viernes, 31 de octubre de 2025

San Francisco o Cristina

Ayer era el día central de mi estancia en Stockton en el que tenía previsto ir a S. Francisco. 

Como ya escribí en la anterior crónica llegué el 29 a primera hora de la madrugada. Pasé la mañana charlando con María, escribiendo la anterior crónica y sacando el boleto para S. Francisco lo que nos llevó algo de tiempo. Almorzamos cuando llegaron los que están trabajando, en un restaurante guatemalteco. Por la tarde-noche tomamos en casa unas cervezas con algunas botanas.

El día de ayer me levanté temprano, pues debía tomar el bus a las siete cuarenta de la mañana en la estación de autobuses que se encuentra a una media hora de la casa donde me estoy quedando.
Vía Sacramento llegué a S. Francisco. Bueno llegué por chiripa. Porque en Sacramento, en la pantalla de la estación de autobuses ponía que el bus a S. Francisco saldría por la puerta cuatro. Como no entendía lo que decía los altavoces, yo vi un movimiento hacia la puerta tres, miré a la pantalla y seguía escrito lo de la puerta cuatro. A dos minutos de la salida, me dirijo hacia la puerta cuatro. La persona que tenía que pasarme la maquinita para leerme el QR dijo que ese no era el bus, que era otro, y me indicó cuál era. 
Aunque no era aún la hora las puertas ya estaban cerradas. Todos los pasajeros dentro y yo llamé a la puerta. La chofer me abrió. Entré. Me hablaba, pero no entendía lo que decía. No le vi una buena cara. En un momento, con las manos, me dijo que me bajara. Salí. Pero ella también lo hizo con el aparato que lee el QR. ¡Ufff! Pensaba que me quedaba en tierra.
La llegar a S. Francisco pasé por otro puente, no el colgante, si no otro que tiene 13 kilómetros de largo. ¡De lejos vi la isla de Alcatraz! 
Al llegar encontré pronto una estación de metro. El motivo de mi visita era ver el puente Golden Gate. Tenía unas tres horas y media hasta que tomara en bus de regreso. Y no tenía ni idea cómo llegar. Pensé en el metro y me acordé de Alejandra de la estación de autobuses de Los Ángeles.
Bajé y en una garita, realmente no se como llamarle a ese sitio, vi a una mujer que miraba si todo el mundo pasaba legalmente por las máquinas de control.
Era una mujer, en este caso negra. Se llama Cristina. Me atendió fenomenalmente. Como no hablaba español, no m entendía. Llamó por un teléfono interno a una compañera que lo hablaba. Ella me preguntaba qué quería y se lo traducía al ingles. Finalmente entendió lo que quería. 
No era el metro lo que tenía que tomar. Era primero un tranvía y después un bus, el F y el 28, para llegar al puente. El precio era seis dólares. En los dos tendría que llegar al final del trayecto. Pregunté donde podía comprar el tique. Ella fue a unas maquinas y me dijo que eran 6 dólares. Le di un billete de 10. Ella fue a otra máquina que lo cambió por dos de cinco. Yo le añadí un dólar. Sacó un billete para dos horas. Me lo dio. ¡Salió conmigo a la calle! Y me indicó dónde debía coger tranvía F. !Bravo por Cristina!
¡Precioso el puente y el entorno! Algo que añadir a la lista de sitios excepcionales. Quedé asombrado. 
Y como no quería llegar tarde a la terminal, la experiencia de Sacramento me seguía dando rumbo en la cabeza, volví en el siguiente autobús.
Llegué quince minutos antes de las cuatro de la tarde. "Pa' ná". ¡El autobús no llegó a su hora!
Ni a la otra, ni a la otra... llegó a las siete y cuarenta. No sabía lo que pasaba. Nos dijeron que saldríamos sobre las ocho de la noche. Mi inquietud es que a las diez menos cinco tenía la conexión con el que me llevaba de vuelta a Strockton. Llegó dos minutos antes que saliera. 
En fin lo que ya dije en la primera crónica del viaje se cumplía: "¡Un viajecito movido!". 
Yo siempre estuve bien, tranquilo y, por qué no,  contento. Me sentí muy bien paseando por San Francisco. No estaba inquieto, ni con malestar alguno, ni desesperado. ¡Lo que tiene que pasar, pasará! Hay cosas que no dependen de un mismo y hay que aceptarla como vienen y no deben turbar nuestro espíritu. Y ya todo bien. Esta noche saldré sobre las once hacia Los Ángeles y esa será otra etapa de mi estancia aquí. Hasta entonces disfrutar de estar aquí, y hacerlo con mis amigos. ¡Gracias Señor!

