Cuando escuché a algunas personas hablar de su experiencia en los días en los que murió Franco y en el que asumió el papel de Jefe del Estado el rey Juan Carlos I, creí que, como otros, podría escribir sobre esa experiencia. ¿Qué hacía y cómo viví esos días del 20, 21 y 22 de noviembre del año 1975?
En ese mes de noviembre estaba esperando incorporarme al ejército. Había terminado los estudios de Diplomado en Profesorado de Educación General Básica hacía cinco meses en la Escuela de Sevilla. Ese año fue Delegado General de la Escuela de Magisterio. Recuerdo ese último curso, 1974-1975, como un año de intensa vida estudiantil junto con los otros delegados de facultades de la Universidad Hispalense. Año duro de represión contra las peticiones de apertura y libertad del régimen que se vivía en los ambientes estudiantiles. ¡Muy duros! Tampoco fue fácil dentro de la Escuela de Magisterio realizar las funciones de delegado. La Escuela la dirigía un tal Gil Blanes, profesor de sociología, que tenía una actitud exacerbada contra mi persona y el conjunto de delegados de la Escuela. Ese año en especial lo viví muy intensamente, pero lo hacía acompañado por un conjunto de estudiantes de los que tenía un respaldo total.
A su vez participaba intensamente en la vida del Movimiento Junior de Acción Católica. Precisamente estando en una reunión de la Comisión Diocesana del Junior, reunidos en nuestra sade del Arzobiuspado de Sevilla, fue cuando me enteré, alrededor del doce de octubre, que Franco estaba muy grave. Aún nadie sabía nada. A los cuatro días salió la noticia en los medios de comunicación. Ahí comencé a hacer el seguimiento de su enfermedad recortando las noticias de los periódicos e intentando escuchar la radió incluso las que no se emitían en España.
Cuatro días de la muerte de Franco fue el sorteo de destino dónde iba a realizar la mili. Nadie quería que le tocara ir al Sahara, donde se estaba realizando la Marcha Verde. Cuando vi que me tocaba Madrid, respiré. 
Franco murió cuatro días después. Casi toda las sociedad espñola, por no decir toda, estaba muy atentos en las noticias en aquellos días. Cada uno tenía una razón para ello. Estas iban desde el miedo hasta la esperanza. Recuerdo que tenía en aquél momento un transistor pequeñito blanco. ¡Dormía con él!
Aquella noche, dormido y en una momento puse la radio y escuché música clásica. Esta era la señal clara que había ocurrido. Fui a la habitación de mi hermana y se lo dije. Oímos sobre las seis de la mañana como el ministro de Información y Turismo, León Herreta, el que cada día informaba de la evolución de la enfermedad, comunicaba la muerte de Franco. A partir de ahí pusimos la televisión y vimos en directo a Arias Navarro en TVE anunciándolo terminando con un gran lloro.
Recuerdo después que me impresionó la gran masa de personas que esperaban para pasar delante de su cuerpo en el Palacion de Oriente. Eso, junto con la gran concentración del primero de octubre, me hacía pensar que el cambio iba a costar mucho. Cuando fueron las elecciones del quince de junio del año mil novecientos setenta y siete para la constitución del primer parlamento libre, esa muchedumbre no votó al partido que se presentaba como continuador de la obra de Franco. Es importante este dato.
A los dos días fue la asunción de Juan Carlos como Jefe de Estado. Estaba en Alcalá de Guadaira, junto a Juan Velasco, preparando una de las fases del plan de iniciación del Junior, creo que la tercera. Estaba puesta la televisión e interrumpí el trabajo para escuchar la homilía del Cardenal Enrique Tarancón en la misa previa a su proclamación. Me quedé asombrado. Aunque el Cardenal nunca ocultó su deseo de una apertura del régimen, escucharle ese día delante de Juan Carlos y siendo retransmitido a toda España, comencé a pensar dentro de mi escepticismo, que algo podría cambiar en el futuro. 
Y también tenía un gran interés por escuchar las palabras de Juan Carlos en su toma posesión. Tampoco me produjo una cierta ilusión el escuchar esas palabras de que quería ser el rey de todos los españoles.
En aquel momento mi orientación política me situaba más cercana a dudar que en creer la posibilidad de un cambio democrático. Esa era la opinión que manteníam también los circulos en los que me movía.
A los dos meses estaba en el campamento de Colmenar Viejo en un Centro de Instrucción de Reclutas dónde al parecer no se habían enterado de que Franco había muerto. Los militares se esforzaban en mantenerlo bien vivo. Y así pasó hasta que terminé la mili en marzo del setenta y siete.
Me parece que haber vivido el tardofranquismo por mi edad, 1969 - 1975, ha sido muy importante para formarme como persona y ha sido muy importante para mis decisiones y opciones. Fue una época caracterizada por el declive físico y político de Franco, la creciente crisis del régimen, en un ambiente de desarrollo económico de la sociedad española.
Este periodo se distinguió por el nombramiento de Juan Carlos I como sucesor, el aumento de la oposición interna y externa, una intensificación de la represión y la violencia (incluído el terrorismo), y las tensiones internas entre las facciones del régimen.
Personalmente estando en el ejercito viví: con el gobierno de dos presidentes del Gobierno: Arias y el de Suarez, el regreso de Carrillo, la matanza de los abogados de Atocha, el sepelio de éstos, la aprobación de la Ley de Reforma Política, el referendum de ésta, el secuestro y liberación de Villaescusa y con el "run run" de todo lo que estos acontecimientos provocaban en la mente y en las conversaciones de los militares. ¡Ah! Y a pesar de ello aprobé las oposiciones de magisterio en julio de 1976, cuando me quedaba aún la mitad de la mili.
¡Hasta la próxima, primero Dios!