Ya dije que se tarda dos horas y media para unos sesenta kilómetros. El motivo de ese tiempo es en principio las múltiples paradas que debe hacer en el recorrido, pero en realidad se debe al estado del asfalto y la orografía por donde discurre. El camino pasa por medio de la montaña y por lo tanto con numerosas curvas, que con la gran cantidad que grandes camines que circulan por la misma, impiden adelantar. Y sobre el estado del asfalto es mejor no hablar. Desde que llegué en el 2013 hay un hundimiento en la misma que tras once años no han arreglado. Esto es Guatemala pura.

Tras llegar a la Terminal de Huehue almorcé en el restaurante de Giovanni y Angélica que me recibieron llamándome por mi nombre. Es muy agradable sentirse recordado por los otros. Tras un caldo de gallina me dirigí en taxi al hotel donde me quedo siempre en Huehue. También recibido por las recepcionista por mi nombre.

¡Hasta la próxima, primero Dios!

sábado, 18 de enero de 2025

Primera etapa: Ciudad de Guatemala


Desde el avión fui siguiendo los distintos pueblos por los que pasaba. Algunos lo identificaba bien. Otros me costaban. Pero seguía más o menos hacia donde íbamos. Los aviones siguen unas rutas predeterminada. Y todos los que van hacia el norte pasan por la vertical de Constantina. De repente vi Cazalla de la Sierra al fondo y debajo mío el Cerro del Hierro y San Nicolás del Puerto. Me hizo mucha ilusión. En la foto no se ven bien, pero si nos fijamos con atención lo logramos. Es curioso que se observa hacia la esquina derecha superior muy bien las nuevas casas de Valdejoncillo Y el cerro del Calvario que tapa la mitad del pueblo. En las casas blancas que se ven hacia el lado derecho vivo yo.

Palacio de Cultural, anterior sede del Gobierno. situado en la Plaza Central.

Catedral de la Ciudad de Guatemala.

Iba en  mi viaje anual a Guatemala. Llegué el jueves 16 y ahora es el sábado por la noche aquí, madrugada del domingo en España-  Las etapas de mi viaje son: la capital, Quezaltenango, Huehuetenango, la Playa de Tilapa, Bajo Verapaz y otra vez la capital para regresar el 20 de febrero a Sevilla. Al llegar tengo costumbre el hacer unas cuantas cosas, una de ella es al día mi teléfono de Guatemala. Haciendo las gestiones en un local de la compañía Tigo, se me aproximan dos mujeres. Y se acercan mucho a mí, de tal manera que me siento incómodo. Me dicen: "¿Usted no es de aquí, verdad?" Creí que me iban a pedir algo. Cuando miro lo que tiene en la mano, veo mi DNI y mi cartera. Se me había caído. Llevaba las dos tarjetas para sacar dinero, además de otras. Si la hubiera perdido habría tenido un serio problema, pues yo saco quetzales de vez en cuando de mi cuenta con ellas. Las señoras habían estado buscándome por todo el centro comercial para dármela. ¡Qué detalle! Además de las gracias le dije: "Hay gente honrada en todo los sitios". ¡Comenzaba bien el viaje!

El hotel donde me quedo es precioso. Antigüito, pero un lujo. Ya soy cliente conocido. El recepcionista, Efrén, me dijo: "¡Qué pronto pasa un año!"

Las señoras que atienden el comedor donde voy a desayunar y a almorzar también me han dado la bienvenida. Se come bien y barato.

Estos días estoy paseando por la ciudad. He visitado algunos monumentos, sobre todo iglesias que son las que han resistido mejor la violencia de los terremotos que han existido aquí. Muy malo fue el de 1976. Aquí la reseña de Wikipedia:

"El terremoto de Guatemala de 1976 fue un sismo de magnitud 7.5 que sacudió a Guatemala el miércoles 4 de febrero de 1976 a las 03:01:43 hora local. Tuvo una profundidad de 5 kilómetros. En solo 39 segundos un tercio de la capital quedó reducido a escombros y miles de edificios colapsaron. 

Los efectos del terremoto fueron devastadores: aproximadamente veintitrés mil personas fallecieron, setenta y seis mil resultaron heridos y hubo más de un millón de damnificados. El terremoto se produjo durante la noche cuando la mayoría de la población se encontraba durmiendo dentro de sus casas. Esto contribuyo  al elevado número de víctimas. El sismo también ocasionó daños al patrimonio cultural de la nación."​

Aún es fácil ver casas destruidas, como el de la foto de arriba, que hoy son aparcamientos, en el centro de la ciudad. 

Abajo la calle central de la capital: la sexta o calle real.