¡Hasta la próxima, primero Dios!

miércoles, 29 de octubre de 2025

De casa a casa

Salí ayer desde Atlanta hacia Stockton, cerca de S. Francisco, pasando por Los Ángeles . Me ha llevado casi un día entero viajando.
Atrás queda, además de los momentos de celebración propias de la participación en una boda, unas vivencias especiales surgidas por estar viviendo en la casa de la familia de Alex, Jennifer y Marvin. Los cuatro días compartidos con ellos hacen que mi viaje adquiera un valor añadido, púes es muy diferente viajar alojándote en un hotel impersonal y frío, a convivir dentro de una familia, en su hogar, compartiendo su vida. No todo el mundo está preparado para ello. Y lo agradezco mucho.
Sobre todo valoro el haber tenido tanto tiempo en mis brazos a ese pequeño personaje de dos años llamado Marvin. 
"Ahí tienes a tu nieto", me dijo Alex cuando me lo entregaba al montarnos en el coche en el asiento trasero. Sentir como acariciaba mis manos al quedarse dormido, como jugaba con mis dedos intentando contarlos en voz alta, como agarraba mi mano llevándosela a su cara, como me alzaba los brazos para que lo cogiera... me llenaba de alegría y me conmovía.
No me esperaba sentirme emocionado tanto cuando me despedía de ellos como ahora que lo pongo por escrito. Gracias familia.
El viaje hacia Los Ángeles normal. El usar el servicio de silla de ruedas magnífico. Te esperan, te recogen y te llevan donde tu vayas. En mi caso a recoger el equipaje y llevarme al autobús que llega a la Estación de Autobuses.
Fui, vi donde estaba, y decidí a ir a Hollywood. 
Gracias a Alejandra, una mexicana que estaba en la taquilla del metro. Me atendió con toda la tranquilidad del mundo. Me explicó dónde estaba la calle de la fama. Que línea tenía que tomar. Me dio un plano con el punto de partida y el de llegada. Medió el billete de persona mayor de 65 años. ¡No se creía mi edad! ¡Me ven más joven! Jejeje. El precio un dolar y medio ida y  vuelta.
Al llegar hice fotos, recorrí la calle, almorcé y tras hora y media volví a la Estación.
Esperé una hora y subí a él.
Viajar por carretera te permite conocer el paisaje, el medio, los cultivos del lugar, los medios de transporte que circulan por la carretera, las ciudades por las que cruzas. Requiere más tiempo, pero es más vivencial que cuando lo haces en avión. Y eso me pasó al viajar hasta Stockton.
Tras nueve horas de bus llegué. Tuve que hacer unos 25 minutos andando a las dos de la madrugada por una avenida amplia, sin nadie en la calle, con grandes edificios monumentales, sin coches, hasta llegar a casa de Luis, María y Wrayan. Y como en la familia de Atlanta, aquí vive con ellos un familiar de Luis. 
Un apartamento modesto, acogedor, donde pude por fin descasar, tras veintitrés horas de viaje, en Stockton, una ciudad que tiene el nombre de un militar de la Unión que venció a los que defendían la independencia de California. 

¡Hasta la próximo, primero Dios!


Stone Mountain

El día posterior a la boda, fuimos Parque de Stone Mountain, a una hora de Canton, y desde cuya cima se observa la ciudad de Atlanta.
Talladas en la cara de granito de la Montaña de Piedra (Stone Mountain) hay una imágenes heroicas de tres líderes confederados que se han elevado sobre el campo a las afueras de Atlanta desde la década de 1970, rindiendo homenaje silencioso a la causa sureña en la Guerra Civil de Estados Unidos.
No se libró ninguna batalla importante en Stone Mountain durante la Guerra Civil; sin embargo, el área circundante fue saqueada por las fuerzas de la Unión después de la Batalla de Atlanta en 1864. Y esto quedó en el recuerdo de la población de este estado de Georgia, identificado siempre con los confederados.
Sus partidarios afirman que el monumento, a menudo comparado con el Monte Rushmore, honra a quienes lucharon y murieron por la Confederación en la guerra de 1861-1865 entre los estados. 
Sin embargo, sus detractores lo han considerado durante mucho tiempo un símbolo desafiante de la supremacía blanca. Afirman que su mensaje debe reconocerse abiertamente y contextualizarse históricamente en aras de la justicia racial.
Con imágenes del presidente confederado Jefferson Davis, el general Robert E. Lee y el general Thomas "Stonewall" Jackson, todos a caballo, el monumento retrata implícitamente la "causa perdida" sureña como noble y justa. 
Si bien no hay planes de alterar el monumento en sí, las nuevas exhibiciones resaltarían el tema de la esclavitud como el factor que impulsó la disputa entre el Norte industrial y el Sur agrario que condujo a la formación de la Confederación y la Guerra Civil.
Hoy es un parque recreativo donde acude mucha gente y con un teleférico que llega arriba de la montaña.
Por la noche los amigos guatemaltecos del nuevo matrimonio nos ofrecieron una cena a base de carne hecha en la barbacoa.


