viernes, 30 de noviembre de 2018

Recorriendo el Misisipi 2º

Memphis 
Cuando estaba haciendo el itinerario de mi visita a EEUU Memphis me llamaba mucho la atención. Es una ciudad de la que había escuchado mucho por algunos de los acontecimientos ocurridos en ella.
Memphis es Música. Se dice que si Jerusalén puede ser la capital de tres religiones, Memphis es la cuna de tres estilos musicales distintos. Aquí nacieron el blues, el soul, pero sobre todo en ella comenzó la era del rock'n roll. 
Y esta fama, a orillas del río Misisipi (Mississippi en inglés), se debe a un hombre que ni siquiera nació en ella: Elvis Presley. Este cantante sigue imprimiendo su sello a  Memphis y atrae, como a mí, a millones de turistas cada año.
Memphis es, de alguna manera, la calle "Beale Street", que fue elegida, después de la "Bourbon Street" de Nueva Orleans, la segunda calle más animada de Estados Unidos. 
Me encanta haberlas visitado ambas en este viaje. En esta, como en aquella, hay una hilera de clubes donde a cualquier hora se oye música en vivo.
Y si Memphis es importante por la música, lo es también por ser el lugar donde se asesinó a Martin Luther King, el más claro defensor de los derechos de los negros en EEUU. Su asesinato, dicen, paralizó la ciudad durante décadas. Hoy si los negros y los blancos conviven de forma tan armónica se debe a la música.
Por ello en este viaje, que iba haciendo por la margen izquierda del Misisipi en sentido ascendente, incluí esta ciudad. 

Está a unos 630 km de Nueva Orleans. El camino está lleno de terrenos dedicados a la siembra del algodón y es muy rico en agua. Se observan lagos, ríos, por todo el recorrido. La vegetación es exuberante. Ya que estoy hablando del terreno tengo que decir que las carreteras en EEUU son muy amplias dejando, en la mayoría de los casos, un gran espacio entre los carriles de diferentes sentidos. Esto difiere de las mayorías autopistas y autovías españolas y europeas. En ella está permitido ir a una velocidad de 70 millas (algo menos de 120 km).
Enrique y yo nos quedamos en un motel cerca del aeropuerto. Al llegar nos planteamos hacer lo mismo que en Nueva Orleans. Ir al centro de la ciudad, a Beale Street. Viajar y situarse hoy por sitios desconocido no es nada dificil. Gracias al GPS llegábamos a dónde queríamos.
El clima es mucho más frío que en Nueva Orleans. Y allí lo sentimos seriamente. Había menos gente en la calle y en los clubs. Y también había menos turistas. Pero el ambiente era sensacional. Nos dispusimos a escuchar música mientras cenábamos. A la entrada de la calle hay un estatua dedicada a Elvis en la que este baila con su guitarra colgada al cuello.
La presencia de Elvís Presley está viva en la ciudad. La guitarra eléctrica esta por todo sitio y el rock'n roll se escucha por todas partes. En la calle de Beale Street las tiendas están llenas de recuerdos del cantante. Su casa Graceland es la casa más visitada del EEUU después de la Casa Blanca.
En Memphis había que acercarse a la ribera del río. Su cauce, y su caudal, es inmenso. Aquí el Misisipi ya ha recibido la aportación importantísima de su afluente el Misuri. Y la vida de la ciudad gira en torno a su río que sirve también de vía de comunicación, sobre todo, de mercancías. 






¡Hasta la próxima, primero Dios!











domingo, 18 de noviembre de 2018

Recorriendo el Misisipi 1º

Después de mi “grata experiencia” en el aeropuerto de Amsterdam, tuve, esta vez sí, una más bonita con mi compañero de viaje. Esto es lo que escribí en pleno vuelo del que era mi primer viaje a Estados Unidos.
“Pa’ comunicarte hay quequeré”
Cuando estamos dispuestos, no hay barrera en la comunicación. Estoy en la parte central del avión. Hay cuatro asiento y yo estoy en uno de los medio. El otro está vacío. A mi derecha un hombre de unos “cuarentaytantos”. Y en el otro asiento del pasillo una chica rubia de unos “treintaypocos” años. Ambos blancos norteamericanos.

