Lo pensé durante unos segundos. Si salía a la puerta era para intentar darles una solución. Tras pensarlo unos segundo, decidí salir.
Salgo y veo a cuatro personas, de alrededor de los treinta años, junto a un coche de última gama. No miré la marca, pero se veía muy bueno. El que parecía el dueño seguía hablando por el móvil. Me acerqué y le pregunté de dónde eran. Que había escuchado la conversación y quería prestarle ayuda. Éste cortó la conversación.
Me dijeron que eran de Écija. Y que pensaban romper el cristal para recuperar las llaves, aunque no estaban muy convencidos. Yo le dije que mejor se llevaran mi coche, que fueran por las llaves de repuesto, y que volvieran después o el día siguiente.
La cara de sorpresa de los cuatro fue de película. Sin conocerte alguien te ofrece su coche para que vaya a por la otra llave. ¿Es cierto? El otro varón que formaba el grupo dijo rápidamente que no. ¿Qué por qué hacía eso? ¡Que no era normal!
Yo le dijo que por qué no era normal. Así deberíamos actuar todos. Que no había ningún problema. Y que me parecía un coche muy bueno para romperlo. Y que sólo serían unas horas.
Así estábamos entre sí y no. En principio parecían que iban a aceptar. Cuando fui por las llaves de mi coche, el dueño estaba hablando con su padre. Éste le dijo que rompiera el cristal, que lo pagaría el seguro. Esto convenció al dueño, pues esperaba esa postura de su padre.
Y aunque siguieron unos minutos dudando. Agarró una piedra y le pega al cristal que habían elegido. Y éste ni se inmuta. Otros momentos de dudas. Vuelve a pegarle más fuerte y... está vez sí. Éste se rompe y permite agarrar la mochila y sacar las llaves.
Al irse me dan las gracias todos. Quedamos en vernos si vuelven a San Nicolás. Y los veo marchar.
Después pensé mucho en ello. Para mí fue algo normal. Recuerdo que a los pocos meses de estar en Arahal le deje mi coche 127, nuevo, al hijo de una señora que se la llevaban al Hospital de Valme y no tenía medio para seguir la ambulancia. Eran unos vecinos y no los conocía de nada. Quizás fue una promesa al comprarme el primer coche: que no fuera egoísta en su uso.
Pero también pensé que no se acepta que haya gente que sean "buenos", yo diría normales, sin pedir nada a cambio. Le pregunté al que no era el conductor: "¿Tú no harías lo mismo? Somos más las gentes "buenas" que los otros". Éste era el que menos quería aceptar mi propuesta.
De todas maneras creo que ellos también pensarían y comentarían entre ellos y con otros lo que le había sucedido en éste pueblo. Puede haber sido un medio para cuestionarse muchas actitudes.
¡Hasta la próxima, primero Dios!