¡Hasta la próxima, primero Dios! 





 

martes, 28 de octubre de 2025

Culto pentecostal

Por la tarde del veinticinco volvimos a la iglesia Pentecostal Unida Inc Canton, Ga, para el culto del sábado. Hubo canciones, sermón del pastor y experiencias personales.

Las canciones son dirigidas por los músicos y son conocidas por la comunidad. Sus letras son de alabanzas y de trozos de la Biblia.
El sermón del pastor trata sobre unos textos de la biblia y su experiencia personal de conversión. Él introducía entre el texto Aleluyas y Amén.
Lo llamativo para mí era que, conforme iba terminando su comentario, comenzaba la música y el canto que solapaba lo que hablaba, y ambos subían la voz llegando a ser muy alta. 

El pastor terminó y se quedaron los cantos repitiendo unas estrofas durante mucho tiempo, subiendo el tono y la intensidad de la voz, llegando a un momento muy intenso entre los asistentes que se movían al ritmo de la música. Eso me llamó mucho la atención.
Después salieron unas personas a comentar pasajes del evangelio. Una duro unos cinco minutos, otro más de media hora.
Las reflexiones trataban sobre no dejar que el mal nos venza, que Dios nos ayuda en nuestro combate sobre el mal, que hay que vencer las tentaciones y que leer la biblia y asistir al culto, venciendo nuestras comodidades, ayudan a ello. Somos nosotros los que debemos no caer en la tentación de alejarnos de Dios. Todo ello con gritos entre los presentes de Aleluyas y amenes como de aplausos.
Una visión muy en la línea de que la fe se vive interiormente según la doctrina de que la fe no necesita obras.
En total el culto duró una hora y cincuenta minutos. Después pasamos al salón contiguo para disfrutar de unos excelentes tacos con zumo de piña.


Por supuesto esta es mi experiencia que puede no haber descubierto otros aspectos. 

 ¡Hasta la próxima, primero Dios!


lunes, 27 de octubre de 2025

Y llegó

 El día 25 llegó. Y fue un día intenso, festivo, agradable y, en algunos, momentos, sorprendente. La boda fue por el rito evangélico, exactamente, pentecostal, que es la iglesia en la que ellos participan. El haber estado el día anterior preparando el lugar del convite me posibilitó el conocer algunas personas más. Ese día terminé yendo a la peluquería con el novio.

Temprano fui con Alex y Marvin a casa de la novia para vestirse. Ella como es normal estaba en manos de la peluquera. O sea, todo como es normal.
La comunidad era hispana y, sobre todo, guatemalteca. Los evangelistas han desplazado en número a los católico en el país. Y por lo tanto los que vienen a EEUU, se asientan cerca de amigos y son acogidos en sus comunidades. No es raro en Canton ver la bandera guatemalteca junto a los de los EEUU.

Las mujeres asistentes a la celebración portaban el traje típico de sus respectivos municipios de origen.
La ceremonia con los contrayentes mirando a la asamblea a su mismo nivel. Hay una orquesta en lo que sería el presbiterio y el pastor delante de los novios.

Hay símbolos propios: el cordel qué une a los novios toda la ceremonia, la entrega de la Biblia para que la lectura diaria sea normal en su hogar, los cojines para recordarles que tienen que arrodillarse ante el Señor, la bendición de personas mientras le impone las manos.

 Al final de la ceremonia el abrazo de los asistentes en el momento en la que ofrecen la dádiva a los novios.