Cuando llegué, saludé con una sonrisa a los dos. Por ser educado y porque me sale de dentro.

Estoy escribiendo en las notas de mi móvil y el de mi derecha me toca suavemente y veo que están repartiendo pañuelos caliente. Me giro, porque había pasado la azafata, y agarro ese pañuelo calentito para lavarte las manos y la cara si quieres. Esto me gusta.
Voy a hacer un inciso porque aquella vez pasó algo con el pañuelo caliente que me muero de risa cuando lo recuerdo. Estaba en un restaurante parisino con un amigo francés y con otro amigo que estaba de paso en mi casa. El restaurante esta especializado en marisco. Nos pusieron una gran bandeja donde venía de todo lo que me gusta. También había pedido unas ostras. Nos traen un cuenco con salsa o aliño para las ostras y lado una bandejita de loza con algo blanco caliente y humeante. Esto último tenía un aspecto muy, pero que muy atrayente. Por lo menos así lo vio el amigo de Sevilla, que ni corto ni perezoso, coge el tenedor y el cuchillo e intenta partirlo para comérselo. Y era exactamente el trapito para lavarse la mano. No pude más que echarme a llorar de risa siendo ésta como es, lo que llamó la atención de todas las mesas. No sabía dónde meterme en un restaurante de gran nivel. ¡Vaya con el trapito calentito!
Volvamos al avión y al coger el trapo le doy las gracias a mi vecino de asiento en español, en francés y en inglés. Antes él me había pasado también un antifaz, "tapaojos", que dan para dormir. Eso es lo que les interesa. Que nos durmamos todos. Menos lata les damos.
Después viene el aperitivo. Yo pido "Guan bias, plis" y "vine red". Me entendieron porque quisieron. Tanto la azafata como él se extrañaron que además pidiera dos cosas. Pero me sirvieron los dos. Él me hizo un gesto positivo con los labios y con el pulgar hacia arriba. Al ver que la azafata me ponía vino blanco, mi vecino hace el gesto negativo con la cabeza. Pero no le dijo nada. Había pedido vino tinto, pero la azafata me largo 
el blanco.
Cuando terminé la cerveza bajé la mesita del asiento donde no había nadie y dejé allí la lata. Y como vi que él había terminado, le agarré el bote y el vaso y la puse en esa mesita. Todo ello sin intercambiar palabra. Sólo algún gesto.
Yo escribía en las notas de mi móvil lo que me había pasado en el aeropuerto de Amsterdam. Y él leía un libro.
Pasó el tiempo y yo bebía a ratos mi otra copa, la del vino blanco. A él se le antojó y cuando las azafatas pasaron con el carrito hizo un gesto de pedirle algo. Pero pasaron de largo. Me había visto a mí beber un buche de vino tranquilamente y pensó que listo es este tío que me ha dado una lección de ser previsor.
Se levantó y volvió con dos latas. Parecía cerveza con limón. Me ofreció una a mí. Pero yo seguí con mi vino blanco y, tan desagradable, le dije que no. Cuando terminé puse mi vaso en la mesita de al lado. Al ver que él había terminado, cogí una lata y la puse junto a lo mío en la misma mesa. 
Al rato pasaron a recogerlo y yo le pasé todo. Él agarró lo agarró con las manos y lo puso en el carrito.
Después pasó la comida. Había pollo o comida vegetariana. El me pregunta y ¿"Chiken"? y yo le digo que sí. Y cuando me pregunta la azafata que quiero beber. Él le dijo: "Vine red". ¡Esto es un compañero de viaje! Y sin entendernos. Y yo más feliz que unas pascuas. Y cuando volvieron a pasar le mostré el vaso con un poquito de vino tinto y él se encargó de que me lo rellenaran. ¡Así, sí que viajo!
Cuando se levanta, en varias ocasiones me trae "snak" y barritas de chocolate. ¡Un lujo, vaya!
Y al terminar del viaje nos dimos la mano diciéndonos los dos : “Gracias”

Atlanta - Georgia.

