Estar con el agua hasta el cuellos suele decirse para describir situaciones comprometidas, cuando nos encontramos en apuros o estamos presionados por gran cantidad de problemas. Esta tarde, estando en el agua, me descubrí con el agua hasta el cuello, pero no significaba nada de lo anterior.
Desde mi posición, sentado en el yacusi, veía los álamos del bosque de galería del río Galindón por encima de mi tejado. Se movían sus ramas superiores movidos por la suave brisa con la que nos ha regalado el día de hoy. El agua estaba tranquila saliendo por el rebosadero del mismo. Se respiraba una paz increíble. Ese tiempo en el que me mantengo quieto dentro del agua se alarga hasta que dejo de oír el lejano sonido del motor que hace pasar el agua por el calentador en un circuito cerrado. ¡Había pasado una hora!
Ese momento, único y repetido a los largo de los meses de verano, es el momento ideal para la contemplación del maravilloso entorno que me rodea lo que me invita a una sincera acción de gracias, de repasar acontecimientos que he vivido o que afectan a otras personas que me rodean y analizar los objetivos y tareas a corto y a mediano plazo en los que voy a emplear mi vida. Salgo del agua con una gran sensación de tranquilidad y continúo con algo que me satisface mucho: regar el huerto, los arriates y las macetas.
La felicidad es disfrutar de todos los momentos diarios que nos regala el Dios de la vida y vivirlo como si fueran super extraordinarios.
¡Hasta la próxima, primero Dios!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario