jueves, 23 de octubre de 2025

Este viaje esta movidito

 Perfecto el viaje en avión que me llevó a Los Ángeles. No se me hizo muy pesado, aunque de vez en cuando pensaba me quedan ocho horas, me quedan cuatro... En un momento fue especial ver por la ventanilla el paisaje, y sobre todo la sol, cuando íbamos pasando por la Bahía de Hudson. ¡Era espectacular! Intenté hacer fotos, pero como mi móvil no es de última generación, salieron regular. Creo que vi unas cuatros películas de dos horas de duración. Comí demasiado y dormí poco. Eso me valió para no cenar ese día, tarde, noche, mañana. 

Es un lío eso del horario. Y sobre todo para saber cuándo tomas las pastillas. Ahora cuando escribo esta crónica a las cinco y media de la mañana, hora local, creo que me he tomado las del almuerzo en España. 

Lo que pasó a mi llegada a Los Ángeles pensaba que podría ocurrir. Me llevaron en una sillita, el peor servicio desde que comencé este viaje, al control de policía. Sin problema me llevó Reina, una salvadoreña de más de sesenta y cinco años, por todo el aeropuerto, desde la zona internacional a la terminal uno. Esto me sirvió para hablar con ella y tener un trato cercano. Lleva en EEUU más de cuarenta años, con dos hijos y cuatro nietos, el menor de veinticinco años. Podría estar jubilada, pero como aquí ésta es muy baja está obligaba a trabajar. Sufría cuando tenía que empujar la silla por el aeropuerto. La distancia recorrida fue larga. Hay mucha distancia entre uno y otro punto. 

De tal manera que llegué a la facturación para Atlanta faltando media hora para el despegue, Estaba cerrado el vuelo. El tipo "americano" no pudo ser más grosero con la persona que tiraba de la silla que había sustituido a Reina al no estar ella en su terminal. Nos fuimos de la zona de facturación, pero mi insistencia volvimos a ella y esta vez la chica que nos atendió, de ascendencia hispana, nos dijo que la única posibilidad, después de buscar otra fórmula, era viajar mañana a Atlanta con otro boleto.

Me llevaron en la silla a Delta que era la compañía con la que tenía el vuelo desde Atlanta a Cleveland. También pregunté, con la ayuda de la chica que empujaba la silla, si podía llegar a Atlanta. Imposible. Lo que sí pude hacer es recuperar el coste del billete de ida y vuelta a Cleveland, ya que el vuelo salía seis horas después.

Así que me encontraba en Los Ángeles, con la posibilidad de vuelo del día siguiente, teniendo que encontrar un hotel y la forma de llegar a éste. Después de un tiempo vagando por el aeropuerto sin aún decidirme qué hacer, llegué a una tienda donde me Érica fue mi salvación. Supo como conectarme al Wifi del aeropuerto, me buscó el hotel de la empresa en la que había estaba otras veces en EEUU, me dijo dónde se encontraba el bus que llevaba a ese hotel. Toda una ayuda en esos momentos. De alguna manera ser hispano aquí es formar parte de una especie de familia. Por la genética a ellos me acercaba en todo momento. 

Todo funcionó, pero el lugar dónde me dijo que llegaba el bus al hotel en el aeropuerto no era ese. Tomé un taxi, llegue al hotel, me instale, llamé a un Uber, gracias a la ayuda inestimable de Yésica, la recepcionista del hotel, y fui a darme una vuelta por la ciudad. Enafete, el del UBE, de raza negra, no hablaba español. Hubo comunicación gestual y cierta "química".  Me llevó a conocer Santa Catalina, y de paso otros sitios de Los Ángeles, de la que decía que era "mucho grande". Peor hablo yo el inglés. Como tenía problema con el móvil el viaje fue de ida y vuelta.

Y ahora, subo esta crónica cuando he dormido unas seis horas, porque mi cuerpo recuerda que aunque sean las seis de la mañana, él siente que son las tres de la tarde. 

Gracias Érica, Yésica, Reina... ¡De todo corazón!

¡Hasta la próxima, primero Dios!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario