Marrakech es, junto a Mequinez Fez y Rabat, una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos. La ciudad posee el mercado tradicional (Suk) más grande del país y una de las plazas más concurridas de África y del mundo, Djemaa el Fna. Cuando la visite en el año mil novecientos ochenta y siete, hace ya años, la vi muy diferente a esta vez. En la plaza habían acróbatas, cuenta-cuentos, vendedores de agua, bailarines y músicos, encantadores de serpientes.
Hoy la he visto diferente. Por la noche, la plaza se sigue llenando de puestos de comida, convirtiéndose en un gran restaurante al aire libre.
He ido acompañado por amigos de Paradas y de La Campana. Llegamos el sábado por la mañana y salimos el lunes por la tarde aprovechando el puente del Día Nacional de España. Nos hemos quedado en un Riad en el ciudad vieja. La ciudad vieja, protegida por un cordón de bastiones hechos de tierra roja que encierran un laberinto de callejuelas y palacios, mercados y mezquitas, cúpulas y minaretes.
La Medina de Marrakech ha sido declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1985, siendo actualmente uno de los lugares de visita obligada. Su corazón es la gran plaza Jamaa el Fna, al norte de la cual se abre el laberinto de los Suks (mercados tradicionales, a menudo descubiertos). Siguiendo hacia el norte se encuentran la mezquita y madraza de Ben Youssef y el museo de Marrakech. Al sur de la plaza, en cambio, a lo largo de los siglos se han instalado los gobernantes de la ciudad.
Hoy la zona está dominada por el Palacio Real, erigido sobre las ruinas de los precedentes palacios almohades, que ocupa una vastísima área rodeada de murallas (la llamada kasbah, que significa ciudadela fortificada) y no está abierto al público.
Pasear por medio de las infinidad de callejuelas llenas de tiendas dedicadas a la venta de productos típicos marroquíes, comer en restaurantes con comidas exquisitas y bien condimentadas, asistir a espectáculos típicos, buscar terrazas donde vendieran cervezas, visitar algunos palacios y otros monumentos han ocupado nuestros días.
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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