lunes, 17 de noviembre de 2025

Tres momentos donde mi viaje se pudo ir al traste

Los viajes lo vivimos y disfrutamos en tres momentos: cuando los pensamos y preparamos, cuando los estamos realizando y visualizamos, y cuando  los recordamos y contamos. 

Despúes de haber pasado casi tres semanas de haberlo realizado aún lo estoy disfrutando. No sólo porque mantengo contacto con los que he vivido sino porque en mi mente está presente. No subí nada en las redes sociales, excepto en mi blog, hasta que lo hizo el ayuntamiento de mi pueblo en lo referente al hermanamiento con la ciudad de San Diego.  

Y entre mis recuerdos estan una serie de momentos que le dieron al viaje un sabor especial, tanto que hubiera cambiado mucho el mismo. Voy a describirlos:

* El día en el que partía para hacer mi viaje salí de la casa de Sevilla como un hora antes de que saliera el tren que me llevaría a Madrid. Mi avión salia a las seis de la mañana desde Madrid por lo que tenía que estar a las cuatro de la mañana en la terminal dos de Baraja. Salí a la calle y llamé a Teletaxi. Tardó unos diez minutos. Entonces pensé que tendría que haber salido antes.

Cuando llegó empezamos a hablar sobre el destino de mi viaje. Tenía muchas cosas en las manos. El sombrero, el móvil, la pequeña mochila donde llevaba el dosier con el billete del tren, y la cartera. Al llegar saqué dinero de mi bolsillo trasero para pagar. Cuando llego al control para acceder a los andenes, enseño el papel donde tengo el QDR de mi billete. Me dicen que no era ese el billete. Me pongo nervioso, me alejo, pongo en el suelo las dos mochila, el sombrero, y todo lo que llevaba en las manos. Y entonces pienso que el billete está en la bolsa de plástico donde llevo toda la programación y los boletos de mi viaje. Que está a la vuelta del papel que le he enseñado a las trabajadoras de control. Se lo entrego y me dejan pasar. Esto ha provocado una perdida en tiempo. Accedo al tren. Y pongo mis mochilas arriba del asiento. Y entonces toco mis bolsillos. Normalmente llevo dos cosas en los bolsillos delanteros de mi pantalón: en uno el móvil y en el otro la cartera. Pero no está la cartera. Entonces pienso que no lo he metido en las mochilas y podía estar en el suelo del acceso a los andenes. Me bajo y corro hacia ese acceso. Paso por la taquilla del andén y les digo la razón de pasar hacia arriba. Subo y no la veo. Entonces pienso que me la he dejado en el taxi. Llamo a Teletaxi. Me dice que no cuelgue. Han conectado con mi taxista y me dice que acaba de verlo delante de mi asiento. Y que viene a la estación a entregármela. Que tardará unos ocho minutos. Quedaban unos quince minutos para que saliera el tren. El acceso lo cierran cinco minutos antes.
Y todo ese tiempo se convierte en un ida y vuelta agobiante. Voy a la puerta exterior de la estación y espero unos minutos. Me acuerdo que tengo mis mochilas dentro del tren y que éste puede partir con ellas. Voy hacia el tren y cojo las mochilas. Las dejo en las taquillas del andén explicándole por encima a los trabajadores qué pasaba. Subo arriba al vestíbulo de la estación. Me dicen las tabajadoras que van a cerrar el acceso. Paso hacia la puerta exterior de la estación y veo un taxi con las ventanas bajadas, pero sin el taxista. Me acerco y cuando llego al coche me doy la vuelta y veo al taxista con el brazo en alto y la cartera en la mano. Me acerco, la cojo, le doy las gracias y corro hacia el acceso a los andenes. Las chicas quitan el cordón que impide el acceso y me dicen que corra. Voy corriendo a las taquillas del andén donde están las mochilas, las cojos pero no tengo fuerzas para seguir corriendo hacia mi vagón. Una de las azafatas me dicen que me meta por la primera puerta que vea abierta. Cuando estoy dentro y doy tres pasos por el pasillo, el tren comienza a andar.
Nunca hubiera viajado sin la cartera en la que tenía la identificación y las tarjetas bancarias. 

* Llegué por la noche al hotel Motel 6-Atlanta Airport porque al día siguiente tenía que estar a las cinco de la mañana en el aeropuerto. Había estado con Alex en su casa alojado y le pedí que me llevara el día antes para no tener que madrugar mucho ya que Cantón está como a cien kilómetros de Atlanta. 
Sobre las diez de la noche ya estaba en la cama. Me desperté entes de las cuatro de la madrugada para coger el autobus que salía hacia el aeropuerto a las cuatro y media. Cuando fui al baño obeservé que no había papel higienico. Lo busqué por toda la habitación. Ni rastro. Bajé descalzo a la recepción. 
El que estaba allí leyó en mi móvil la traducción en inglés de mi petición de papel higiénico. Se puso a buscarlo en la recepción, en el cuarto posterior, otra vez en la  recepción, salió a buscarlo a otro cuarto en el sentido contrario donde estábamos. Todo esto con una lentitud increible. ¡Lento no, lo otro! De tal manera que le dije con la mano que subía. Tenía que vestirme y se acercaba el momento de coger el autobus. Cuando bajé el autobus ya estaba allí y salió al instante. Perderlo hubiera sido algo curioso, por llamarlo de alguna manera. ¡Cómo es posible que no haya papel higuíenico en la habitación de un hotel de tes estrellas!

  * Mientras los anteriores fueron real, lo de que la llave no abriera el coche fue irreal. ¡No era mi coche! Pero eso no lo supe hasta veinte o treinta minutos desde que llegué al aparcamiento de Las Vegas al lado del hotel Venecia e intenté abrirlo. Durante todo ese tiempo pensé que se arruinaba mi viaje. No sabía lo que hacer. Tendría que esperar al día siguiente,  quedarme a dormir en Las Vegas, buscar una tienda en la que pudiera cambiar las pilas del mando de las llaves, y eso sin hablar inglés. 

Entre ida y vuelta para buscar a Walter todo me parecía muy negro. No podría llegar a San Diego a entregar la carta de hermanamiento con San Nicolás ya que me tendría que ir a Los Ángeles a tomar el avión, pues me quedarían unas veinticuatro horas para entregar el coche. Y estaba a unos quinientos kilómetros. 

Cuando oí el claxon de mi coche, accionado por Walter desde las llaves, me parecía irreal. Suspiré, me relajé, y le dí gracias a Walter con todo mi corazón. La mirada de él lo decía todo.

Y lo que sí fue real fue la pérdida de la conexión desde Los Ángeles a Atlanta y desde Atlanta a Cleveland que tenía a continuación. Al peder esa conexión, me tuve que quedar en Los Ángeles y no llegué a tomar otra conexión esa noche hacia Clevelan para estar con Alex Guerra, los dos días previsto. Aunque esto no arriesgó el conjunto del viaje. Eso sí tuve que quedarme una noche en un hotel de Los Ángeles adelantando en un día mi llegada a Cantón.

 
          ¡Hasta la próxima, primero Dios!

Este blog tuvo en una semana las visitas más elevadas desde que lo estoy escribiendo alrededor de quinientas. En un día tuvo más de trescientas visitas. Sin lugar a dudas se debió a la noticia del hermanamiento con San Diego de California que subió el Ayentamiento de San Nicolás del Puerto y que después subí yo. Gracias.

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