miércoles, 25 de junio de 2025

Lo mejor del día

Acabo de vivir muy intensamente estás últimas veinticuatro horas. Hoy tenía previsto la cita de hematólogo, en este caso hematóloga, en Sevilla. Para ello había aprovechado poner la visita del técnico de los aires acondicionados de la casa de Juan XXIII a primera hora. Por eso había previsto salir ayer después de cenar. Todo de alguna manera organizado.

Ya, sobre el mediodía, se me informó del fallecimiento de Rafael, enfermo de ELA, esposo de María del Carmen. Por la tarde estaría en el tanatorio de la SE - 30. Así que adelante ni viaje a Sevilla y me pasé por la tarde-noche para darle un abrazo a ella y participar de una oración por Rafael. Los amigos que me encontré allí me indicaron que el funeral sería en la parroquia a las diez y media.
Hoy me levanté temprano. A las ocho en punto me llama el técnico para decirme que no podría venir a la hora prevista y me propone las once. Le retrasé una media hora. Me dediqué a adecentar la casa, que me lo agradeció oliendo mucho mejor. A las diez me encaminé a la iglesia. Saludé a familiares y conocidos que coincidimos en acompañar a María del Carmen y familia en ese momento.

Al terminar me encaminé hacia la casa. Allí llegó el técnico. Mientras revisaba los dos aparatos, se pasaban las once cuarenta hora de mi cita médica. No hay problema, llegaría más tarde. Sobre la doce y cuarto llegué al Virgen del Rocío y una media hora después me atendía M. Fátima, mi hematóloga habitual. En la espera  me envían un wasap diciendo que Manolita, la mujer de Eladio, tras quince días en la UCI, había muerto y que estaría en el tanatorio de San Jerónimo hacia las cuatro de la tarde. Así que fui teniendo eso en cuenta en mi agenda de la tarde.

Después de la visita al médico llamé a Amparo y Salvador para tomarme una cerveza con ellos. Al llegar a su casa sentí la alegría de que sus nietos, Diego y Carlos, que estaban con ellos, vinieron a mi encuentro corriendo con los brazos abiertos. Eso te da una alegría inmensa. Maravillo momento. Lo mejor del día. Tomándome una cerveza le comentaba a Amparo que a ellos dos son los que he seguido de una manera más cercana desde pequeños. Llevo en Sevilla los mismo años que tienen ellos. A los otros nietos y nietas mayores crecieron mientras que estaba en Guatemala o en Ecuador.  Y a los de Alberto los voy conociendo ahora. Al llegar Nora con Miki, su madre, a la terraza del bar donde estábamos sentados, también se vino a mí a darme una beso.

Así que fui a comer a mi casa y, tras cambiarme, me encaminé al tanatorio para estar con los cuatro hijos de la fallecida de los que soy amigo. Ella tenía una relación de cercanía y confianza conmigo. Después me dirigí a San Nicolás, pasando por el supermercado de Constantina para comprar aquellos artículos escrito durante la semana pasada en el papel que preparo para que no se me olvide lo que tengo que comprar. 

Durante el viaje de vuelta me acordé de dos comentarios que me han dicho en este día. El primero sobre lo que pienso de los Cuidados Paliativos a raíz de la aplicación de ellos a Rafael. El segundo de una de las hijas de Manolita sobre sus dudas o planteamientos desde la fe tras la muerte de su madre. Al primero le dije que si se llega a una situación vegetativa y el paciente lo ha pedido y firmado en plena conciencia, me parece oportuna. Hay que liberar ese espíritu de la vasija que le ata. A la segunda, como era para hablar conmigo los próximos días, le diré que no tengo respuestas para todas su preguntas. Yo creo que Jesús nos prometió una vida eterna junto al Padre. No dijo nunca que no íbamos a morir, que no habría enfermedades, ni situaciones incomprensibles. Y que la muerte no tiene la última palabra. Es la Vida la que vence. Eso sólo se entiende desde la fe. 

