Sí, la palabra "seducir" es considerada bonita por muchos porque evoca atracción, encanto y persuación, implicando un arte de atraer a alguien de forma sutil y placentera, más allá de la simple imposición, apelando a la inteligencia, el deseo y la voluntad, a través de una combinación de lenguaje, gestos y carisma para crear una conexión especial y deseada.
En la sesión de formación en la que participé la semana pasada un ponente, el Cardenal Cobos, hablaba de la actitud seductora como necesaria en la construcción de un mundo nuevo. Otro ponente también hablo de ello en sus charlas con los asistentes. En una charla personal alguien me dijo que yo era un seductor. "¡Qué más quisiera yo!", le contesté. Y me hizo pensar aquella afirmación hasta el día de hoy que he reflexionado sobre el tema.
Y me pongo a buscar. Seducir es un arte que va más allá de lo físico. Es guiar a alguien hacia uno mismo, ya sea para el amor, la persuasión o simplemente para despertar admiración, apoyándose en la conexión, carisma, y poder personal.
Seducir es la acción de atraer, persuadir, cautivar, fascinar con carisma o belleza, a alguien, ya sea física, emocional o intelectualmente, para lograr un objetivo. Implica atraccción, persuación, y puede fortalecerse con confianza, inteligencia, autoestima y escuha activa.
A veces se entiende o reduce a una relación amorosa/sexual y puede implicar convencer a alguien para hacer algo malo.
Principales actitudes del seductor:
Autoconfianza: Estar bien consigo mismo y sentirse seguro es fundamental para ser atractivo para otros. Es: - Creencia en uno mismo: Confiar en tu juicio y en tu potencial para tener éxito.
- Percepción realista: Evaluar tus habilidades de forma positiva pero realista.
- Resiliencia: No desanimarse fácilmente ante el fracaso. Ver las dificultades como aprendizaje.
- Orientación a la acción: Tomar la iniciativa y probar cosas nuevas sin paralizarse por el miedo.
- Inteligencia emocional: La habilidad para reconocer, comprender y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás.
- La capacidad de conexión con lo otros, o habilidad social para establecer vínculos emocionales significativos, compartiendo sentimientos y experiencias de formas recíproca y profunda, basada en la empatía y la comunicación efectiva, lo que genera bienestar y apoyo mutuo.
Escucha activa: Demostrar interés genuino en la otra persona, haciendo preguntas y comprendiéndola. Escuchar hace que el otro se abra hacia el escuchante. Sin interrumpir, sin tener que contar nuestras experiencias o teorías. Autoestima y alegría: Estar a gusto con uno mismo y transmitir felicidad hace a una persona más magnética. Tenre sentido del humor. Necesidad de reir. Cultivar espacios festivos. Saber dónde se dirige
Hay una frase preciosa en la biblia: "Tú me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir…" Sin embargo en varios pasajes donde esta palabra que a nivel humana nos suele dar algo de prevención, en el lenguaje bíblico no sólo da prevención sino verdadero miedo.
Se usa en la seducción de la serpiente a Eva. La de Dalila a Sansón. Las de Salomón por mujeres extranjeras. Judas, Simón el mago... El placer, el dinero, la fama son seductores y pierden a tantos y tantos. Al hablar de la seducción, casi siempre se suele referir a la seducción que nos arrastra al mal, y de la cual es protagonista el enemigo primero, el seductor aquel del paraíso...
Pero, ¿pensamos alguna vez en el seductor divino, que sabe hacer las cosas muy bien? Como puede ser también una palabra que inspire una ilusión y una realidad
divinas. Todo depende de quién sea el seductor. Si nos seduce el mal, es temible. Si nos
seduce Dios, ¿quién puede quejarse? Seducción es dejarse atraer por otro, caer en sus manos, ser atrapado y no saberse
soltar.
