Hace unos minutos he estado arriba en las terrazas de mi casa. Venía de la de Mateo y Rosa de regar las macetas. Llegando a mi calle me senté en un banco con mi vecino Rafael, su hijo Jesús y su sobrino Raúl. Tiempo le falto a Jesús para sacar unos botellines de la cruzdelcampo y unos rodajas de chorizo magnífico. Tal fue este momento que al llegar a casa arreglé un bocadillo y unas cervezas. Y con todo apagado me lo comí. Había cenado una revuelto de champiñones y puerros. Parece que no me sació el hambre.
Unos instantes estuve mirando el cielo en silencio absoluto. Eran las once de la noche. Y mirando al cielo me dejé llevar ante tal maravilla. Entonces pensé en mi querida hermana Maricarmen, la que no se borra nunca de mi pensamiento. De lo que la hecho de menos. De las llamadas que nos hacíamos mutuamente. Del cariño que nos profesábamos. De lo atenta que estaba a todo lo que me pasaba. De las confidencias de su último día que estaba consciente. De lo vivido la noche anterior a que la durmieran. De los días que, aún con vida, estábamos pendiente de su respiración. De lo larguísimos que se me hizo esos días. Hoy le doy gracias al Padre de la Vida por la de mi hermana María del Carmen. Y seguí mirando al cielo. Le hice una foto a la luna que era lo único que se veía en el cielo.
¡ Hasta la próxima, primero Dios!














