Ahora al escribir esta crónica cuando falta media hora para que se acabe el día, elevo una oración tanto por los muertos, ya en presencia del Padre, como por los familiares para que vivan en la esperanza de la Resurrección. 

¡Hasta la próxima, primero Dios!

domingo, 22 de junio de 2025

Praga

A lo largo de mi vida he viajado, bien por mi trabajo en el MIDADEN o por placer, por destinos muy lejanos. Siempre pensé que Europa Oriental estaría más cerca conforme me hiciera más mayor. Mi deseo siempre ha estado presente hasta este mes. 

En el mes de junio recibí la petición de mi amigo Ismael de pasar una semana con él en Mallorca. Pasa por una situación personal muy difícil y creí que le podría ayudar salir de su entorno. Le propuse que nos fuéramos a Praga y aceptó. Más tarde se nos unió un matrimonio amigo. 

Desde Sevilla, el martes 10, salimos hacia Palma Sergio, M  Carmen y yo. Ismael, nos recibió en su casa. Al día siguiente salimos para Praga. Nos quedábamos en un apartamento en el centro de la ciudad. Como todo se hace "on line", llegar a descubrir dónde estaba la llave del departamento fue todo un poema. Creímos jugar una yincana.

En un plano, enviados a mi correo, nos habían remarcado dónde se encontraba la llave. En plena calle adyacente, metida en un artefacto atado a una tubería de desagüe con un candado. Este tenía unos números en el que había que poner la clave que ese mismo día recibí por correo electrónico. los pusimos y allí estaba la llave del departamento. Después de comprender todas esas pistas llegamos al edificio. También recibí otro email diciéndome el piso y la letra del apartamento. ¡Por fin estábamos en el apartamento!
Praga es una de las ciudades más bonitas del mundo. La plaza del Reloj, el puente San Carlos, el castillo, la sinagoga española... Entre la tarde del martes y todo el miércoles la recorrimos andando de arriba abajo. Salíamos por la mañana y llegábamos para dormir. Es preciosa. Llena de gente como nosotros: turistas.
Y ese miércoles pensamos en que podríamos ir a visitar Budapest al día siguiente. . Dicho y hecho. En un bus que salía a las cinco de la mañana y llegaba sobre las doce del mediodía. 7 horas. Allí fuimos a una termas y, como el bus de vuelta salía a las once de la noche, nos dio tiempo de ver algo del centro la ciudad. La vuelta se les hizo a mis compañeros de viaje. Yo dormí.
El sábado por la mañana lo dedicamos a dormir. La tarde del sábado y mañana del domingo volvimos a sumergirnos en Praga y conocer sitios nuevos.
Contento de esta visita, volvimos a Mallorca y ya con Sergio y María del Carmen fuimos a conocer la ciudad y el Arenal. Ya el martes volvimos a Sevilla.

¡Hasta la próxima, primero Dios!


viernes, 6 de junio de 2025

La llevé en brazo.

Este miércoles pasado tuve la oportunidad de realizar uno de mis deseos: conocer a la niña que había llevado en brazos, hace unos años, en el camino del Rocío. Y lo era porque aquel momento se ha fijado en mi mente desde aquel día. Y me alegré bastante poderlo hacer y hablar con ella y hacerme una foto. Se llama Lucía y es nieta de Amparo, persona muy de la hermandad y que me llamó por mi nombre cuando la saludé. No pensaba que se acordaría de mí. Hace ya muchos años de aquello.

Todo ocurrió hace uno veinte años. Deseaba conocer desde dentro lo que era el Rocío. Y un aspecto importante de él es hacer el camino. Gracias a mi querida amiga Amparo, no confundirla con la abuela de Lucía, que hace todos los años el camino con la hermandad de su pueblo, La Puebla del Río, pude vivirlo. 

