Fue a por mí Alex. El encontrarnos fue un poco difícil. Llegaba al aeropuerto con más tráfico de mundo. Su organización es de la más correcta que he visto. Ninguna complicación. Una espina dorsal, recorrida por un tren de ida y vuelta, y como vértebras siete terminales. Hay dos salidas la norte la internacional y la sur la nacional. Lo despisté porque creía que sólo el vestíbulo nacional tenía una cubierta en la calle de color rojo. No, tienen los dos. Me esperaba en el internacional y tardamos cuenta un poco de que estábamos en salidas diferentes.
Eran sobre las 9 de la noche, hora local, en Atlanta. Había salido esa tarde del miércoles desde Los Ángeles sobre la una y media, hora local. El vuelo, en una aerolínea de bajo coste (Low cost). Malilla. Barata. Frontier. Se pasó éste sin pena ni gloria. Menos mal que me levante pronto y fui a un local enfrente de mi hotel en Los Ángeles a buscar algo para desayunar. Aunque no estoy habituado a entrar en ese tipo de sitio, con la ayuda de un salvadoreño que me hablaba y me hablaba de "Mágico" González, jugador excelente del Cádiz, pude comprar una botella de leche de medio litro, calentarla en un microondas en un vaso grande, más un croissant, salchichón y queso. La verdad que comí mucho y eso me mantuvo hasta la cena ya en compañía de Alex.
Ayer me levanté sobre las nueve de la mañana. No había nadie en casa. Tanto él, como la mujer, Jennifer, y el pequeño Marvin estarían en su respectivos trabajos y guardería. Encontré una llave de la puerta de la casa, que Alex me dijo que eran de su mujer, y salí a desayunar.
Parece ser que es algo insólito que alguien que no conoce por donde andar salga a buscar un sitio donde desayunas. Ellos viven en un dominio, como una grupo residencial en medio de un lugar lleno de árboles. No me atrevo a llamarle bosque, pero sólo veía árboles. Llegué a la entrada haciendo fotos para recordar donde estaba. Tiré para la derecha, porque la carretera subía. Me dije es mejor ahora subir porque a la vuelta vendré para abajo. Lógico.
Y tuve suerte. Pues a un kilómetro más o menos al doblar hacia la derecha encontré una especie de hospital y enfrente una gasolinera y al lado en, unos locales comerciales que la rodeaban, un restaurante, o mejor dicho esas tiendas que tienen de todo y sirven comida para llevar.
Allí compré algo de comer y una cerveza. Fue fácil porque el que vendía la comida era mexicano y había estado en España. Volví a la casa, almorcé.
Sobre las cuatro de la tarde al despertarme descubrí que tanto Jennifer como Marvin habían estado todo el tiempo en su habitación. Después de haber estado tres años en Guatemala no me sorprendió en absoluto. Con ella fui a encontrarnos con Alex al lugar de la ceremonia.
Hoy veinticuatro de octubre, una muy señalada para mí, vamos a dedicarnos a preparar la iglesia pentecostal donde se celebrará la boda mañana. En un salón paralelo y abierto a la iglesia se celebrará el convite. ¡Todo el servicio incluido! La pastora Vitalia, mujer del pastor, organiza todo.
¡Hasta la próxima, primero Dios!

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