El viernes, después de pasar un día en familia en la feria, vuelvo a casa. Comparto los dos ascensores del metro en Amate con un matrimonio joven, de unos 35 años.
Al despedirnos, ya casi en la calle, me dice el marido con el que venía hablando: "¡Qué buen porte tiene usted, caballero!" ¡Ole!
Por la tarde en la caseta de la CCPL, donde entro con mi hermano y mi cuñada, un hombre, de repente me da la vuelta y me pega dos besos. Yo le digo: "A mi no importa que me den dos besos, pero no me importaría que me dijeras quién eres". Respuesta: "¡Tu no eres Mateo!". Lógico. Era un buen amigo de mi hermano.
En la misma caseta, un poco antes. Javier, hijo de unos amigos y vecinos de Juan XXIII, aspirante a ser policía local, me dice: "Cuando te veía decir misa de niños, pensaba que parecía que la decías sin cobrar, sin que tuvieras que decirla por obligación, porque te veía muy feliz". Gracias. ¡Me encantó!
Al mediodía, en la tienda de los chinos al lado de la boca del metro de la Plaza Cuba, al probarme el sombrero me dice la dependienta cuando me iba: "Esta usted muy guapo". 

. ¡O sea belleza internacional!



Yo no hice nada para vivir estos momentos, pero nunca es tarde para recibir esas impresiones.
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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