viernes, 17 de noviembre de 2017

Bueno... ¡Pasó!

Todo cambio de alguna de las situaciones que vivimos producen en nosotros la necesidad de adecuarnos a ellas. Ese proceso puede ser instantáneo y sin complicaciones o ser un poco más difícil. Es fundamental la serenidad, el esforzarse y no estancarse en lo que vivíamos ya que lo nuevo tiene también su riqueza y es en él dónde tenemos que vivir.
¡Vamos allá!
Desde que salí de Guatemala el 18 de julio no he vuelto a escribir. Han pasado más de cuatro meses y hoy me pongo de nuevo a hacer esta especie de diario en el que se ha convertido éste blog. ¡Para todo hay un motivo!
Pasé unos momentos pachucho después de mi llegada a Sevilla. Fue en mi estancia en Mallorca, dónde recuperé mi ritmo vital, que es estar, más o menos, bien de salud.

Me encontraba realmente fatigado y mal a nivel físico, era visible, pero también anímicamente. De mi última estancia en Ecuador y en Guatemala vine muy tocado. 
En cuarenta días perdí nueve kilos. Venía con infección gastrointestinal y en la garganta. Las piernas me seguían doliendo y el cansancio me llevaba a dormir más de dieciséis horas diarias. Y el ánimo también se resintió.
Al llegar, mi estancia en casas de mis hermanos me hizo superar el nivel "crítico" que traía. 
También la atención médica que recibí me  llevó a estar mejor, pero no del todo bien. Creo que fueron varios especialistas, además del de cabecera, los que me vieron: hematólogo, infeccioso, reumatólogo...  Había que superar esa situación. 
Al principio me dejé llevar por lo que me pedía el cuerpo. No me encontraba con fuerza para luchar contra corriente. Y así pasaron algunas semanas. Poco a poco intentaba descubrir las causas. Los análisis me indicaban que tenía que estar atento. Pero era consciente que tenía que superar esa situación. No podía seguir así. 
Hablar con amigos, encontrarme con la familia, salir de casa, ponerme alguna tarea que hacer. 
Los dolores de piernas, tras el tratamiento, iban desapareciendo así como las infecciones. Pero me sentía igual. 
Todos a mi alrededor lo notaban, porque a pesar de ese estado me seguía encontrando con amigos y familiares. 
Aún no estando bien, planeé salir de mi casa. Después de dos meses difíciles le eché coraje y me fui a Baleares. Y era precisamente lo que necesitaba. 
Estar en casa de Ismael y Mariela me vino muy bien aunque mi estancia comenzó sintiéndome igual que aquí. Pero con el paso de los días comencé a cambiar. Es precioso sentirse tan acompañado y querido. En palabras de Mariela el último día: "Cuando llegaste no hablabas. Ahora ya hablas, ya eres tú".
Y a partir de ahí, sanado del cuerpo y con buen estado de ánimo, recuperé mi normalidad. Gracias a todos los que, conociendo mi situación, habéis estado preocupados por mí; me habéis acompañado de una manera o de otra.
La presencia de Santiago, hijo mis amigos de Huehuetenango Manrique y Carmen, me permitió dar una pequeña vuelta por Andalucía.  Estar con él en Sevilla, en Granada, en Córdoba... además de para él, fue un placer también para mí. Poder quedarnos en casa de Pablo en el Albarracín, a pié de la Alhambra, fue toda una maravilla. Visitar el pueblo de sus antepasados, emocionante. Compartir con él los encuentros que he tenido con otros amigos, muy gratificante.

Pero durante todo esos meses también me convencí que estos cuatro años han dejado huellas profundas en mí. Ya no seré totalmente el mismo que cuando me fui. 
La estancia, casi cuatro años, en América Latina me ha cambiado. El contacto diario con situaciones económicas, sociales, políticas... tan diferentes a las que se viven en nuestro país; la cultura de las sociedades indígenas y las situaciones en las que viven los amigos de allí; la mirada hacia la vida que ellos tienen... me han marcado. Por todo ello me encuentro diferente en muchos aspectos, entre ellos, mi manera de situarme ante esa misma vida. Quizás por ello decidí que mi domicilio sería la casa de San Nicolás.
Las fotos que incluyo reflejan parte de lo que he vivido, y con quién, en esos meses de julio a septiembre.  
¡Hasta la próxima, primero Dios!