Al llegar a Atlanta, siempre preocupado por mi dificultad de hablar en inglés, esperaba que Enrique estuviera ya esperándome. Las comunicaciones con él fueron fluidas por Wasap, pero había un accidente en la carretera que le conducía desde su ciudad, Cantón, hasta el aeropuerto, y tardó. Además no me encontraba pues hay varias salidas del aeropuerto. Me dije a mí mismo que paciencia que todo se solucionaría. Y llegó con su hijo en el asiento de niños detrás. Vive separado de su mujer pero ese día le dijo que si podía ocuparse del hijo.

Después, con el auto que alquilé, le seguí hacia su pueblo. Unos 100 km por unas autopistas llenísimas de coches y con las normales salidas y entradas en otras carreteras. Y yo estrenando un vehículo con marchas automáticas que me requería poner mucha atención, pues no había conducido con este tipo de cambios.

La casa dónde vive forma parte de una calle con típicas casas estadounidenses, de dos alturas y su jardincito delante. Todos son hispanos. Él vive con paisanos suyos Kanjobales. En su son unos siete. Una familia en la parte baja y otros cuatro en la parte de arriba. Eso hace que los gastos sean menores.

Fuimos a comprar para hacer una barbacoa. Comimos unas nueve personas o más. Mucha carne y cerveza. La acogida de todos fue muy cariñosa, preguntándome continuamente sobre aspectos de mi viaje, de España…
Allí dormimos y al día siguiente hicimos lo que iba a ser lo normal en este primer momento de mi estancia en EEUU: viajar durante bastantes kilómetros seguidos para llegar a nuestro destino a comienzo de la tarde. En ese trayecto desayunamos – almorzarmos. Después de varios cientos de Kilómetros nos instalamos en el Motel. Descansamos. Y salimos por la tarde-noche a visitar la ciudad. Volver a dormir. Levantarnos, desayunar-almorzar, e ir a la ciudad al mediodía-tarde. Volver al motel, tomar algo y dormir para salir al día siguiente a otra ciudad. Estábamos dos noches en cada una.

Nueva Orleans - Luisiana 

Tenía verdaderas ganas de conocerla. Era uno de los motivos del viaje. El barrio francés siempre me llamó la atención. Y no me defraudó. Es bastante original. Tiene vida. Mucha. Estuvimos recorriéndolo. Sobre todo la calle Bourbon Street, de la que se dice que es la calle más animada de Estados Unidos. Las casas de antaño, son ahora restaurantes y locales en su mayoría. Ahí habría que entrar y conocer el verdadero lugar de nacimiento del Jazz. Y eso estaba en el interior de ellos. Ya dedico otro momento a hablar de ello pues creo que he hecho en vez de la ruta de Misisipi – Misuri la de los lugares origen de la canción americana.

Me encanto conocer la historia de la ciudad que estuvo en manos de España unos cincuenta años, aunque anteriormente era francesa, por ello el nombre del barrio, del Estado al que pertenece y la dedicación de la catedral a San Luis, rey de Francia. 


La presencia de España se observa, aún hoy, en el callejero del barrio que está en español. En cada calle hay letreros con el nombre de la calle y la indicación de los años en los que fue parte de España. El escudo lo confirma. Los arreglos que están haciendo en la infraestructura de desagües de aguas en las calles, indican que hace unos años está ciudad permaneció bajo ellas durante muchos días. Me acordaba de ello y entendí que estaba abocada a padecerlo cada ciertos años pues, además de estar a nivel del mar, está rodeaba de lagunas. 


El resto de la ciudad está compuesta por grandes edificios, calles, parques y tiene una gran cantidad de vehículos. Cualquier ciudad presenta un aspecto parecido.

Al día siguiente fuimos al parque de Luis Armstrong. Un parque que es todo un homenaje a este músico. Precioso lugar al lado del barrio francés. Después disfrutamos del ambiente vespertino de la ciudad y volvimos al Motel a unos cuarenta kilómetros de la ciudad.
Memphis - Tennessee
Menphis es la ciudad donde nació el Ronk’ un Roll. Está a la orilla de Mississipi. La ciudad me habla de Elvis Presley y de Martín Luther King. En la próxima hablaremos de ello.



