Lo he visto en cuatro ocasiones en mi vida. Bueno, mejor dicho, tres, pues la primera vez que lo vi creo que duró el encuentro quince segundo, más por obligación -educación-, que por ganas. Estaba en plena adolescencia y el encuentro con desconocido no es lo que más desea este grupo de edad. Dominique me había invitado a pasar la noche de Navidad en casa de su hermana. En la casa estaba ella junto a los dos hijos pequeños, Norman, de unos diez años, y Laurent. La mayor no estaba en casa.
La segunda vez que lo vi era en Sevilla. Se alojó en mi casa. Sería el año 2012, unos trece años después. La tercera vez fue en el 2014 con ocasión de participar en la Asamblea Internacional del MIDADEN en París. Allí me vino a ver al lugar donde me encontraba. Y la cuarta vez ha sido en esta ocasión, tanto en Sevilla como en San Nicolás. A Laurent le encanta conocer España y este verano ha realizado una vuelta muy completa.
La amistad con él viene, en principio, por la que tuve, y tengo, con Dominique. Ahora, después, los años, lo recibo como un verdadero amigo.
Así nos tratamos, así como con Coralie, la compañera con la que vino en esta ocasión.
Las relaciones entre personas, la amistad, no necesita el encuentro continuo. Basta que se valore conocer al otro tal y como es, que haya deseo de encontrarse y que se disfrute de la presencia del otro. En este caso me sirve también para hablar en francés y perfeccionarlo. Recibir amigos es algo que me gusta, pues disfruto con ello.
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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Con ellos pude dar una vuelta por los pueblos de la Sierra Norte. |
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