Cuando Dios seduce a un alma no la violenta, no la obliga, aunque Jeremías hable tan fuerte. Dios, más amoroso que nadie, seduce atrayendo por el amor, y para ello se vale de mil estratagemas suaves, deliciosas también, pero no engañosas. A lo mejor el seducido por Dios sentirá los clavos de la cruz, pero que tendrá el final glorioso, de una salvación segura y de un encumbramiento altísimo en su gloria.
Dios seduce con los encantos de la naturaleza, con el perfume de una flor o el cantar de un pajarito. Dios seduce con la mirada inocente de un niño o la sonrisa de un alma pura. Dios seduce con la belleza de un santo que nos entusiasma. Dios seduce, y ¡qué lazo tan suave!, con la hermosura, los encantos y ternura de María. Dios seduce, sobre todo y por encima de todo, con Jesucristo, el más bello de los hombres, al que rinden su corazón las vírgenes, su sangre los mártires, sus desvelos y generosidad los apóstoles y los operarios del Reino, su inocencia los niños, su trabajo los obreros, su incansable fidelidad los esposos, su heroísmo los enfermos... Dios tendió sobre el mundo la red de Jesucristo, y son incontables los que se han dejado atrapar, con el máximo acierto, desde luego, entre sus mallas divinas. Y los seducidos saben lo que es la delicia de la oración, la riqueza de la unión con Cristo en la Comunión, el gozo de trabajar y sufrir por Jesucristo para la salvación del mundo, la tranquilidad de la conciencia con esa paz que sólo Jesucristo sabe dar... ¡Seducción!
¿Cómo tiene que seducir, a su vez, un seguidor de Jesucristo en su tarea evangelizadora? ¿Por qué hablar de seducir en el ámbito de la evangelización? El ponente en esa sesión de formación nos decía que teníamos que llevar lleno, en nuestra tarea de evangelización, el odre de la seducción.
Si Dios nos seduce, ¿El creyente, en su labor de evangelización, también debe de sedudir para llevar a los otros al Seductor, con letra mayúscula?
"Ante la tristeza y desasoiego no se combate a palos ni dando la chapa. El ser hermanos y hermanas de todos no deja de ser contracultural y seductor de al mismo tiempo. El practicar la miseridordia, vivir la ternura, a tiempo y a destiempo, eso provoca. Porque necesitamos seguir siendo generadores de misericordia y al mismo tiempo personas comprometidas en el campo de las estructuras sociales injustas, es verdad, y hacerlo sencillamente desde esa sintonía con la iglesia, codo a codo con las gente de neustros barrios y la gente de buena voluntad.
Este empeño de seducción devuelve el protagonismo a quienes han sido siempre sus principales actores que queda evidenciado en lo que el papa León ha dicho a los movimientos populares a los que dedica estas palabras en "Dilexi te" en el número ochenta y ochenta y uno sobre el amor hacia los pobres, la seducción. y aprender de los últimos.
Nº 80 "Debemos reconocer también que, a lo largo de la historia cristiana, la ayuda a los pobres y la lucha por sus derechos no han implicado sólo a los individuos, a algunas familias, a las instituciones o a las comunidades religiosas. Han existido, y existen, varios movimientos populares, integrados por laicos y guiados por líderes populares, muchas veces bajo sospecha o incluso perseguidos."
Nº 81 "Los movimientos populares, efectivamente, nos invitan a superar «esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos». Si los políticos y los profesionales no los escuchan, «la democracia se atrofia, se convierte en un nominalismo, una formalidad, pierde representatividad, se va desencarnando porque deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad, en la construcción de su destino». Lo mismo se debe decir de las instituciones de la Iglesia." Hoy en un momento también para que momento, en este afan seductor, incorporar también a los últimos y ofrecer también mecanismo para que sean protagonistas."
No podemos hacer ninguna tarea con las personas, y menos evangelizar, si no estamos atento a ser amorosos con los demás. ¡Cuántos, de los que se dicen religiosos, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, militantes, catequistas, miembros de Cáritas..., no tienen la actitud de seductora necesaria para dirigirse a los demás!
¡Hasta la próxima, primero Dios!