¡Hasta la próxima, primero Dios!

jueves, 15 de noviembre de 2018

Valorar cualquier momento de la vida.


La cena de amigos de San Nicolás
Para mí, como creo que para la mayoría de las personas, la vida se centra en unos momentos que te impactan por ser muy especiales además de cómo vives la vida cotidiana que uno tenga. A veces creemos que ésta última, la vida cotidiana, no tiene una verdadero valor pues, al ser repetitiva, no despierta una interés especial. Se suele buscar lo extraordinario. Y por ello se espera, con más o menos ansiedad, algo que saque de esa rutina.
¡Amigos para siempre!
Mi experiencia, en esta tercera etapa, y creo que lo fue siempre, es que se debe vivir cada momento  como algo importante y que así se es feliz y se tiene una vida sana. 
El que espera ser feliz sólo en momentos concretos, perderá gran parte de su  vida y ella será anodina. Su felicidad será fugaz pues no puede impedir que lo  cotidiano llena su vida.

El tradicional encuentro en torno al 24 de octubre
Disfrutar haciendo lo que haces, estando donde estas, compartiendo tu vida con los demás o disfrutando de la soledad, es algo maravilloso.
Muchas cosas he compartidos con ellos.
¡Qué grande es la amistad!
¿Habrá algo tan inigualable que pasear tranquilamente por tu ciudad o por la orilla del mar o en plena naturaleza? ¿Se puede ser más feliz que cuando se lee un libro, se escucha música o  se ve una buena película? ¿Habrá mayor alegría que estar  con la familia o con los amigos? ¿Y realizando tu trabajo o tarea dando lo mejor de ti mismo?
Disfruto cuando en mi casa
se realizan encuentros fraternales.
Algo de eso 
estoy viviendo ahora en mi casa de San Nicolás.
Paso los días en ella. Duermo más que  cuando estaba en activo, leo, escucho música, me siento en la terraza contemplando la naturaleza, medito, preparo con verdadero placer la comida, arreglo la casa, hablo con los vecinos compartiendo con ellos los acontecimientos de la vida...
Y eso me hace muy feliz. Yo que no paraba ni un minuto en mi casa en la segunda etapa de mi vida.
Nos vimos varias veces este mes.
Quien no es feliz en el desarrollo de su vida diaria difícilmente será feliz en lo extraordinario. Y eso se descubre cuando se acaban las vacaciones, los encuentros y las ocasiones esperadas, cuando uno se levanta cada mañana o cuando se acaba el fin de semana. O sea cuando viene la "rutina".

También hay que salir a encontrarse con ellos.
Este mes de octubre que pasó tuve en casa varios encuentros con amigos que, por lo simple y sencillos que fueron, los viví como momentos únicos. Y ellos eran conscientes, y así me lo comentaron. ¡Qué bueno es no tener prisa para que se acabe lo que estamos viviendo para hacerlo plenamente y en ello ser feliz!

¡Hasta la próxima, primero Dios!


martes, 13 de noviembre de 2018

La baba del perrito

En Amsterdam

Sabía que los controles para embarcar en los aviones para entrar en los EEUU eran muy fuertes y estaba prevenido. No pude pasar una vez en Miami por el control automático porque me llamaba "GONZÁLEZ", me dijo el oficial de pasaportes. Lo que para mí y los míos es un orgullo, no lo es para ellos.

