martes, 7 de marzo de 2023

Visitando Tánger


Planeada la visita hace unos meses con tres parejas amigas de Paradas, he podido repetir unos de viajes que me gustan más. Visitar Tánger es siempre emocionante y relajante para mí. 


Las diferencias de todo tipo que encuentras a tan sólo catorce kilómetros de España son alucinantes. Diferencias culturales, económicas, sociales y, sobre todo, religiosas son significativas. Es verdad que el Marruecos que conocí por primera vez en el año mil novecientos ochenta y seis y el del dos mil veintitrés ha cambiado, para bien, mucho.

Tánger es hoy una ciudad tranquila, limpia y segura. Con un gran sector nuevo y moderno. Sus ciudadanos son amables, cariñosos, cercanos y muy atentos con los turistas, con los españoles y, en especial, con los andaluces. En muchas ocasiones en estos tres días, tanto a Ramón como a mí, nos confundían con ellos, nos hablaban en árabe, por nuestros rasgos físicos. ¡Esos genes!


Salimos de Paradas a las siete y a la una ya estábamos desembarcando en Tánger. Y eso que llegamos una hora antes a Tarifa incluyendo la parada obligatoria para realizar un excelente desayuno ya en la provincia de Cádiz. "¡Esa manteca de hígado!" O sea, como si hubiéramos ido a Madrid.

Acertamos en la elección del hotel. La comodidad del mismo, su situación y la acogida fueron magnífica. Podíamos estar en la medina en cinco minutos a pie. Esto es importante: elegir un hotel cerca del lugar que vas a visitar preferentemente. Y el nuestro cumplió nuestras 
expectativa

Es maravilloso “perderte” por el zoco, por la kasbah, por esas callecitas estrechas que, si te sabes ubicar, te llevan al lugar que es tu sitio de referencia. En nuestro caso: los “bares feos”
Una vez allí llegar al hotel estaba tirado. Para que los que nunca habían estado en la ciudad pudieran orientarse sin la ayuda del “guía” por esas calles, dice mucho de lo fácil que es andar por ella. ¡Y de lo listos que eran mis compañeros!


Creo que visitamos casi todos los sitios más interesantes que hay en Tánger. Y lo hicimos andando. Es la mejor manera de conocer la ciudad. Aunque no todo fue andar, ver, sentir y comprar, también había que comer: "!Otra vez comer!" 

Estuvimos en restaurantes dónde comimos muy bien. Unos elegantes y caros y otros más populares y baratos. Y en todo ellos con unos platos exquisitos tantos de comida tradicional o más occidentales.


Fueron tres días especiales que quedarán en nuestro recuerdo para siempre.


¡Hasta la próxima, primero Dios!



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