Por 

supuesto hay momentos para las canciones, muchas y fuerte, y para el sermón tanto del que presidía la ceremonia, que pertenecia a una comunidad cercana, un tocayo mío y el de la propia comuniad: Israel. Estuve hablando bastante con ellos pues me sentaron a mi lado en el banquete. 

Tras la ceremonia pasamos en un salón adyacente, separado por una cortina de la iglesia, para tener el convite. El plato, pipían, típico de la cocina guatemalteca, y la tarta. Por supuesto la bebida a base de refrescos. Un momento especial es el de partir el pastel. Los novios se sientan en un sitio especial en ese momento y se reparte el pastel entre los invitados. Nada de alcohol. Ni tampoco baile.

Después, en una inmensa limusina, donde cabíamos unas quince personas, fuimos al centro del municipio a hacernos las fotos. Otra novedad para mi.
El centro es donde se encuentran los edificos administrativos y judiciales del mismo. 
Por cierto me encontré en el parque central una estatua de un indio. Por estas tierras habitó, y nunca mejor dicho, la Nación Cherokee. Su centro estaba en Calhoun, muy cerca de Canton.

Y tras todo esto volvimos a casa. La boda estuvo muy animada. Me lo pasé en grande disfrutando de la alegría de los contrayentes y del cariño de la gente que me trataban con mucha deferencia.
A las seis de la tarde otra vez a la iglesia para asistir al culto del sábado. Pero eso se merece otra crónica.

¡Hasta la próxima, primero Dios!

viernes, 24 de octubre de 2025

En Canton

Fue a por mí Alex. El encontrarnos fue un poco difícil. Llegaba al aeropuerto con más tráfico de mundo. Su organización es de la más correcta que he visto. Ninguna complicación. Una espina dorsal, recorrida por un tren de ida y vuelta, y como vértebras siete terminales. Hay dos salidas la norte la internacional y la sur la nacional. Lo despisté porque creía que sólo el vestíbulo nacional tenía una cubierta en la calle de color rojo. No, tienen los dos. Me esperaba en el internacional y tardamos cuenta un poco de que estábamos en salidas diferentes.   

Eran sobre las 9 de la noche, hora local, en Atlanta. Había salido esa tarde del miércoles desde Los Ángeles sobre la una y media, hora local. El vuelo, en una aerolínea de bajo coste (Low cost). Malilla. Barata. Frontier. Se pasó éste sin pena ni gloria. Menos mal que me levante pronto y fui a un local enfrente de mi hotel en Los Ángeles a buscar algo para desayunar. Aunque no estoy habituado a entrar en ese tipo de sitio, con la ayuda de un salvadoreño que me hablaba y me hablaba de "Mágico" González, jugador excelente del Cádiz, pude comprar una botella de leche de medio litro, calentarla en un microondas en un vaso grande, más un croissant, salchichón y queso. La verdad que comí mucho y eso me mantuvo hasta la cena ya en compañía de Alex.

Ayer me levanté sobre las nueve de la mañana. No había nadie en casa. Tanto él, como la mujer, Jennifer, y el pequeño Marvin estarían en su respectivos trabajos y guardería. Encontré una llave de la puerta de la casa, que Alex me dijo que eran de su mujer, y salí a desayunar. 

Parece ser que es algo insólito que alguien que no conoce por donde andar salga a buscar un sitio donde desayunas. Ellos viven en un dominio, como una grupo residencial en medio de un lugar lleno de árboles. No me atrevo a llamarle bosque, pero sólo veía árboles. Llegué a la entrada haciendo fotos para recordar donde estaba. Tiré para la derecha, porque la carretera subía. Me dije es mejor ahora subir porque a la vuelta vendré para abajo. Lógico. 

Y tuve suerte. Pues a un kilómetro más o menos al doblar hacia la derecha encontré una especie de hospital y enfrente una gasolinera y al lado en, unos locales comerciales que la rodeaban, un restaurante, o mejor dicho esas tiendas que tienen de todo y sirven comida para llevar.

Allí compré algo de comer y una cerveza. Fue fácil porque el que vendía la comida era mexicano y había estado en España. Volví a la casa, almorcé. 

Sobre las cuatro de la tarde al despertarme descubrí que tanto Jennifer como Marvin habían estado todo el tiempo en su habitación. Después de haber estado tres años en Guatemala no me sorprendió en absoluto. Con ella fui a encontrarnos con Alex al lugar de la ceremonia.

