domingo, 24 de agosto de 2025

de la Frontera

 


Ayer, casi de sorpresa, llegaron a la casa de Vejer Maricarmen y Sergio. Ya lo concretamos en el puente de agosto, pero durante la semana no lo había hablado. Me dio mucha alegría su llegada. 

La casa alquilada está en el paseo de las Cobijadas. La ilustración nos explica qué era. La cobijada o traje de manto y saya es el traje típico de Vejer de la Frontera. Su origen, a pesar de lo que pudiéramos imaginar, es castellano, entre los siglos XVI y XVII. Estaba compuesto por unas enaguas blancas con tiras bordadas, blusa adornada con encajes, cuya composición dependía de la posición económica y social de la portadora, una saya negra sujeta a la cintura, a la cual le sobresalía el encaje bordado de las enaguas y un manto negro fruncido con un forro de seda, que cubría a la mujer completamente, excepto el ojo izquierdo que quedaba al descubierto, y que sin duda la envolvía en un halo de misterio. El uso del cobijado se recuperó, después de diversos intentos, definitivamente en el año 1976 y actualmente se utiliza de forma oficial en las fiestas patronales.

Vejer es una gran ciudad. Desde el neolítico ha estado habitada. En el año 711, Vejer cayó en manos musulmanas tras la batalla de Guadalete.  La población permaneció bajo dominio árabe durante cinco siglos y medio. Diversos vestigios quedan de esta civilización: la puerta del castillo, del siglo XI, parte de las murallas y el entramado de sus calles. 
Vejer volvió a manos cristianas en dos ocasiones. La primera, en 1250, bajo el reinado de Fernando III "El Santo". Regresó al dominio árabe en junio de 1264, tras una revuelta en la que tomaron por fuerza el castillo. La segunda y definitiva se terminó en 1285.
Tiene unos trece mil habitantes que se dedican a la agricultura y al sector servicio, importante este, dedicado a atender al gran número de turistas que visitan la ciudad.
Escribo está crónica cuando ya sean marchado mis amigos. 
Ahora queda mi vuelta hacia Sevilla que realizaré mañana lunes.
¡Hasta la próxima, primera Dios!

Vejer

Había visto este pueblo desde abajo cuando pasaba por la carretera, cuando iba a las playas que están cercas. Está sobre una colina. Para mí creo que hay como dos núcleos de población. Uno sería la población primitiva, la antigua, donde está el catillo, y otra dominada por viviendas con pisos altos.  Siempre me llamó la atención.

Llegué el viernes, entre las seis y la siete de la tarde. Fue un poco jaleoso encontrar la casa que había alquilado para el fin de semana. No hay recepción. Todo se resuelve por teléfono con personas, dueños de la casa que no viven en el pueblo. El dueño la abre a distancia, con el teléfono. Maravilla de la tecnología. La llave estaba dentro. Pero el puede abrir y cerrar cuando quiera.

El pueblo tiene cuestas hasta reventar. Dejé el coche a una distancia importante de la casa. No hay posibilidad de aparcar dentro del pueblo. Lo bueno es que mañana al irme todo es cuesta abajo y será más fácil con la maleta.

El jueves salí de San Nicolás. Llegué a Chiclana al mediodía. Allí me iba a alojar a casa de Nicolás que estaba acompañado de su hija Lucía. Su madre y su hermana no estaban. La casa no me es ajena. He estado varias veces aquí. La acogida fue perfecta. Tenían preparado la reserva para almorzar en un chiringuito de la playa. Perfecta esa hurta al horno que pidió. La elección magnífica. A la cena la decisión fue ir a un "mexicano". Aunque no es la elección que yo hubiera hecho, como estaba Javi, el novio de Lucía, y su amigo Álvaro, la cena estuvo animada. La noche terminó de una manera muy animada.

Al día siguiente había concretado almorzar con Antonio, hijo de mi prima hermana Pepita, y su mujer Irene. Habíamos quedado en un restaurante de El Puerto de Santa María. Llegué y no estaban ellos. Me senté en una mesa y al poco tiempo vinieron hacía mí dos mujeres y un hombre que estaban sentado en otra mesa de la terraza. Al acercarse le dije al hombre: "Yo te conozco". Era Rafael esposo de Pepi, hija de mi prima hermana Pepita, y nieta de Josefa la hermana de mi padre. Las dos mujeres eran su esposa y su cuñada Ana. Estaban allí, invitados también al almuerzo, algo que yo ignoraba, que me habían visto llegar, y que después de un rato de decidir si yo era yo, vinieron a mi encuentro. Al rato llegaron Antonio e Irene.