¡Hasta la próxima, primero Dios!


domingo, 12 de enero de 2025

Una noche bien oscura

Aunque había casi luna llena, fue una noche muy oscura para mi. La niebla impedía prácticamente ver a unos diez metros. Me encontraba en el fondo de un valle donde la carretera había bajado hacia el cauce de un pequeño arroyo, el Naranjales, y emprendía la subida. Esta hondonada era un lugar que se ensanchaba, estaba más abierto y plano que la pequeña carretera, SE155. por donde circulaba, cuando sentí el estallido de la rueda delantera derecha que había sucumbido en un bache de los muchos que tiene la misma. Como pude, y sabiendo que arriesgaba el estado de la misma, continué circulando sabiendo que no podía dejar el coche en la misma. Así  llegué a ese sitio que conocía que estaba próximo. 

Estaba en una carretera de la mínima categoría. Conecta al pueblo de San Nicolás del Puerto con la de Las Navas de la Concepción. Serían las seis y cuarenta y cinco de la tarde, del nueve de enero de este año. Era ya noche cerrada y hacía frío. Quien conoce esta carretera comprenderá que no es una opción buena caminar por ella por el día y menos de noche. Yo le he hecho en muchas ocasiones. Puedo decir que la conozco. El sitio está cerca de los cortijos de la Viñuela que se encontraban a mi izquierda. Lo que no sabía de ella lo aprendí esa noche.

Llamé a Alfonso para preguntarle a qué hora era la misa de la tarde. Así, después de la misma, quería saber como iba la restauración del cuadro de la Virgen del Carmen, pintado por mi madre, y que le había encargado a Julio, sacerdote, que había estudiado Bellas Artes en su modalidad de restauración previamente a su entrada al seminario. Quería aprovechar los pocos días que me quedaban antes de mi viaje a Guatemala. 

Una vez parado salí de coche para ver la situación. Efectivamente estaba parado casi fuera del firme en un ensanchamiento que daba paso a la puerta de la finca que se encontraba a mi derecha. Pensé en llamar en ese momento, como lo había hecho en situaciones parecidas. Hay fue la primera de las dificultades, podría decir de la más grande. En ese sitio no había cobertura de telefonía. Lógico. Pero no lo sabía, pues cuando se conduce no se debe utilizar el móvil. Y esa era la realidad en que me encontraba. ¿Desde cuándo no cambiaba una rueda del coche? Ni me acordaba. Eso sí, ¡Creía que sabía cambiarla!

Después de pensarlo un rato, y sabiendo que no había otra solución me dispuse a ello. No tenía prisa y busqué el chaleco reflectante, encontré unos guates "ad hoc" en la bolsa trasera de los asientos delanteros. Y me puse las dos prendas. Nunca me los había puesto. Abrí el maletero. Vi el triángulo que debía poner cincuenta metros detrás de donde estaba aparcado. Después subí la cubierta que tenía la rueda de repuesto y en medio de ella estaban las herramientas que debía usar. Agarré la rueda y me dispuse a poner el gato. "Ja" no sabía por que lado había que ponerlo. Qué lado debía poner en el suelo y cuál en el lateral del coche. Tuve que hacer varias pruebas. Y pensé: "Esto va a ir para largo".

Una ve mano a la obra, y desenroscado los tornillo un poco, pude subir el coche hasta que la rueda quedara en el aire. Tampoco fue fácil la utilización del gato. Era algo muy rudimentario. Nunca había utilizado el de este coche, y ¡Con él llevo hecho unos cuatro cientos mil kilómetros! Algo que debo decir en estos momentos es que no me sentí mal. Excepto cuando estaba destornillando escuché un gruñido a mi espaldas. 

Con un fuerte "¡Quién anda ahí!" girando hacia atrás la cabeza y moviéndome  hacia el lateral  del coche intentaba espantar, para mí, a un jabalí. No era un jabalí, era un gran cerdo que se había salido de la cerca de la finca que estaba a escaso dos metros de mí. De todas formas lo espanté como pude, cosa que el hizo pausadamente. como si no fuera con él. Estaría rondando todo el tiempo en torno mío. Le pude hacer una foto, que está movida y sin luz, ¡lógicamente!,  cuando pasó por delante de mi coche. 

Mi corazón se aligeraba cada vez que escuchaba el gruñido. Durante la realización de esta tarea vi pasar al único vehículo durante toda la noche dirección a San Nicolás. Estaba tras el coche cambiando la rueda y no caí en hacedme ver. ¡Después me arrepentiría! Quien me iba a decir en esos primeros momentos que la noche iba a ser larga.

