Es mirarte por dentro y decirte, con ternura, “no necesito cargar lo que no es mío”.
Es soltar la cuerda que te ata a lo imposible, al deber ser, a la necesidad constante de controlar lo que no depende de ti. No sé puede retener a quien ya decidió no seguir contigo. Te enseñaron que amar era sostener, convencer, insistir, pero el verdadero amor no aprieta, no obliga, no fuerza.
Porque la vida no se trata de tenerlo todo claro, sino de aprender a caminar aún con las heridas.
Se trata de respirar, de dejar que cada quien viva su propio camino sin invadirlo, sin corregirle el paso.
¿Para qué exigir que te entiendan siempre?
¿Para qué esperar que reaccionen como tú?
Cuando dejas de esperar que el mundo se acomode a tu manera de sentir, te liberas.
Y liberas a los otros también.Es aceptar que no todo depende de ti, y que incluso cuando no puedes más…el Amor de Dios, ese que no se ve pero se siente, te sostiene sin condiciones.
Permite que cada quien haga lo suyo.
Tú haz lo tuyo: cuida tu paz, elige tu calma, cultiva tu luz.
La felicidad real no se mendiga ni se exige, se construye en silencio, en las pequeñas decisiones que tomas cuando nadie te ve.
Me regalo el permiso de soltar, de no tener que explicarlo todo, de no cargar con la mochila emocional de otros, de elegirte, sin culpas. Porque el almo no vino a pelear con la vida, vino a darle luz y guiarla en el camino...
Sé que todavía estás en schock, pero yo saldré de esta y que puedo contar contigo para sanar mi corazón.
Autora: Mely Esparza Sanando el corazón
¡Hasta la próxima, primero Dios!
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