miércoles, 16 de noviembre de 2016

De vuelta


“¡Tus cien monedas de plata han producido diez veces más!”
Tenemos en nuestras vidas una oportunidad magnífica de construirnos como personas a todos los niveles. Es importantísimo a nivel personal que crezcamos como tales. Y es importante crecer en lo que tratamos, trabajamos, estudiamos, tenemos...
¿Pero para qué? Aquí está la dimensión de nuestra fe. Hacerlo no sólo para nosotros, es hacernos parecidos cada vez más a los valores de Jesucristo. Para nosotros éste es el auténtico crecimiento. Y esto no se puede hacer sin contar con Él.
Los avatares y gozos del viaje
Ya he vuelto a Guatemala. Escribo esta crónica a las cuatro de la madrugada del día 16. He escuchado casi todas las campanadas de la catedral de la capital que, como en Sevilla, dan no sólo las horas si no también los cuartos, tocando una, dos, tres o cuatro campanadas. Prácticamente no he dormido. Serán las cocacolas que me tomé en el avión o los dos cafés que bebí pensando que tenía que estar despierto las siete horas suplemetarias del día 15 que me regalaba el viaje de vuelta a Guatemala por última vez.
Salí el día 14 de Sevilla. Me llevó a la estación de tren mi sobrino Carlos. Él es la última persona conocida que veo cuando salgo de Sevilla, como mi cuñado lo es cuando salgo de Madrid.
El viaje en el AVE es un gozo. Esta vez no me moví del asiento. Otras veces voy a la cafetería y me quedo de pie un rato leyendo el periódico. Ocupé mi tiempo en ver la película y en despedirme por wasap de algunos amigos que muy cariñosamente  me había deseado buen viaje.
Con una cronometración perfecta me recogió David en Atocha. Estuve todo el día con ellos. Cuando oscurecía fuimos a ver la luna. Era lo que tocaba, y lo que hizo mucha gente esa noche. 
Estar con mis hermanos y con mi sobrinos, estaba vez Alfredo estaba enfermano y no lo ví, es uno de los aspectos gratificantes, por tener que pasar por Madrid en mis viajes a América.
Ayer teníamos que estar pronto en Barajas. La mala experiencia del viaje anterior así lo recomendaba. Esta vez tenía un vuelo de salida de Guatemala que, aunque no era de vuelta a España, podría presentarlo si así me lo exigían. Pero teníamos nuestras dudas.
No fue esa la situación que tuvimos que enfrentar. Fue otra. Aunque había asientos libres, el sistema no me asignaba ninguno. La misma azafata de tierra se extrañaba. ¿Por qué? No lo supe. Me dijo que me lo asignarían cuando se cerrara el vuelo. Que fuera a la puerta de embarque y que allí me lo darían. Y así fue. Y el resultado no pudo ser mejor.
Antes pasé por el control de policía. Era también un aspecto a superar. El agente, aunque me miró dos veces, no hizo ningún comentario como el que lo ojeó a mi llegada a Madrid que me dijo que la foto del mismo no era yo. La verdad es que, sin gafas, más delgado y con barbas, me parezco poco. Y eso sin hablar del incipiente cabello que me está saliendo, jejeje.
Me asignaron un asiento en la cuarta fila por detrás del primer espacio de turista que tiene el avión. Éste iba casi al noventa por ciento de su capacidad. Me dieron pasillo de los asientos centrales. A mi lado estaba sentada una chica. Los otros dos lados estaban vacío. Como una amiga suya iba sola en la fila de atrás se cambió para estar juntas. De tal modo que fui el único pasajero que estaba en las cuatro filas. Circunstancia que aproveche convenientemente. 
¡Era el rey del avión! Mi situación era muy observaba por parte de gran parte de los que me rodeaban. Me puse en uno de los asientos del centro y coloqué mi bolsa de mano en otro asiento. En un momento me tendí  a lo largo de todos ellos. Los ojos de muchos se clavaban en mí.