Hoy veinticuatro de octubre, una muy señalada para mí, vamos a dedicarnos a preparar la iglesia pentecostal donde se celebrará la boda mañana. En un salón paralelo y abierto a la iglesia se celebrará el convite. ¡Todo el servicio incluido! La pastora Vitalia, mujer del pastor, organiza todo.

¡Hasta la próxima, primero Dios!


jueves, 23 de octubre de 2025

Este viaje esta movidito

 Perfecto el viaje en avión que me llevó a Los Ángeles. No se me hizo muy pesado, aunque de vez en cuando pensaba me quedan ocho horas, me quedan cuatro... En un momento fue especial ver por la ventanilla el paisaje, y sobre todo la sol, cuando íbamos pasando por la Bahía de Hudson. ¡Era espectacular! Intenté hacer fotos, pero como mi móvil no es de última generación, salieron regular. Creo que vi unas cuatros películas de dos horas de duración. Comí demasiado y dormí poco. Eso me valió para no cenar ese día, tarde, noche, mañana. 

Es un lío eso del horario. Y sobre todo para saber cuándo tomas las pastillas. Ahora cuando escribo esta crónica a las cinco y media de la mañana, hora local, creo que me he tomado las del almuerzo en España. 

Lo que pasó a mi llegada a Los Ángeles pensaba que podría ocurrir. Me llevaron en una sillita, el peor servicio desde que comencé este viaje, al control de policía. Sin problema me llevó Reina, una salvadoreña de más de sesenta y cinco años, por todo el aeropuerto, desde la zona internacional a la terminal uno. Esto me sirvió para hablar con ella y tener un trato cercano. Lleva en EEUU más de cuarenta años, con dos hijos y cuatro nietos, el menor de veinticinco años. Podría estar jubilada, pero como aquí ésta es muy baja está obligaba a trabajar. Sufría cuando tenía que empujar la silla por el aeropuerto. La distancia recorrida fue larga. Hay mucha distancia entre uno y otro punto. 

De tal manera que llegué a la facturación para Atlanta faltando media hora para el despegue, Estaba cerrado el vuelo. El tipo "americano" no pudo ser más grosero con la persona que tiraba de la silla que había sustituido a Reina al no estar ella en su terminal. Nos fuimos de la zona de facturación, pero mi insistencia volvimos a ella y esta vez la chica que nos atendió, de ascendencia hispana, nos dijo que la única posibilidad, después de buscar otra fórmula, era viajar mañana a Atlanta con otro boleto.

Me llevaron en la silla a Delta que era la compañía con la que tenía el vuelo desde Atlanta a Cleveland. También pregunté, con la ayuda de la chica que empujaba la silla, si podía llegar a Atlanta. Imposible. Lo que sí pude hacer es recuperar el coste del billete de ida y vuelta a Cleveland, ya que el vuelo salía seis horas después.

Así que me encontraba en Los Ángeles, con la posibilidad de vuelo del día siguiente, teniendo que encontrar un hotel y la forma de llegar a éste. Después de un tiempo vagando por el aeropuerto sin aún decidirme qué hacer, llegué a una tienda donde me Érica fue mi salvación. Supo como conectarme al Wifi del aeropuerto, me buscó el hotel de la empresa en la que había estaba otras veces en EEUU, me dijo dónde se encontraba el bus que llevaba a ese hotel. Toda una ayuda en esos momentos. De alguna manera ser hispano aquí es formar parte de una especie de familia. Por la genética a ellos me acercaba en todo momento. 

Todo funcionó, pero el lugar dónde me dijo que llegaba el bus al hotel en el aeropuerto no era ese. Tomé un taxi, llegue al hotel, me instale, llamé a un Uber, gracias a la ayuda inestimable de Yésica, la recepcionista del hotel, y fui a darme una vuelta por la ciudad. Enafete, el del UBE, de raza negra, no hablaba español. Hubo comunicación gestual y cierta "química".  Me llevó a conocer Santa Catalina, y de paso otros sitios de Los Ángeles, de la que decía que era "mucho grande". Peor hablo yo el inglés. Como tenía problema con el móvil el viaje fue de ida y vuelta.

Y ahora, subo esta crónica cuando he dormido unas seis horas, porque mi cuerpo recuerda que aunque sean las seis de la mañana, él siente que son las tres de la tarde. 

Gracias Érica, Yésica, Reina... ¡De todo corazón!

¡Hasta la próxima, primero Dios!