jueves, 29 de agosto de 2024

Mis amigos huehuetecos

Unos de los amigos que conocí en mi estancia en Huehuetenango fue la familia Sanz. La familia en sentido extensivo, pues son varios hermanos y primos. Son descendientes de españoles que le ha posibilitado tener doble nacionalidad. Las relaciones con ellos fueron continuas durante los tres años de mi estancia en Guatemala hasta el punto que, familiares y amigos que fueron a visitarme, también los conocían. Unos de los matrimonios de esa familia ha venido a España. Ellos son Manrique Sanz y su esposa Carmen González. Su hijo Santiago ya estuvo aquí aprovechando unos estudios de hostelería que realizaba en Bilbao. 

Fui a recogerlos a Madrid. Sabía por experiencia propia que no es fácil llegar a un país extranjero y moverse por él hasta  encontrar como llegar a la estación de tren que les trajera a Sevilla. En el camino de vuelta pasamos por Trujillo tan relacionado con Hispanoamérica. Allí nacieron Pizarro y Orellana. Es una ciudad con muchos edificios históricos. 


Han estado aquí desde el jueves hasta el lunes. Bueno aquí en San Nicolás y en la casa de Sevilla. Les había preparado visitar el Alcázar, la Catedral y la Alhambra de Granada. También ir a ver un espectáculo en un Tablao flamenco. Además paseos por Sevilla y comidas con amigos mutuos. Muchas cosas por hacer para tan poco tiempo. Ellos continúan su viaje por España y por Italia.

Me encanta atender a mis amigos de la mejor manera posible y, si de paso puedo compensar tanta atención que me depararon durante tres años, es como una obligación. Es agradable enseñar tu ciudad. Y contarles lo que has aprendido durante la vida de ella. Y eso que Sevilla no necesita mucho conocimiento, pues se da a conocer ella sola. Hace más falta observar, mirar con admiración, que escuchar alguna explicación. Sevilla se da a conocer ella sola. ¡Y es más sincera que ningún guía turístico!

¡Hasta la próxima, primero Dios!

miércoles, 14 de agosto de 2024

Punta Umbría

Hacía tiempo que no estaba a Punta Umbría. Me acuerdo que íbamos hace muchos años con toda la familia a pasar allí unos días. La primera vez que fui tendría unos siete u ocho años. Y eso duró unos cuantos años. Después he estado de paso. La semana pasada estuve pasando unos días en la residencia que tiene Hermandades de Trabajo de Sevilla. Quería ir a la residencia que tiene en Mazagón, pero está cerrada por reformas. En Mazagón he estado más de treinta años yendo todos los años. Era el lugar de vacaciones a los que iban mis padres. Desde el ochenta fui con ellos, después con mi madre. Y más tarde, sólo.

Hermandades de Trabajo es una organización apostólica y social de trabajadores que lucha por la dignidad y los derechos de los mismos. Fundada en 1947 por Abundio García Román. En esa dimensión de estar procurando el bienestar de los trabajadores construyó una residencias donde estos pudieran gozar de unos días de vacaciones en residencias a un precio razonable. 


Hoy me he encontrado en la residencia personas mayores, en su generalidad mujeres, algunas con acompañantes a su cuidado. Ha perdido la dimensión de vacaciones familiares, padres con sus hijos, que conocí en Mazagón. Aún conservo buenos amigos de los jóvenes que iban todos los años con sus padres: Paco, Silve, Manolo, Fátima, José Manuel, Roberto y muchos más.
La residencia tiene sus normas que no va mucho con el estilo de los jóvenes actuales: comida igual para todos, horarios fijos, silencio en la siesta... ¡Y eso es lo que yo buscaba!

Pasar tiempo en una playa magnífica; visitar chiringuitos que aún están abierto desde mi infancia como el Miramar, el Terramar o Miami; pasear por la calle ancha; ver puestas del sol sobre el mar; comer unos frutos del mar exquisitos... 

Y recordar aquellas calles de arena, aquellos juegos en el mar, la venida en la canoa desde Huelva a la entonces Punta Umbría a la que no se podía acceder por carretera, ni era municipio independiente. 

Magníficos días que he pasado viviendo y reviviendo mi vida.



¡Hasta la próxima, primera Dios!


La alegría de los sencillos

Ayer por la tarde, cuando estaba a punto de cambiarme de ropa, llaman a la puerta de mi casa. Es raro que llamen. Oí voces de niños y creía que eran los de mi calle que a veces vienen a venderme una especie de lotería que ellos hacen para sacar algún dinero. No volvieron a llamar, pero oía sus voces en la puerta. Cuando terminé de vestirme abrí la puerta. Eran tres adolescente, dos niñas y un niño, de unos 12 años. ¡No los conocía! Eran de los que pasan el verano aquí, ya sean de familias originarias de San Nicolás o de los que vienen de turismo.

Me dicen: "Veníamos a ver si sus hijos quieren salir a pasear con nosotros". "Los vimos ayer y vimos que entraban en esta casa" Mis "hijos" eran  Abigael y Joaquín hijos de Caroline, pareja de Laurent sobrino de mi amigo Dominique. Estos han pasado dos días en mi casa. La chica tiene 13 años y al chico le faltan dos días para cumplir los 11. Cuando les comuniqué que ya se habían ido se sintieron decepcionados.  

No los conocían, no sabían que eran franceses. Y se pusieron de acuerdo a venir por ellos. A llamar a una casa extraña. A entablar contacto con gente desconocida. Me pareció algo precioso. ¡Qué alegría de los sencillos! De los que nada temen, de los que que no tienen prejuicios, de los que se abren a los demás de una manera tan generosa.

Cuando se lo he contado a Laurent, me ha escrito: ¡C'est adorable! Y yo, haciendo patria le dije: ¡Así somos los andaluces!

¡Hasta la próxima, primero Dios!