Una comida magnifica, no sólo por el menú, que también, sino por el encuentro con personas de la familia, en el sentido amplio, a los que conocía y que hacía tiempo que no veía. Cuando ya nos pusimos al día sobre cómo estaban la diferentes familia, la conversación estuvo muy animada e interesante. Estábamos presentes los descendientes de tres hermano: Pepa, Juan y Carlos. Ellos ya nietos de los primeros, y yo hijo del último. Aunque la diferencia de edad no era muy grande porque mi padre era el menor de ellos. Creo que Ana era mi edad más o menos. Los más jóvenes era Antonio e Irene, a la que no veía desde el día en el que celebré su matrimonio en Chiclana hace ya bastante años. Bonito momento que espero que se repita: "¡Yo sí espero que nos volvamos a ver!"

Y después llegué a Vejer. Pero será tema de otra crónica.

¡Hasta la próxima, si Dios quiere!

martes, 19 de agosto de 2025

A gusto

Unos llegaron el domingo  diez y se fueron el día catorce. Otros llegaron el quince y se fueron el domingo. Estos son los que se han quedado en casa. Otros han venido entre semana. El sábado celebré la cuarta sesión de lo que llamo "Música en las tarrazas"

Si a esto se le suma la amplia oferta cultural y otras actividades que se realizan en verano en San Nicolás, este mes, como la bajada de la imagen de San Diego que estará en la iglesia parroquial hasta su fiesta en noviembre; la llegada de amigos circunstancialmente a la playa fluvial con los que comparto unas horas o la estancia continuada de mi familia aquí; no ha dado tiempo para relajarme y escribir en el blog. 

Para completar esta situación, que sólo se da en estas fechas, mañana preparo el almuerzo para nuevos miembros de mi familia que vienen a casa. Y, como por la noche viajo hacia la costa gaditana, siento que esta crónica se ve acosada por la urgencia de preparar casa, comida y equipaje.

Los franceses ya vinieron el años pasado. A Laurent, Caroline, Abigail y Joaquim le agradezco mucho el desplazarse hacia el sur de España desde Versalles para pasar estos días conmigo. Conocí a Laurent durante mi estancia en Paris. 
Siempre me recuerda las atenciones recibida por su familia durante mi estancia en la capital francesa qué me hizo vivir de una manera fabulosa esos tres años. Aprovechamos los cuatros días de su estancia aquí para visitar los pueblos cercanos así como disfrutar de la casa y de las actividades que nos ofrece el pueblo.

Por otra parte Sergio y Carmen, que compartieron conmigo mi anterior viaje a Praga, son habituales del puente del 15 de agosto para visitarme. Acompañado de Javi sus presencias es mucho más relajada, pues a la facilidad del lenguaje, se une el sentimiento de estar con gente más "normales". Se sienten en su casa, la dominan, y ello me hace estar más distendido. Me ayudaron bastante a preparar todo lo necesario para la noche musical. También aprovechamos para conocer fiestas de nuestro alrededor.
Aquí en mi casa me encuentro conmigo mismo, muy a gusto, y me encuentro con los demás, haciendo todo lo posible para que los que vienen se encuentren  también con ellos mismos y muy a gusto. El retirarme unos días se debe a la llamada de amigos que me invitan a pasar unos días con ellos.

¡Hasta la próxima, primero Dios!

La imagen de San Diego bajando desde su ermita el pasado 13 de agosto.

 

viernes, 1 de agosto de 2025

Francisco y Carmen

Esta crónica es la continuación de la anterior y se desarrolla en el mismo día. La reunión familiar que se había convocado unos días antes era motivada por la posibilidad de conocer a Carmen la segunda hija de mi sobrino Alfredo, hijo de mi hermana María del Carmen, y Miriam, que nació en febrero. Ellos pasan unas semanas en la casa familiar de la playa de Matalascaña. Era algo muy importante para todos los miembros de la familia que estábamos en Sevilla conocer al nuevo miembro de la familia que lleva el nombre de mi hermana mayor. No podíamos fallar.

El fallecimiento de Francisco, como es natural, no estaba programado. El horario del entierro no lo sabíamos cuando, tanto mi hermana María José como yo, habíamos decidido ir a Ubrique. Juan Francisco, hijo de Francisco, al conocer el encuentro familiar de la noche, nos repetía que no fuéramos, sobre todo al saber que el entierro sería a las siete de la tarde. Valoramos la importancia de estar junto a él, su familia, y a u hermano Jesús David. Íbamos a ir a pesar de todo aunque no pudiéramos estar en el entierro. Y nos alegramos de hacerlo. Las relaciones con ellos se ha mantenido más o menos frecuente. Recuerdo ir a verlos en marzo. Su salud ha pasado por momentos muy difíciles desde hace años. Es de agradecer y valorar cómo sus dos hijos lo han cuidado todo ese tiempo. cada uno de sus hijos se había repartido las tareas para que él estuviera siempre atendido. Y era visible en Juan Francisco. Su estado físico, cuando lo vimos al llegar al tanatorio, demostraba que llevaba unos días prácticamente sin dormir. Estuvimos unas horas con ellos y con los nietos María y Pedro. Como siempre comprobamos que no hace falta verse para quererse. Para todos fue importante estar juntos. Así lo valorábamos en el viaje de regreso a Sevilla.

