La amistad no tiene sexo, edad, nivel social, profesional, jerárquica, opciones políticas, deportivas o culturales. Puede no tener la misma nacionalidad o religiosa. Gracias a Dios dispongo de amistades de cualquier de estos tipos. Y eso me da vida y me ensancha el corazón. Con ellas se da un nivel de relación de igual a igual.
Ayer tuve ocasión de la sentir todo lo que he narrado. Recibí un mensaje, de un amigo, diciéndome qué si hoy estaba ocupado, pues quería cumplir con su promesa realizada en Navidad de venir a verme a mi casa de San Nicolás. Me llenó de alegría.
Estuve de profesor, sólo un año, en el instituto Maese Rodrigo de Carmona. Allí conocí, entre los alumnos, a José Antonio. Además de tratarle durante ese curso, y de viajar alguna vez juntos, hemos continuado los encuentros y la comunicación de una manera continúa. Desde el 2000 hasta hoy hemos desarrollado, y aumentado, nuestra amistad. Cada uno ha experimentado cambios en sus vidas durante ese tiempo: profesión, matrimonio, separación y nuevo noviazgo por su parte y jubilación y terminación de toda actividad por la mía.
Estos encuentros tienen una gran calidad cuando uno y otro manifiesta su vida, su situación personal, sus aspiraciones con entera normalidad sin olvidar la satisfacción por el encuentro. ¿Qué más se puede esperar?
¡Gracias amigo! Hoy me has aportado una alegría inmensa. ¡Qué grande son estas visitas, esperada, y a la vez inesperada, que hoy me has regalado! Éste ha sido más importante que el otro regalo que fuimos a recoge.
¡Hasta la próxima, primera Dios!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario