“¡Tus cien monedas de plata han
producido diez veces más!”

¿Pero para qué? Aquí está la dimensión de nuestra fe.
Hacerlo no sólo para nosotros, es hacernos parecidos cada vez más a los valores de
Jesucristo. Para nosotros éste es el auténtico crecimiento. Y esto no se puede
hacer sin contar con Él.
Los avatares y gozos del viaje
Salí el día 14 de Sevilla.
Me llevó a la estación de tren mi sobrino Carlos. Él es la última persona conocida
que veo cuando salgo de Sevilla, como mi cuñado lo es cuando salgo de Madrid.
El viaje en el AVE es un
gozo. Esta vez no me moví del asiento. Otras veces voy a la cafetería y me
quedo de pie un rato leyendo el periódico. Ocupé mi tiempo en ver la película y
en despedirme por wasap de algunos amigos que muy cariñosamente me había deseado buen viaje.
Con una cronometración
perfecta me recogió David en Atocha. Estuve todo el día con ellos. Cuando
oscurecía fuimos a ver la luna. Era lo que tocaba, y lo que hizo mucha gente
esa noche.
Estar con mis hermanos y con mi sobrinos, estaba vez Alfredo estaba
enfermano y no lo ví, es uno de los aspectos gratificantes, por tener que pasar
por Madrid en mis viajes a América.
Ayer teníamos que estar
pronto en Barajas. La mala experiencia del viaje anterior así lo recomendaba. Esta
vez tenía un vuelo de salida de Guatemala que, aunque no era de vuelta a
España, podría presentarlo si así me lo exigían. Pero teníamos nuestras dudas.
No fue esa la situación que
tuvimos que enfrentar. Fue otra. Aunque había asientos libres, el sistema no me
asignaba ninguno. La misma azafata de tierra se extrañaba. ¿Por qué? No lo
supe. Me dijo que me lo asignarían cuando se cerrara el vuelo. Que fuera a la
puerta de embarque y que allí me lo darían. Y así fue. Y el resultado no pudo
ser mejor.

Me asignaron un asiento en
la cuarta fila por detrás del primer espacio de turista que tiene el avión. Éste
iba casi al noventa por ciento de su capacidad. Me dieron pasillo de los
asientos centrales. A mi lado estaba sentada una chica. Los otros dos lados estaban vacío. Como
una amiga suya iba sola en la fila de atrás se cambió para estar juntas. De tal
modo que fui el único pasajero que estaba en las cuatro filas. Circunstancia
que aproveche convenientemente.
¡Era el rey del avión! Mi situación era muy observaba por parte de gran parte de los que me rodeaban. Me puse en uno de los asientos del centro y coloqué mi bolsa de mano en otro asiento. En un momento me tendí a lo largo de todos ellos. Los ojos de muchos se clavaban en mí.
¡Era el rey del avión! Mi situación era muy observaba por parte de gran parte de los que me rodeaban. Me puse en uno de los asientos del centro y coloqué mi bolsa de mano en otro asiento. En un momento me tendí a lo largo de todos ellos. Los ojos de muchos se clavaban en mí.
El vuelo, al ser durante
todo él de día, se soporta más o menos bien. El poder elegir películas,
documentales, juegos o ver las noticias del vuelo te hace estar distraido. Las
tres veces que te reparten comida y el poder levantarte para solicitar lo que
desee, hacen más soportable el vuelo.
Pero además el vuelo tuvo
todo él una atracción, por llamarlo así, añadida. Un hombre de nacionalidad
española, pues así lo repitió varias veces, mantuvo una postura antisocial en
todo el viaje. Comenzo por ponerse de pié y dirigirse a las chicas que estaban
detrás de mí y en las otras filas posteriores.
Al comienzo ellas hablaban con él. Pronto se dieron cuenta, como todos
los demás pasajares, de lo borde que era y no le contestaban.
Al estar haciendo la cola
para ir al servicio él, de rodilla en el asiento y vuelto hacía tras, tocaba la
mano de una mujer que estaba sentada al lado de una chica. Me sorprendí al ver
eso y, al mirarme la mujer, él me preguntó que quién era yo y si era familiar o amigo
de la mujer, a la que llamó “esta”. Yo le dije que “esta señora”, remalcando lo
de señora. Como él les siguía mirando y no me veía la cara, ni la boca, le
pregunté a la chica, sin emitir sonido, si las estaba molestando. Ella asintió varias veces.
Entré al servicio y después, al ver que el contínuaba con su postura, me fui
hacía atrás del avión y se lo comuniqué al personal de cabina.
Poco a poco lo fueron aislando acomodando a los pasajeros que estaban en las dos últimas filas en otras vacias del avión. Esto sucedió en el último tercio del viaje. A mi lado colocaron a dos personas.
Creo que su actuación no estaba provocada solamente por la ingesta de alcohol. A mi me dijo, en el
poco rato que hablamos mientras estaba en la fila del servicio, que había bebido
cinco gin tonic. Estaba influenciada por otra, u otras sustancias, un poco más
fuerte. Su vestimenta y su aspecto denotaba una persona de posición media de unos cuarenta años.
Como pensaba, al salir del
avión a través del acceso al aeropuerto que pegan a éste, estaban tres policías
militares, especie de guardía civil, esperándole.
Al depedirme de una de las
azafatas, y decirle la paciencia que habían tenidó con él, me dijo que en sus
años de servicio era la primera vez que había visto una conducta así.
Pensé que era difiíil
actuar en un caso así dentro del avión y que menos mal que era uno sólo porque
si no hubieramos visto un numeritto mucho más desagradable.
Pero el viaje me deparaba
otra sorpresa. Mi fiel amigo Sergio, taxista de Guate, no me esperaba. Eso hizo
trastocar mi estancia pues no pude conectar con los autobuses de Huehuetenango como era mi idea. Él envió otro taxi, pero tuve que esperarlo casi una hora y
con él buscar un hotel donde quedarme y que no fuera muy caro. Y aquí, en el Hotel Continental, he pasado mi
primera noche al lado del Palacio Nacional en Guatemala capital.
Siguen dando las
campanadas… ahora… las de las cinco y media.
He incluido en la crónica algunas fotos. No
estan todos los momentos vividos ni todas las personas con las que he estado, esta primera quincena del mes de noviembre en la que he compartido los días, como en el mes de octubre, con médicos, análisis, amigos, visitas, viajes…
A todos gracias por sus
atenciones y su cariño hacia mí.
“Hasta la próxima, primero Dios”
Esas fotos en San Diego geniales.
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