Era el segundo día. Ya por la tarde, sobre las siete o las ocho, el suelo pasaba de ser más o menos duro, a ser arena seca. No es lo mismo andar por el primero que por el segundo. La arena dificulta mucho el andar. Además estaba movida por la cantidad de carretas y personas que circulan por el camino. Casi de inmediato se levantó un viento que levantaba la arena y nos causaba dificultad para avanzar, además de ser molesto para los ojos. Era muy desagradable ese momento. Al mirar a mi lado observo a una mujer, con traje de flamenca, con una pequeña al brazo y otra cogida de la mano, de unos tres años, de la iba tirando. Me acerco a ella, la miro, y me da, con un gesto, el consentimiento para coger en brazo a la que iba andando.

La niña se me agarra colocando su cara sobre mi cuello. Yo a mi vez con mis brazos intentaba tapar su cuerpo. Ese momento se alargó un buen rato. Recuerdo que no podíamos avanzar fácilmente. Los surcos de la arena que pisaba, la arena que el viento hacía chocar contra nuestros cuerpos, nos impedían andar normalmente. Y por otra parte sentía la piel fina y suave de la niña en mi cuello, su calor corporal, la fuerza de sus brazos agarrándome. Esta es la sensación que me ha durado hasta hoy. Fue el vivir el sentido de protección que como adulto creo que tenemos todas las personas ante la debilidad y la vulnerabilidad del niño. Si unimos estas dos perspectivas tenemos un momento único como experiencia personal. 

Su padre se había adelantado al lugar donde íbamos a pasar la noche para arreglar algo. Al ver cómo había cambiado las circunstancias del camino se apresuró a encontrarse con su mujer y sus hijas. Al alcanzarnos lo encontré muy emocionado. Él me agradeció el detalle y le pasé a su hija. Para mí fue un momento único.  

Cuando le comenté a Lucía esto, ella se sonrió aunque no lo recordaba. Es normal. Un mismo acontecimiento puede ser vivido por los protagonistas del mismo de manera muy diferente. 

¡Hasta la próxima, primero Dios!



domingo, 1 de junio de 2025

Soltar

Soltar no es perder. 
Soltar es regresar.
Es mirarte por dentro y decirte, con ternura, “no necesito cargar lo que no es mío”.
Es soltar la cuerda que te ata a lo imposible, al deber ser, a la necesidad constante de controlar lo que no depende de ti. No sé puede retener a quien ya decidió no seguir contigo. Te enseñaron que amar era sostener, convencer, insistir, pero el verdadero amor no aprieta, no obliga, no fuerza.

Ama en libertad quien ha aprendido a confiar.
Porque la vida no se trata de tenerlo todo claro, sino de aprender a caminar aún con las heridas.
Se trata de respirar, de dejar que cada quien viva su propio camino sin invadirlo, sin corregirle el paso.

¿Para qué exigir que te entiendan siempre?
¿Para qué esperar que reaccionen como tú?
Cuando dejas de esperar que el mundo se acomode a tu manera de sentir, te liberas.
Y liberas a los otros también.


Soltar es un acto profundo de humildad.
Es aceptar que no todo depende de ti, y que incluso cuando no puedes más…el Amor de Dios, ese que no se ve pero se siente, te sostiene sin condiciones.
Permite que cada quien haga lo suyo.

Tú haz lo tuyo: cuida tu paz, elige tu calma, cultiva tu luz.
La felicidad real no se mendiga ni se exige, se construye en silencio, en las pequeñas decisiones que tomas cuando nadie te ve.
En cómo te hablas, en lo que dejas ir, en lo que ya no permites que robe tu serenidad.
Me regalo el permiso de soltar, de no tener que explicarlo todo, de no cargar con la mochila emocional de otros, de elegirte, sin culpas. Porque el almo no vino a pelear con la vida, vino a darle luz y guiarla en el camino...
Sé que todavía estás en schock, pero yo saldré de esta y que puedo contar contigo para sanar mi corazón.
Autora: Mely Esparza
Sanando el corazón


¡Hasta la próxima, primero Dios!