Hay monumentos que no son de piedras. Hay monumentos vivo. Podríamos llamarles socioculturales. He visitado algunos en mi vida. Y no me refiero a las que se desarrollan con motivo de una fiesta como puede ser la Feria de Sevilla, el Carnaval de Río, o la Feria de la cerveza de Múnich; sino a los que se desarrollan en determinado espacio durante todo el año y que son fundamentales por las actividades que desarrollan en él las personas tanto del lugar como los foráneos. Me refiero a La Plaza de Tiananmén de Pekín, la Plaza Yamaa el Fna de MarraKech, la Fontana di Trevi en Roma. Todos los lectores podrían añadir más de este estilo. Yo señalo algunos de los que he visto en diferentes continentes. En este viaje he añadido otro, el Time Square de Nueva York.
¡Es preciosa! Por el decorado de pantallas gigantes en las fachadas de los edificios donde los rostros y productos que proyectan lo llena todo y, sobre todo, por personal que la hace y la vive. Hay todo tipo de personas, de todos los colores, edades, vestimentas, nacionalidades.
En Times Square se agolpan bares, restaurantes, teatros, museos y ambiente, mucho ambiente. Al caer la noche, las luces de Times Square lo iluminan todo, y no hay viajero ni neoyorkino que no se rinda al encanto de la plaza más famosa de la ciudad. Visitar Times Square es algo imprescindible en cualquier viaje a Nueva York. Escenario de numerosas películas y series, la plaza más bulliciosa de Manhattan conforma el centro de la ciudad. Si tenemos que poner una pega, en Times Square se agolpa tanta gente que a más de uno le podrá resultar agobiante pero, si lo pensamos detenidamente, ese es el propio encanto del lugar. 




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