El vuelo, al ser durante todo él de día, se soporta más o menos bien. El poder elegir películas, documentales, juegos o ver las noticias del vuelo te hace estar distraido. Las tres veces que te reparten comida y el poder levantarte para solicitar lo que desee, hacen más soportable el vuelo.
Pero además el vuelo tuvo todo él una atracción, por llamarlo así, añadida. Un hombre de nacionalidad española, pues así lo repitió varias veces, mantuvo una postura antisocial en todo el viaje. Comenzo por ponerse de pié y dirigirse a las chicas que estaban detrás de mí y en las otras filas posteriores.  Al comienzo ellas hablaban con él. Pronto se dieron cuenta, como todos los demás pasajares, de lo borde que era y no le contestaban.
Al estar haciendo la cola para ir al servicio él, de rodilla en el asiento y vuelto hacía tras, tocaba la mano de una mujer que estaba sentada al lado de una chica. Me sorprendí al ver eso y, al mirarme la mujer, él me preguntó que quién era yo y si era familiar o amigo de la mujer, a la que llamó “esta”. Yo le dije que “esta señora”, remalcando lo de señora. Como él les siguía mirando y no me veía la cara, ni la boca, le pregunté a la chica, sin emitir sonido, si las estaba molestando. Ella asintió varias veces. Entré al servicio y después, al ver que el contínuaba con su postura, me fui hacía atrás del avión y se lo comuniqué al personal de cabina.
Tardaron un poco en actuar. Creo que lo observaron. Pero él seguía dando voces. Entonces le dijeron que guardara la compostura. En ese momento todos miramos hacía tras y él se bajó los pantalones. Uno del personal de vuelo lo cubrió con una de las matas y con mucho esfuerzo le obligó a sentarse. 
Poco a poco lo fueron aislando acomodando a los pasajeros que estaban en las dos últimas filas en otras vacias del avión. Esto sucedió en el último tercio del viaje. A mi lado colocaron a dos personas.
Creo que su actuación no estaba provocada solamente por la ingesta de alcohol. A mi me dijo, en el poco rato que hablamos mientras estaba en la fila del servicio, que había bebido cinco gin tonic. Estaba influenciada por otra, u otras sustancias, un poco más fuerte. Su vestimenta y su aspecto denotaba una persona de posición media de unos cuarenta años.
El caso es que durante todo el vuelo cuando menos te lo esperaba soltaba un grito. Casi la mitad de éste el que esta a cargo de la cabina se sentó junto a él. Le dieron una hoja, creo como una especie de denuncia, y el preguntó en voz alta que quería que hicera con ella.
Como pensaba, al salir del avión a través del acceso al aeropuerto que pegan a éste, estaban tres policías militares, especie de guardía civil, esperándole.
Al depedirme de una de las azafatas, y decirle la paciencia que habían tenidó con él, me dijo que en sus años de servicio era la primera vez que había visto una conducta así.
Pensé que era difiíil actuar en un caso así dentro del avión y que menos mal que era uno sólo porque si no hubieramos visto un numeritto mucho más desagradable.
Pero el viaje me deparaba otra sorpresa. Mi fiel amigo Sergio, taxista de Guate, no me esperaba. Eso hizo trastocar mi estancia pues no pude conectar con los autobuses de Huehuetenango como era mi idea. Él envió otro taxi, pero tuve que esperarlo casi una hora y con él buscar un hotel donde quedarme y que no fuera muy caro. Y aquí, en el Hotel Continental, he pasado mi primera noche al lado del Palacio Nacional en Guatemala capital.
Siguen dando las campanadas… ahora… las de las cinco y media.
He incluido en la crónica algunas fotos. No estan todos los momentos vividos ni todas las personas con las que he estado, esta primera quincena del mes de noviembre en la que he compartido los días, como en el mes de octubre, con médicos, análisis, amigos, visitas, viajes…
A todos gracias por sus atenciones y su cariño hacia mí.
 “Hasta la próxima, primero Dios”

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