Pude sacar la rueda pinchada y la puse en su sitio en el maletero. En todo momento tenía la posición de emergencia y la corta encendida. Cogí la de repuesto y después de intentarlo durante un tiempo, que yo calculo alrededor de una hora, con sus necesarios descanso donde no dejaba de darme ánimo para continuar en la tarea, no conseguí colocarla. O me costaba subirla, ¡Pesaba demasiado!, o cuando conseguía ponerla, no entraban los tornillos en sus huecos. Y eso ¡Una y otra vez! En cuclillas, de rodilla, sentado... se me resistía. Definitivamente lo mío no es tener destreza. Sentía el palpitar de mi corazón que se aceleraba con el esfuerzo. Realmente incapacitado. Aún en esta situación donde no tenía comunicación, donde no pasaba nadie, no me desanimaba. No tenía la sensación de miedo. 

Para animar más la situación empezaron a disminuir la intensidad de las luces del coche. Pensé que se quedaba sin batería y las apagué. ¡Aún más oscuridad! Me apoyé en unas defensas de la carretera, pues estábamos en una curva, y volví a "resetear" la situación. Me dije: "¡Esto no lograré hacerlo! Me quedaba a mi entender dos posibilidades. Una era quedarme a dormir en el coche. Pero éste estaba apoyado en una esquina por un gato del que no me fiaba nada. Además el frío era intenso. No, descarté pronto esta posibilidad. Esa inanición no  es propia de mí.

Y la otra posibilidad andar hacia el pueblo. ¿Pero a cuál? No sabía cuál de los dos estaría más cerca. Pensé que el sentido hacía Las Navas se me hacía más fácil de hacer. Creía estar en la mitad del camino más o menos. E imaginé el recorrido a pie de noche en plena oscuridad. Había mucha neblina que impedía ver el camino.  Me decidí por este camino. Fui al coche. Metí todas las herramientas y la rueda de respuesta en el maletero, cogí los papeles del coche y lo cerré. 

Empecé a caminar subiendo la carretera y miré los papeles del coche que había cogido. ¡No me lo podía creer! Llevaba el libro de instrucciones. Desande lo andado y agarré los buenos. Recuperando los pasos dados y andando hacía arriba, de repente empiezan a ladrar unos perros de cortijos cercanos. Mis pasos producían un leve ruido que a los oídos tan fino de éstos, en el silencio de la noche, me delataban. Aunque me preocupe un poco seguí intentando hacer menos ruidos, pero los ladridos me acompañaron en este caminar envuelto en una neblina que era mi compañera húmeda y cegadora.

Continué con mi decisión de llegar a Las Navas. Según mi opinión llegaría en unas dos horas, pues pensaba que estaría a unos ocho o diez kilómetros. El andar no es mi fuerte, además mis dedos de los pies están acorchados y no tengo mucha estabilidad. A veces me encontraba dando tumbos hacia el centro de la carretera. Pero seguía andando. Me di cuenta que la niebla estaba desapareciendo quedándose en la zona más baja. Eso me hizo forzarme para seguir recto. Esto y cosas parecidas entretenía la mente y me olvidaba la hazaña que intentaba hacer en medio de la noche oscura y fresquita. Pensaba que podía desvanecerme con el esfuerzo, sentía hambre, más no me importaba demasiado. En un momento determinado pensé en descansar. E inmediatamente me vi apoyado sobre una bionda. 

Llevaría andando una media hora, unos tres kilómetros, cuando al volverme hacia la carretera que estaba abajo mía, vi en la niebla unas luces. Me puse en medio de la carretera abriendo los brazos. Llevaba el chaleco reflectante pues me quería hacer ver. No dudé ni un instante que me ayudaría de una u otra forma. 

El coche llegó hacia mí. Una mujer conducía y de copiloto iba otra. Me pregunto hacía donde iba y si era el conductor del vehículo que estaba abajo. Se había bajado para ver si había alguien. ¡Qué buen'! En un instante mi situación cambió. Con ellas llegué al pueblo. Me encontré con Alejandro, amigo mío y vigilante en Las Navas, que me llevó a la casa de Alfonso y Carmen. Allí estaba bien. Nunca pensé que llegaría yan pronto. Cargué el móvil, llamé al seguro, me dieron de cenar y al cabo de cuarenta minutos llegó la grúa. En ella fui hacia el coche. No pude irme con él porque la rueda de recambio estaba vacía. ¡Otra fatalidad! El coche arrancó y el de la grúa lo pudo subir a la plataforma del camión. Este señor me llevó a mi casa en San Nicolás. Se llevo el coche a la base, diciéndome que mañana lo llevaría al taller que yo le indiqué en Cazalla. Así lo hizo. Y después todo salió bien. Estaba en casa después de cuatro horas increíbles.

Y nada más. Dos días después estaba celebrando mi santo, S. Alfredo, con toda mi familia. Esta vida tiene momentos alegres y otros menos. Pero nunca debemos perder la serenidad. Tenemos que aceptar la situación para poder hacerle frente. Y dentro de lo que cabe, disfrutar siempre.


¡Hasta la próxima, primero Dios!