Mi llegada al restaurante, pasada las nueve de la noche, coincidió con la llegada de los de Madrid con Almudena y Manuel.  Ya estaban todos allí. En total éramos veintitrés. Los que faltaban, siete, es que no estaban en Sevilla. Algo maravilloso que se da repetidamente a lo largo del año. En un momento nos acordamos de la alegría que sentiría mi hermana María Carmen y mis padres de vernos reunidos.

Las dos niñas de Alfredo y Miriam pasaron de brazos en brazos de todos. Carmen ni se inmutaba cuando la cogíamos y Candela, de cuatro años, pasado los primeros momentos de timidez, al ver tanta gente casi desconocida para ella, empezó a tener una actitud muy abierta con todos. La velada se alargó hasta la una de la madrugada  y con ganas de poder repetirla, siendo consciente de que viven en Madrid, nos despedimos valorando la calidez del encuentro y el esfuerzo por estar todos juntos.

¡Hasta la próxima, primero Dios!


30 de julio

El día comenzó a la 6,03 h. Me desperté unos siete minutos antes de que sonara el despertador. Tenía que hacer varias cosas antes de coger el autobús que me llevaría a Sevilla. Así que me dispuse a tener un día ajetreado.

Recité tres oraciones para comenzarlo. Me pongo en manos del Padre y del Señor Jesús poniendo a Francisco en mis intenciones. El Padre nuestro lo tenga ya en su presencia. Ayer, ya muy tarde, Juanfran, hijo de mi prima hermana María, me informaba de la muerte de su padre. Como los conocía a los dos juntos, a ambos los consideraba primos. Esto me hizo adelantar mi ida a Sevilla pues por la noche tenía el encuentro familiar y tenía previsto salir a las 14,20 h.

Salí de casa a las siete y un minuto. Lo que me llevó más tiempo desde que me levanté fue regar las plantas. Hasta mañana por la tarde era mucho tiempo y debían estar regadas. El autobús llegó con tres minutos de retraso. Me costó 5,80 euros con la rebaja por ser mayor de sesenta y cinco años. Venía de Guadalcanal, volvía a Alanís y se dirigía a Cazalla de la Sierra. O sea, llega a S. Nicolás y vuelve atrás. Sólo para tomar un viajero. Ahora en verano hace este recorrido siempre. El resto del año lo hace bajo demanda, esto es hay que llamar a la empresa para que llegue a S. Nicolás. Me resulto todo muy extraño.

Hacía tiempo que no me montaba en el bus. Y percibo el paisaje de una manera diferente tanto por no ir conduciendo como por ir mas alto. Es simplemente magnífico este recorrido por la Sierra Morrena. Salimos de El Pedroso a la hora desde que salimos de San Nicolás. La parada está en frente de la estación del tren en la que se monta bastante gente. Y eso me plantea ¿Si el tren es más rápido por qué la gente coge el autobús?

A las 8,49 llegamos a Cantillana ya perteneciente a la comarca Valle del Guadalquivir. Me extrañó que no parara en el pueblo. A la salida me dispuse a tomar el desayuno que traía en la mochila. A las 9 lléganos a El Viar y un poco después a Esquivel, dos pueblos de los llamados de colonización creados por Franco para rentabilizar la tierra. En ambos subieron pasajeros. El terreno esta sembrado de naranjos, girasol y trigo. En Alcalá del Río, ya servido por otra línea de transporte de viajeros, nos dirigimos hacia La Rinconada, muy cerca del anterior pueblo. En todos estos pueblos se pueden apear los pasajeros pero no acceder, por eso no se paró en Cantillana.

Al poco tiempo ya se observan los dos edificios mas alto de Sevilla: el puente del Alamillo y la Torre de Sevilla. Estamos a cinco km. Entramos en ella por San Jerónimo a las 9,30. Enfrente del cementerio tiene la primera parada. La otra cerca del hospital Virgen de la Macarena a la orilla del Rio.
Y ya en la estación de Autobuses. Y tras 2,30 me bajo del bus a las 9.47. Escribir esta crónica me ha hecho que el viaje se pasara en un plis plas.

¡Hasta la próxima, primero Dios!