Esta vez tuve un buen recibimiento en el control aduanero de salida porque el policía, al ver el pasaporte español, me dijo: "Qué tal esta usted", dándome una palmadita en el hombro.
Llego al mostrador de la aerolínea DELTA. Me mandan con una azafata que habla español, era chilena, y me dice: "Vaya a la puerta E 18. Lo van a llamar" Y le digo: "Por llamarme González" ( jejeje...)
"No. ¡Es aleatorio!". Claro, siempre es así.
Voy al mostrador de la E 18. Y veo mi nombre en la pantalla. "Espere Sr.  González", me dice una azafata vestida de azul y que habla un poco el español. "Es un control extraordinario". Me agarra el pasaporte y el boleto de embarque y me lleva a un lugar donde me registran de arriba abajo, pasándome un cartoncito para recoger pruebas por todo el cuerpo, por los zapatos, por la mochila... lo va metiendo en un ordenador con pantalla y va dando negativo . Yo veo en la pantalla el color vede. "UFFFF" 
Pero cuando pasan la prueba por el ordenador... TACHINNNNN. Se pone en rojo. "Ehhh"
Estos han visto lo que hay en mi ordenador. Saben sobre mis amistades, que tengo de todo el espectro político, que soy amigo de Correa...¿Y lo podrán leer?
Escucho al agente que me hace el control decir: "electrónico"
Va a la azafata que tenía mis documentos. El agente me señala como si fuera uno de los que derribó las Torres Gemelas y la azafata llama por teléfono. Al volver a mi lado el agente me dice algo en inglés sin mirarme. No lo entiendo Madre mía.
Viene la azafata con otra vestida de rojo. Ésta coge el pasaporte. El controlador vuelve a pasar el cartoncito al ordenador. Sale otra vez el rojo con una letras que no identifico.
Y ahora la de rojo me hace cuatro o cinco veces veinte preguntas. Les enseño la documentación de hoteles, de aviones, de alquiler de coche.
Y la azafata de azul le va haciendo de traductora pero no entiende bien algunas cosas. Y me dice ahora vendrá la policía. 
¡Por Dios David, qué pronto nos volveríamos a ver! (me habías dejado a las 4 de la mañana en Baraja).
Y mi corazón, sin que yo le dijera nada, comenzó a latir con mucha intensidad. Yo veía pasar el pasaje al avión. ¿Qué pasará? Porque sabía que iba a venir la policía, pero ¡para qué madre mía!
Y la azafata de rojo a mi lado con mi pasaporte. ¡Qué estrés, por Dios! A la vuelta el ordenador va dentro de la maleta... !Si hay vuelta! ¿Electrónica?
Y por el pasillo veo venir a un policía.
Va  hacia la azafata primera y ésta habla con él. Me señala y le indica el ordenador. 
ÉL asiente. Hablan de poner el ordenador en un sitio y el policía le señala uno que no veo cerca del ventanal. ¿ Será una mesa? 
Y se va por donde ha venido. Me muevo para ver qué ha señalado y dónde está mi ordenador. Para mi sorpresa éste esta en el suelo.  
Me acerco a la azafata y le pregunto: "¿Van a traer un perro?". Y la azafata de azul me contesta: "¡SÍ! La muestra ha dado positivo en substancias prohibidas!" "¿Cómo? ¿Se trata de eso?" "Sí". Bueno, si es eso estoy tranquilo. 
Llega a los cinco minutos el policía con el perro. Le hace oler primero mi chaquetón de Decatlón. La mochila. Y el perro pasa de ello. Lo lleva al ordenador y lo  olesquea un rato que se me hace una eternidad. Lo babea todo él oliéndolo con insistencia. Qué olerá ese chucho, pienso yo preocupado.
Pero el policía, después de un ratito, le da un tirón, le dice algo  a la azafata y se va por dónde había venido. 
La azafata de rojo se va también dándome el pasaporte y todas las reservas que aún tenía en su mano. Y la primera me dice:
"El aparato de control es muy sensible y puede haber estado cerca de un medicamento".  ¿De un medicamento? Ocho tipo diferente de medicamentos llevo en la mochila dónde va el ordenador.
Me pide perdón, me devuelve la tarjeta de embarque y me desea buen viaje y buena estancia en EEUU. Me dice que como esa máquina no la tienen en USA pues que no me pasará nada durante todo el viaje.
Y todo esto lo he escrito en una hora y media que llevo en este avión. 
¿Seguirá?  
¡Ah! Ella me limpió antes la baba que había dejado el perrito en todo mi ordenador.

¡Hasta la próxima, primero Dios!